Julen Ugidos buscaba en los archivos del Ayuntamiento de Villademor de la Vega documentación sobre su familia, intentando reconstruir el árbol genealógico, cuando se encontró —en una carpeta extraviada y llena de polvo- dos folios escritos por ambas caras con una curiosa historia, una demanda por violencia de género presentada en 1879 por Antonia Cid contra Santiago Alonso. «No me lo podía creer, una demanda por violencia de género en 1879... pronto supe que estaba ante una historia muy interesante», explica Julen, que en pocos días —el 9 de julio— presentará en Villademor el libro en el que cuenta todo lo que ha podido averiguar de esta historia, con un título que ofrece muchas pistas: Ahogada en el silencio, y que ha subtitulado ‘Antonia Cid: La mujer valiente de Villademor’.
Aquella denuncia se completaba con otros datos no menos significativos. El primero que Antonia ganó el juicio y Santiago fue declarado culpable; y las segunda que esta mujer valiente desapareció después de aquella victoria judicial, abriendo interrogantes que Julen Ugidos espera que se puedan resolver con las aportaciones que puedan surgir al leer el libro.
Antonia Cid denunció una brutal paliza y testificaron en el juicio el médico que la atendió y unos vecinos; ganó y su agresor fue condenado a cinco días, la pena mínima contemplada La teorías que maneja Ugidos sobre la desaparición son dos: Que Antonia se fuera del pueblo a vivir lejos y rehiciera su vida, incluso con otro nombre, o que fuera una misteriosa mujer cuyo cadáver apareció en el Canal del Esla, sin identificar pero con coincidencias ‘preocupantes’,, según Ugidos: «La edad coincidía, 55 años; también una herida que tenía en una parte de la cara, pero el cadáver fue declarado como desconocido, pero bien pudiera ser que las influencias que Santiago tenía en el pueblo, era primo del secretario y rico, propiciaran la no identificación. A ver si alguien puede arrojar más luz».
Pero éste es el final de la historia. Vayamos con el principio y los datos que Julen Ugidos ha logrado recopilar. El autor —que para ilustrar su parentesco explica que «Antonia era hermana del abuelo de mi bisabuela»— pide que se piense siempre en la época de la que estamos hablando para entender las circunstancias de la historia, finales del XIX. «Recordando la fecha se puede decir que Antonia ya era una mujer estigmatizada pues fue madre soltera de un primer hijo, que se le murió al nacer, y después se casó embarazada de un segundo hijo, otro estigma a añadir. Y también este segundo hijo falleció, por lo que se puede decir que, además, no fue una mujer con suerte».
Antonia se quedó huérfana de padresiendo muy joven y como era la hermana mayor de 11 hermanos ya trabajó muy duro, en el molino que fue de su padre, «con la curiosidad que en su profesión figura la de molinera, que no era nada habitual», explica Ugidos.
El siguiente marido, el maltratador Santiago Alonso, era mayor que ella y un hombre de los que se puede considerar de una familia rica del pueblo. Parece que la mala vida que le daba comenzó pronto y las palizas eran frecuentes y duras, hasta el punto de no aguantar más y decidirse a presentar la denuncia. La realizó en 1879 por una sonada paliza que le dio en 1878, tanto que estuvo varios días recuperándose de las heridas. «En el juicio tuvieron que declarar el médico que atendió a Antonia y también un matrimonio vecino».
"Durante el juicio Antonia debió seguir viviendo bajo el mismo techo que su agresor" ; cuando les comunicaron la sentencia la mujer desapareció y no se volvió a saber nada de ella, ni su muerte El caso es que Antonia ganó el juicio y el fiscal pidió para Santiago la pena de 12 días (cerca del máximo que marcaba la ley de la época, entre 5 y 15 días) pero el juez, «atendiendo a no se sabe qué razones, lo dejó en cinco días, que el secretario del Ayuntamiento les comunicó a los dos a la vez pues mientras se celebraba el juicio debían seguir conviviendo bajo el mismo techo», explica Julen Ugidos, que aventura lo que tendría que pasar aquella mujer con su maltratador en casa.
Y una vez comunicada la sentencia llega el misterio pues Ugidos no volvió a encontrar ningún testimonio sobre la mujer valiente que había presentado aquella denuncia. Ningún documento, busqué la partida de defunción en todos los municipios de la comarca y en aquellos que tenía constancia que hubiera ido a vivir algún familiar, pero nada, ni rastro», confiesa Ugidos, quien se muestra confiado que con el libro «alguien levante la mano para decir que sabe algo, ha leído algo, ha visto algún documento» y se confirme y desmienta alguna de sus dos teorías. El único dato que maneja es que «al morir Santiago Alonso, el maltratador, en el parte de defunción figura como viudo en terceras nupcias, lo que hace suponer la muerte de Antonia, pero puede ser un dato interesado».
La otra investigación de Ugidos fue para saber si sería el primer caso de denuncia por violencia de género. «Tengo que agradecer que la entoncesdirectora general de la Mujer, Ruth Pindado, se volcó en el caso, indagó en todas partes y casi se puede afirmar con toda seguridad que fue el primer caso de violencia de género en Castilla y León, en España habrá que esperara ver si con el libro surgen nuevos datos en otras comunidades. «Sabemos que en el siglo XVII hubo un pleito en Castilla La Mancha, pero no era exactamente violencia de género».
"Antonia realizó la primera denuncia por violencia de género, en 1879, y desapareció"
Julen Ugidos, descendiente de Villademor de la Vega y habitual del pueblo en vacaciones, se encontró un día con la historia de una pariente lejana, Antonia Cid, que interpuso en 1789 la primera demanda por violencia de género documentada en Castilla y León y, probablemente, en toda España. Una mujer estigmatizada, había sido madre soltera, que se atrevió a denunciar a un poderoso del pueblo que le propinaba terribles palizas
26/06/2022
Actualizado a
26/06/2022
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