Ancestral Delicatessen es un cortometraje de Gabriel Folgado que si por sensaciones se midiera a buen seguro estaríamos ante un gran largometraje.Es justo para lo que hoy nos trae hasta aquí decir que yo nací en Ponferrada pero que buena parte de mi infancia, al igual que muchos de los que en este momento están leyendo este artículo, la pasé en uno de los innumerables pueblos de nuestra provincia. En mi caso Balboa. La infancia siempre nos marca. Para bien o para mal nuestros primeros pasos por este mundo son y serán eternos, las vivencias, las sensaciones o los instantes están fijados en un estante privilegiado de la memoria. Desde el primer segundo que comienza el cortometraje he tenido la sensación de estar allí de nuevo, entre las calles de la Balboa de hace ya algunas décadas. Y me ha encantado. He renacido, rejuvenecido, revivido épocas maravillosas que repetiría una y otra vez. Desde el primer minuto Gabriel Folgado ya me había atrapado entre sus garras de maestro artesano.
Sin decir apenas palabras logra llevarte mágicamente a aquellos lugares que todos hemos tenido y que ahora guardamos en el cajón de vivencias a nunca olvidar. Rodado en blanco y negro, como si de la propia memoria se tratase, el viaje es real. Los sonidos, las imágenes, los paisajes o el silencio del lugar… todo es mi ‘yo’ como niño y estoy seguro que el suyo también. Poco importaría si así transcurriesen horas y horas de película pues estoy seguro que estaríamos absortos mirando la pantalla sin pestañear. ¿Por qué? Porque nos estamos viendo a nosotros mismos, porque estamos viajando por nuestros recuerdos, porque querríamos volver, porque… hay tantas razones que poco importa que la mayoría ni las nombre. Seguro que cada uno tiene las suyas propias como propias son las de todos. Todo es auténtico. Los personajes son usted y yo. No busque actores de caras conocidas porque lo que aquí sale es la vida, las personas y personajes de unos pueblos que jamás deberían morir. Sus rostros me hablan de magia, sus ojos de la vida del duro invierno acompañado del ganado, lo mismo que ya me gritaban los ojos de aquellos que en Balboa compartieron espacio conmigo. Los primeros minutos transcurren, en este viaje iniciático hacia nosotros mismos, navegando en la vida de los que podrían ser mis abuelos, o los padres de usted o los hermanos de quien se sienta a su lado. Poco importa, porque la pareja que sale es inconfundiblemente real hasta el punto que si no fuera por los planos de cerca bien podrías creer que es una cámara oculta buceando en la vida de una pareja, ya mayor, recogiendo castañas.El magosto, como debe ser, al fuego de una hoguera, de nuevo como se hizo entonces.
Un niño irrumpe en esta historia / pensamiento / recuerdo. Un niño que podría ser de nuevo yo, hablando con mis abuelos o tíos, o usted con sus padres o los vecinos de puerta. El diálogo, por superficial, es tan real como real lo es todo en este cortometraje.Sus frases podrían ser las de cualquiera que estuviera allí. Las suyas, las mías. Y he aquí que ocurre la conexión con la que comenzaba el artículo. De repente, un salto. Salto espacial hacia la urbe, la gran mole donde el pueblo es insignificante. Primera imagen, gente caminando a uno y otro lado. Decenas, cientos, miles de vidas que se entrecruzan peregrinamente mientras en las mentes de muchos de ellos se incuban los recuerdos de los pueblos. París, la ciudad de la luz, la ciudad del arte y de la libertad. París… Un joven observa cajas de bombones. Cuerpos de chocolate con corazones de castaña, las mismas castañas que la pareja inolvidable del pueblo disfrutaba en el magosto con el niño. Magia, pura magia. ¿Ven? Ya se lo dije. Estamos conectados. La vida es conexión, pura cadena irrompible que nos junta a todos de una u otra manera.
Quizás sean los bombones para su madre, que está enferma o que se acaba de separar, o puede que sean para la novia, días antes de su boda, o quizás para una exnovia que todavía ama y que pretende recuperar. También puede que sean para sí mismo porque le acaban de ascender en el trabajo y se quiera dar un capricho o porque ha roto una relación de décadas y triste desea pasar un rato comiendo chocolate. No importa, no me importa. Y seguro que cuando vean esta maravilla a ustedes tampoco les importará. Porque las castañas son el vínculo de unión, los eslabones de una cadena irrompible que ha conectado, con sus diferencias, las vidas de aquel magnífico pueblo al que todos querríamos ir con aquella majestuosa ciudad, capital de capitales, a la que todos debemos viajar alguna vez en la vida. Habrá mejores y peores cortometajes, pero inolvidables y sentimentalmente sensacionales, como es el caso de Ancestral Delicatessen, les aseguro que pocos, muy pocos. Enhorabuena por Gabriel.
Ancestral Delicatessem
El mundo está interconectado. Desde lo más pequeño hasta lo más grande todo guarda una relación directa o indirecta que nos une a todos, a cada uno de nosotros, desde cada lugar o desde cada instante en el tiempo
18/07/2017
Actualizado a
18/09/2019
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