Ángel Fierro: "Espérame, nos viviremos otra vez, no le puedo decir más"

El autor de Cármenes ha publicado un nuevo libro de poesía después de anunciar que no publicaría más, la muerte de su esposa, Carolina, le hizo desdecirse

25/06/2024
 Actualizado a 25/06/2024
Retrato de Ángel Fierro realizado por Higinio del Valle, autor también de las ilustraciones del libro. | HIGINIO DEL VALLE
Retrato de Ángel Fierro realizado por Higinio del Valle, autor también de las ilustraciones del libro. | HIGINIO DEL VALLE

Ángel Fierro (Cármenes, 1941) publicó en 2021 ‘Diáspora’, una autobiografía poética tan íntima como sincera y descarnada, su grito de protesta por tantas pérdidas de todo tipo en la cultura que había conocido. Tenía 80 años y anunció que era una buena edad para despedirse de la poesía, su género desde los tiempos de Claraboya —y antes en Gritos de guitarra— pero... se ha visto obligado a desdecirse pues necesitó contar en su idioma algo que le golpeó con dureza, la muerte de su esposa Carolina después de un cruel enfermedad. Ya está en la calle el libro y el jueves lo presenta en el ILC, se llama ‘El corazón sobre los yunques’, una carta de amor al  más allá sin nada lastimero en ella.
 
– En tu anterior libro de poesía, ‘Diáspora’, manifestabas tu intención de no publicar más poesía, pero ahora aparece  ‘El corazón sobre los yunques’ pues algo ha ocurrido en tu vida que te ha llevado a escribir un nuevo poemario.
– Creo que me equivoqué entonces, al pensar que mi creación poética quedaba «clausurada» con aquel poemario sobre las pérdidas, tanto las sociológicas como las personales. No es necesario un alarde de memoria para hacer su inventario. Pensé que con ‘Diáspora’, al borde ya de los ochenta años, había cerrado el círculo de mi poesía, sin caer en la cuenta de que una nueva y dolorosa pérdida (la de mi esposa, con quien había convivido casi sesenta años) iba a remover mis esquemas vitales, abriendo un escenario desconocido, entre dolor y soledad. Un escenario para el que nunca estamos preparados. 

– ¿Qué sentimiento te golpeó?
–  La orfandad. Esta situación de orfandad se hizo tan presente en los primeros meses de su ausencia que solo la compañía y constante apoyo de mis hijos, familiares y amigos me dieron fuerzas para sobreponerme. Como un sonámbulo, rememoraba a cada instante toda una vida de compañía, mientras me surgían sin freno las imágenes poéticas más potentes que hasta entonces había concebido. Al pasar a poemas estos recuerdos y sentimientos, me di cuenta de que, en realidad, estaba hablando con mi esposa, «más allá de la vida» y que los versos resultantes tenían el carácter de «conversadores». El poemario fluyó a lo largo de unos pocos meses, y entonces Marina (de Mariposa Ediciones) me propuso una publicación-homenaje, que ahora presenta el ILCel jueves.

– ¿Dio resultado la terapia poética? 
– Sin duda. Su escritura me ayudó, en definitiva, a levantar el ánimo y seguir adelante. La escritura sincera es, en definitiva, un ejercicio salvador.         
 
– El desencadenante de la muerte de Carolina te ha llevado a la poesía ¿Es tú forma de expresión primera? ¿eres fundamentalmente poeta, aunque hayas cultivado otros géneros?
– Creo que soy, en efecto, fundamentalmente poeta. Tengo muy claro que la expresión poética está latente en toda mi obra, por más que he dedicado mucho espacio a la prosa, (el ensayo, la musicología o la divulgación del patrimonio del mundo rural, sin olvidar mi incursión en la novela, con ‘El contador de vientos’).   Pero incluso en estos géneros tan dispares sobrenada una pulsión poética, que es mi modo natural de expresión, preponderantemente lírico. Creo que un poeta no se hace, sino que nace y no puede desembarazarse de ese modo particular de ver el mundo a través de la escritura. He comentado, a veces, casos de amigos que son reconocidos novelistas, como Luis Mateo Díez o Julio Llamazares, en cuya prosa late siempre un hálito de los poetas que fueron en sus inicios como escritores. La cadencia de su prosa cuidada y precisa, a veces musical, delata su condición primera de poetas.

– Se habla de ‘la literatura del dolor’, podría ser el caso de ‘El corazón sobre los yunques’ aunque no es un poemario por así decirlo lastimero sino un ‘diálogo’ con ella sobre el largo camino compartido.
–  Durante los primeros meses de su pérdida me encontré, como es natural, no solo apesadumbrado, sino en esa situación de orfandad propia del caso. Y, efectivamente, recurrí a un diálogo interior con una persona que ya no existía, como si aún pudiéramos conversar, para hacer un recuento de los momentos compartidos. Intenté, en todo caso, evitar ese tono lastimero del que me hablas, atemperando el dolor con la razón, para dar un carácter trascendente a los misterios que hay en la vida y la muerte 

– Escribes "Dispongo dos cubiertos en la mesa, pero una silla está vacía" ¿Cómo se encaja? ¿Qué es en ese momento la poesía? 
– Este poema es un retrato de la soledad, a la que a veces enmascara el bullicio o la compañía de quienes nos rodean. Porque cada persona está definitivamente «sola», con sus aspiraciones, sus frustraciones o sus sueños. La poesía, en los momentos más trágicos de la vida, es, al menos para mí, una válvula de escape o una tabla de salvación, donde pensamiento y sentimiento encuentran su lado más humano de autenticidad. Porque la verdadera poesía ha de ser, como dijimos en Claraboya hace sesenta años, «eminentemente sincera y tener siempre una brizna de humanidad».  
 
– Uno de los poemas se titula ‘Relato de pérdidas’. Además de Carolina ¿hay otras muchas pérdidas en esta mirada poética pero sincera y humana?
–  Por supuesto. Solo con echar la vista atrás algunas décadas, podemos percatarnos de la enormidad de cuanto hemos perdido, como personas y como colectividad: usos y costumbres, creencias y formas de vida, dotaciones de autosuficiencia y ayuda mutua, trabajos milenarios, sentimiento colectivo de pertenencia a una comunidad… y – últimamente – el ominoso avance de la despoblación, que está dejando sin tejido humano a buena parte del mundo rural, en lo que ahora se denomina con el controvertido título de ‘La España vaciada’. 

– El libro, además del innegable valor poético, es una bella composición con ilustraciones de tu amigo Higinio del Valle, una de ellas llevada a la portada y rebautizada como Lina (de Carolina)
–  Los dibujos de Higinio +, que me había cedido en un pen drive, con encargo de utilizar solo en «casos trascendentes», me parecieron el mejor acompañamiento para estos poemas. Su pintura, de marcado talante lírico y evocador, encaja a la perfección con mi concepción de la belleza.  Higinio afirmó, en una entrevista para la añorada revista PicoGallo, que «yo lo que quiero es pintar lo que escribís los poetas». Del mismo modo, yo digo en un poema de agradecimiento a Higinio, que «pretendo alinear las palabras a tu luz».   

– El libro se convierte así en una especie de catálogo de una muestra del añorado Higinio del Valle. 
– Es la idea. Estuvo de acuerdo Marina (Mariposa Edicoones) en introducir el color en el poemario y – tras recabar el permiso de Gabriel del Valle, hijo de Higinio – embastó un luminoso volumen que dulcificó la probable aridez de mis textos. El resultado de esta unión entre la palabra y la imagen resalta la simbiosis de todas las artes, pues además el compositor y tenor asturiano Joaquín Pixán puso su música al poema ‘Tu mano’, que se estrenó en el Teatro Jovellanos de Gijón, en noviembre del pasado año. Con estas apoyaturas y la favorable acogida que han suscitado los poemas en sí, creo que el homenaje a mi esposa no solo es personal, sino coral.
 
– El último poema es muy corto: «Espérame, nos viviremos otra vez», ¿qué más se puede decir?
– No podría decir nada más. Esta coda final estuvo latente desde el primer momento de la escritura y representa ese deseo irrealizable, pero latente en la esperanza humana, de que la vida vuelva atrás. 

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