Amancio González, tan leonés como "La Negrilla"

El escultor es el 'Leonés del Año'; seguramente uno de los más celebrados y menos cuestionado pues el de Villahibiera es, como su Negrilla, de todos

19/05/2024
 Actualizado a 19/05/2024
Amancio se asoma a una de las esculturas en las que está trabajando en su taller. | MAURICIO PEÑA
Amancio se asoma a una de las esculturas en las que está trabajando en su taller. | MAURICIO PEÑA

Amancio estaba entregado a una tarea en la que pone tanta pasión como en la escultura, pero con peores resultados, hacer la comida. Suena el teléfono y lo coge con el mandil puesto. El paño de cocina en la mano. 
- ¿Amancio González?
- El mismo. 
- Soy Olga Beberide
- Buen vino. 
- No esos Beberide son otros, yo soy la de Radio León,
- Perdón. 
- Era para decirte que te acaban de elegir como Leonés del Año.

Mil cosas se le pasan por la cabeza en un segundo. "Será una broma", "yo no me he presentado a nada"... y toma el camino de la lógica: "Gracias, muchas gracias", le repetí.

Y después de la breve conversación queda un poco en shock, no recuerda si se le quemó algo en el fuego. Está emocionado pero no conoce otra palabra mejor que la dicha: "Muchas gracias".

Y empieza a pensar en los Leonés del Año que conoce. A unos los admira, sabe que hay un Premio Príncipe de Asturias de Investigación (Liñán), los astronautas, su tocayo Amancio, Prada, y el otro Prada, A tope; o aquellos otros que ya fueron ministros cuando todavía él iba a la escuela en Villahibiera (Rodolfo Martín Villa o Manuel Núñez Pérez)... ufff. 

Y decide llamar a quien primero llama un hombre de bien. Y Amancio, no lo dudes, los es.
- Mamá, que me han dado un premio.
- Y más que te tenían que dar, con lo que trabajas.

Las esculturas de madera marcaron la primera etapa de Amancio González. | MAURICIO PEÑA
Las esculturas de madera marcaron la primera etapa de Amancio González. | MAURICIO PEÑA



"Trabajar, vosotros", musita Amancio recordando aquellos años 60 de su nacimiento en Villahibiera (en 1965), aquella vida en el pueblo, la escuela rural... No hay capítulo de su vida que no haya dejado poso en la vida y la obra de Amancio, y de aquellos años, de aquellos árboles plantados en su memoria nace su primera gran obra, aquella que ya puso en boca de todos a aquel joven ferroviario dispuesto a dejarlo todo para ser escultor: La vieja negrilla. Una llamativa y gran escultura de madera, que ya dejaba clara la firma de Amancio y había nacido para otro espacio, un fallido parque escultórico en Trobajo. Un regalo que, a la postre, se convertiría en la presentación en sociedad del artista de Villahibiera pues la ciudad y la ciudadanía acogió como pocas veces (o ninguna) una escultura urbana. "La generosidad siempre te devuelve con creces lo que has dado".

Cuando Amancio recuerda los momentos más emotivos que le ha regalado la concesión del Leonés del Año sorprende con dos nombres. "Me emocionó que me felicitaran dos profesores que tuve en León cuando llegué de Villahibiera; profesores de los que no había sabido nada más de ellos y, curiosamente, son los que más me habían marcado; tal vez sin saberlo. Eran don Marcial, que recuerdo que fue el primero que nos habló de sexualidad en clase y don Fermín, el profesor de literatura, que me suspendió e impresionó a la vez pues en vez de hablarnos de nombres, fechas y esas cosas sino que nos leía en clase ‘Palabras para Julia’".

Aún resuenan en su cabeza aquellos versos —"Yo sé muy bien que te dirán /que la vida no tiene objeto / que es un asunto desgraciado. // Entonces siempre acuérdate / de lo que un día yo escribí / pensando en ti / como ahora pienso"— porque si Amancio siente pasión por algo y por alguien es por "los maestros que me ha ido regalando la vida, que me los ha ido poniendo en el camino; y de cuya sabiduría trato de aprender".

Tal vez en las futuras reuniones del Leonés del Año recuerde —al encontrarse con Margarita Morais, por ejemplo— que quiso ser músico antes que pintor o escultor, pero en su camino apareció otro maestro que decantó la balanza, Alejandro Vargas. "Tenía yo 17 años, fui a su academia y me impresionó tanto el artista como el hombre. Y me sigue impresionando de la misma manera, tengo ahora el enorme privilegio de acudir a una tertulia en la que participa Alejandro, con 95 años y una tremenda lucidez, y le sigo escuchando con la misma admiración que cuando iba a su academía, desde los 17 años hasta que tuve que irme a la mili. Son unos sabios, él y Gamoneda, que también va a la tertulia ¿Cómo no aprender de gente así?, ¿cómo no admirar a maestros de esta talla intelectual, artística y humana".
  
Por ello, entre los regalos de la vida figura el poema que día le dedicó Gamoneda y que explica su obra en escogidas palabras. Tal vez se titule ‘Palabras para Amancio : "Tú hieres y acaricias la madera en nombre de la libertad; / tú enseñas en el interior del bronce y en las celdas graníticas, / amas el resplandor de los cuchillos, / entras en las arterias vegetales, / creas al mismo tiempo el resplandor y la sombra, / llevas la vida al interior de la muerte". 

La que iba a ser una galería de bustos de escritores leoneses. | MAURICIO PEÑA
La que iba a ser una galería de bustos de escritores leoneses. | MAURICIO PEÑA

Pasión por la literatura que le llevó a un proyecto inacabado o, más bien, sin destino: los bustos de los grandes de la literatura leonesa; de Basilio Fernández, a Gamoneda, Antonio Pereira, Valentín García Yebra, González de Lama, Elena Santiago... "Ahí están, a ver qué ocurre, dice mientras observa los bustos en resina que duermen en una de las estanterías de su enorme y algo caótico taller. "Es que cuando me canso de una obra o un material, me pongo a trabajar en otra cosa".

Hablaba Amancio de la categoría humana de sus maestros; y al centrarse en ese aspectro siempre llega a sus labios un nombre, Pepe. Se refiere a su amigo el médico y humanista José Cosamalón. "Es un tipo impresionante, siempre  pendiente de todo y de todos, profundamente humano, siempre está cerca pareciendo que no está".

Todos ellos, todos los maestros, desde las negrillas de Villahibiera hasta don Marcial y don Fermín, pasando por Vargas y Gamoneda, sus padres y Cosamalón... han ido conformando la singular personalidad de un artista diferente, con sello propio, que no necesita firmar sus obras, ya sean en madera, piedra o ferralla pues solo pueden ser suyas, allá donde las veas, en las calles de León y las de un número de ciudades y países que casi no es capaz de calcular. 

Ya ha pasado más de una semana desde aquella llamada de una Beberide que no hace vino, desde que su madre le dijo que merecía más premios por lo trabajador que es y Amancio González, el de Villahibiera, ha vuelto a su rutina, llega a las ocho de la mañana a su taller de Lorenzana, despeja la cabeza dando un paseo por el monte con su impresionante mastín Tritón: "Y pensar que llegó aquí en una caja de zapatos". 
- De todas las etapas has aprendido, ¿y de la de ferroviario?
- También. A pensar que no quiero jubilarme para ir después, cargado de nostalgia, a ver cómo pasan los trenes.

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