Antonio Gaudí vs Sherlock Holmes

Por José María Fernández Chimeno

22/11/2023
 Actualizado a 22/11/2023
Sherlock Holmes y el Doctor Watson ante el umbral del Club Diogenes.
Sherlock Holmes y el Doctor Watson ante el umbral del Club Diogenes.

«No era la pipa lo que colgaba de sus labios, ni la agudeza mental del más famoso de los «detectives de sillón» conocido hasta entonces, el excelente caballero C. Auguste Dupín; quien con su amigo sin nombre se aplicaban en la resolución de un crimen. No pudo por menos que recurrir a Edgar Allan Poe, a la conclusión del relato El misterio de Marie Roget: […] tras la fatiga ocasionada por su dolencia congénita, (Gaudí) nada o muy poco interés mostraba en desarrollar la agudeza visual y mente analítica, que le ofrecían la oportunidad de poner a prueba la validez de un arma nueva para él: la agudeza mental.» [Gaudí. Las siete notas del palíndromo / J. Mª Fdez. Chimeno. Ediciones Duerna]


Este personaje sentó las bases para la creación de nuevos detectives ficticios, incluyendo a Sherlock Holmes y Hércules Poirot, y estableció los elementos más comunes del género policial clásico. Chevalier Auguste Dupin fue conocido en amplios círculos sociales como la encarnación de un nuevo héroe, rara combinación de científico sagaz y dandi excéntrico: el primer detective.

El propio Arthur Conan Doyle (1859-1930) tuvo acceso, en 1875, al detective creado por Edgar Allan Poe, cuando se marchó a perfeccionar su alemán en el colegio de los jesuitas Stella Matutina, en la ciudad de Feldkirch (Austria); y un año después se matriculó en la Facultad de Edimburgo donde, aparte de aprender las disciplinas de su profesión, conoció al médico forense Joseph Bell; este profesor le inspiraría la figura de su famoso personaje: Sherlock Holmes.

Aunque, contemporáneos, Antonio Gaudí y Arthur Conan Dolyle tienen pocas cosas en común. En 1868, Arthur Conan Doyle, con el apoyo económico de sus tíos, ingresó a la Escuela Stonyhurst Saint Mary’s Hall de la orden de la Compañía de Jesús, situada en la comarca de Lancashire, que era un centro preparatorio del prestigioso y selecto colegio, Stonyhurst College, al que accedería dos años después, en 1870, y donde permaneció hasta 1875. Mientras que Gaudí a duras penas logró sacar la nota necesaria para ingresar en la Escuela Universitaria de Arquitectura de Barcelona; aun así, como sucedió con los «poetas irlandeses» [ver artículo en LNC: ‘Gaudí y los poetas irlandeses’. (01-09-23)], en los dos anidaba el «genio».

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Antonio Gaudí i Cornet (1878-1926).

Cierto es que ambos tenían una mente original, una mente reflexiva. Eran portadores de una «agudeza mental», que en el caso de Gaudí le llevó a convertirse en un genio, mientras que en Conan Doyle esa capacidad de desarrollar la agudeza visual y mente analítica acabó por proyectarla sobre su mejor personaje de ficción. Si «el genio» de Antonio Gaudí se refleja en su magna obra, ya desde su juventud, con edificios-manifiesto como El Capricho de Comillas, el Palacio Episcopal de Astorga y la Casa Botines de León[ver artículo LNC: ‘Gaudí. Ruta por el noroeste de España (3ª Parte)’ (05-10-23)], el de Arthur C: Doyle lo hizo sobre Sherlock Holmes.

Es, por consiguiente, sobre estos dos personajes decimonónicos, Gaudí y Sherlock Holmes, sobre los que este artículo va a confrontar coincidencias y divergencias. Para empezar, el año en que se publicó ‘Estudio en escarlata’ (1887), Gaudí firmaba los planos del palacio episcopal de Astorga. Ya desde sus prolegómenos, Holmes tuvo a gala disfrutar de una mala salud de hierro: sagaz violinista, adicto a la cocaína y a los enigmas criminales. En tanto Gaudí, al llegar a tierras leonesas era portador de una «crisis existencial», que fue reconducida por el obispo de Astorga, Juan Bautista Grau, hacia una profundización en los misterios de la fe y el conocimiento de la liturgia. Ambos, hasta el final de sus días sufrirían de diferentes dolencias y de una muerte nada común al resto de los mortales: la de Gaudí, poco heroica, al ser atropellado por un tranvía en Barcelona; mientras que la de Holmes, al precipitarse por una cascada en su pugna con el mayor adversario que tuvo, el profesor James Moriaty, en ‘El problema final’ (1893) fue homérica para los lectores victorianos; tal que la presión hizo que Doyle le diera una segundad oportunidad.

¡Es la ventaja de ser un personaje de ficción!

El primer caso, en ‘El regreso de Sherlock Holmes’, es el de ‘La casa deshabitada’, ocurrido en abril de 1894. Ese año Gaudí seguía sumido en una depresión que le llevó a postrarse en su cama, ya ubicado en Barcelona, totalmente vestido y abandonado del mundo. ¿Les suena esto a Sherlock Holmes? ¡Por supuesto que sí! Los genios a veces toman decisiones extravagantes e incomprensibles para el resto de los mortales. Para salir del trance, el detective inglés contó con el Doctor Watson, un médico que se convertirá en fiel compañero de aventuras y empezará a compartir los viejos aposentos del 221B de Baker Street; en tanto Gaudí necesitó de la ayuda de un doctor espiritual: «se recuperó de sus depresiones de la mano de otro clérigo, mosén Torras i Bages, y encontró sentido a la vida dedicándose en cuerpo y alma a la obra del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia». [ver artículo LNC: ‘Los dragones de Gaudí (2ª Parte)’ (03-12-22)]. No obstante, Gaudí también contó con la ayuda inestimable de su amigo y doctor de cabecera, Pere Santaló i Castellví (1849-1931). En 1911, cuando a Gaudí le diagnostican las fiebres de Malta, el médico le acompañará los días que pasa en Puigcerdà. Él se ocupa de cuidarle, como el doctor Watson hará lo propio, en más de una ocasión, con Sherlock Holmes.

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Arthur Conan Doyle (1859-1926).

En enero de 1904 Holmes da por terminada su carrera y se retira a una granja en la costa de Sussex (sureste de Inglaterra), dedicándose al cuidado y estudio de las abejas. Tras diez años de retiro, Sherlock Holmes accede a entrar de nuevo en acción en vísperas de la Primera Guerra Mundial, por motivos patrióticos. Este último caso es ‘Su última reverencia’, de agosto de 1914. Aquí, Holmes actúa como espía, desarmando una operación de espionaje alemán, en la que cuenta con el apoyo del Dr. Watson, al cual no veía desde hacía muchos años. Algo parecido le sucedió a Gaudí, quien, tras realizar verdaderas obras de arte como el Palau Güell (1886-1890), la casa Calvet (1898-1904), la casa Batlló (1904.1906), la casa Milà (1906-1910) y el Park Güell (1900-1914), en el año 1912 «con su capacidad y enorme experiencia acumulada... –se recluye en las Escuelas Provisionales–. Dedicó los 14 últimos años de su vida exclusivamente al Templo». (Jordi Bonet Armengol / Arquitecto de la Junta Constructora de la Sagrada Familia)

La amistad de los personajes de ficción es tan fuerte que John H. Watson, después de haberse casado y distanciado físicamente de Holmes, y una vez rescatado de los fumaderos de opio y los excesos del alcohol, le acompañará en sus últimos casos: ‘Su última reverencia’ (1917). También la amistad de Pere Santaló, que asistió a Gaudí en sus dolencias de reumatismo y severos ayunos –siguiendo las teorías higienistas del doctor Kneipp- duró muchos años, hasta que es operado de próstata por el doctor Sacanella en su Clínica del barrio de las Tres Torres. Entonces Gaudí decide visitarle a diario…, pero un fatídico 7 de junio de 1926 dejó de hacerlo. ¿La razón? Santalò la sabrá más tarde por medio de su hija, al conocer que Gaudí había sido atropellado por un tranvía de la línea 30 en la Gran Vía de las Cortes Catalanas, entre las calles Gerona y Bailén, mientras se dirigía a la Iglesia de San Felipe Neri. «Habiendo sido designado su albacea testamentario, no pudo asistir a la lectura del testamento». (Joan Bassegoda i Nonell)

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‘Las siete notas del palíndromo’.

Muerto el genial arquitecto, ahora cabe dilucidar si el destino, que le tenía reservado pasar a la posteridad a causa de su magna obra edilicia, le permitirá ocupar el mismo espacio reservado para Holmes: detective. Varias obras literarias, rayanas en la novela negra, así lo atestiguan: ‘G’ de Daniel Sánchez Pardos y ‘Gaudí (las siete notas del palíndromo)’ de J. F. Chimeno convierten a Gaudí en investigador en la ciudad de las bombas, la convulsa Barcelona. Un joven visionario que logra resolver cualquier conspiración que esconda un peligro mortal. Estos dos autores, y otros que se han sumado a la propuesta de hacer de la figura de Gaudí no solo un arquitecto mesiánico, sino también, un personaje de ficción, que compite con Sherlock Holmes en cuanto a las habilidades propias de una mente reflexiva, se han dado cuenta de las muchas posibilidades que atesora un arma nueva: la agudeza mental (agudeza visual y mente deductiva). Cualidades que igual sirven para pergeñar una obra de arte como para resolver un crimen.

¡Es la ventaja de ser considerado un genio en vida!

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