Sería el primero de los muchos viajes que Gaudí se dispuso a realizar por el trazado ferroviario de la provincia de León –que es lo que aquí nos atañe-, entre 1899 y 1893. Un lustro donde ya existía la red de ferrocarril tal y como la conocemos hoy en día, y un servicio de trenes modernos que vertebraban la zona del noroeste español, dando acceso a Galicia y Asturias con la meseta castellana y su prolongación hacia la capital de España (Madrid). El motivo por el que es posible desentrañar los posibles viajes que Gaudí tuvo que realizar a lo largo y ancho de León se debe a un hecho casual (el incendio del palacio episcopal) que permitió al obispo de Astorga, Juan Bautista Grau, «creyendo en su genio, aún inédito y con fe ciega y sin regatear medios, poner en sus manos la concepción y realización de su palacio que había de alzarse sobre las ruinas del destruido», según afirma Luis Alonso Luengo en Gaudí en Astorga (1954).
Desde Barcelona a León tuvo que viajar Gaudí con su equipaje hasta el nudo ferroviario de Venta de Baños, haciendo trasbordo en la citada población para coger el ferrocarril Madrid-La Coruña, que le conduciría hasta Asturica Augusta. Llegaba cargado de ilusiones cuando se apeó en el andén de la estación de Astorga, qué, como otras muchas, se hallaba alejada de la ciudad, debiendo de recorrer en calesa o quizá andando (con un carretillero que le llevase su equipaje) la distancia que la separa del Seminario. No tardó en congeniar con su paisano de Reus y presto se puso manos a la obra. Entre sus primeros viajes en tren debió figurar el realizado a Ponferrada, para elegir, en la cantera de Monte Arenas (San Pedro de las Dueñas), el granito blanco con el que se construiría el Palacio Episcopal.
Nos podemos imaginar a una de las locomotoras insignes de la compañía del Noroeste rodando por los raíles de la estación término, coronada por el vapor de sus calderas y con el sonido de la sirena, tirando de su serpenteante cuerpo (vagones de madera de primera, segunda y tercera clase). De ella se apeaba un joven arquitecto catalán. Madera, carbón y humo dieron paso al movimiento de las ruedas por empuje mecánico de uno de los mayores inventos de la Primera Revolución Industrial. Otros de sus posibles (y seguros) viajes por tren, debieron de ser los realizados hasta Veguellina de Órbigo para elegir las mejores arenas de las riberas del río Órbigo, con las que fabricar la argamasa (cal y arena); o hasta La Bañeza, para desplazarse luego en carruaje a Jiménez de Jamuz, donde conocer in situ los hornos de cerámica vidriada.Más difícil de demostrar sería un posible viaje hasta La Robla, donde se fabricaba la cal, pero tampoco sería descabellado pensar que así fuera. Lo cierto y seguro es que, una vez que las trabas administrativas desaparecieron, las obras en la capital leonesa de la casa de los Sres. Fernández y Andrés (más conocida como Casa Botines) cobraron nuevos bríos y Gaudí se tuvo que desplazar a menudo desde Astorga a León en tren. Su arribo en la estación del Norte, bajo la gran marquesina metálica (1877) no admite discusión posible y, como antes en la ciudad maragata, tuvo que ser recogido por una calesa que hacía el trayecto desde la «nueva catedral» del transporte, hasta la plaza de San Marcelo, pasando por el «puente de hierro» para cruzar el río Bernesga, y recorrer luego el Paseo de las Negrillas (actual Avda. de Ordoño II), arteria principal del Ensanche (de 1889) que diseño el ingeniero y urbanista Ruiz de Salazar.En 1863 la Compañía de Ferrocarril de Palencia a Ponferrada o Compañía del Noroeste, llegaba desde Palencia a León. Su final de trayecto estaba fijado en La Coruña y en Gijón, desdoblándose en León. Para estas fechas había desaparecido la Compañía del Noroeste y era la gran Compañía de Ferrocarriles de Norte (o «Norte») la responsable de la explotación (entre medias, en 1880, aún pasaría temporalmente otra empresa con el nombre de Compañía de Ferrocarriles de Asturias, Galicia y León (AGL). Es decir, en los años de Gaudí en León (1889-1893) la empresa titular de la explotación del trazado es la Norte / Compañía de los Caminos de Hierro del Norte. A finales de 1883 se inauguró la línea completa entre Madrid y La Coruña, por lo que en 1889 era posible viajar de Madrid a La Coruña (o a Gijón).
Precisamente hasta Gijón tuvo que desplazarse el maestro de obras Claudi Alsina en los años 1892/1893, para encargar a la empresa Kessler Laviada y Cíala verja de la Casa Botines [ver artículo publicado en LNC: ‘Al respecto de «la verja» de la Casa Botines’ (28-12-2017)]; dado que, excepto en Cataluña, no había taller de forja en España que trabajase el «hierro belga». Este atesoraba cualidades que por «su elasticidad, resistencia al retorcido y flexionado, era el idóneo para que los herrajes pudieran resistir los esfuerzos a torsión que los alambicados diseños de Gaudí obligaba a soportar». En esta ocasión considero que no fue Gaudí quien hizo el largo viaje que salva la «rampa de Pajares» (su último tramo entró en servicio en 1884 y es considerada como una de las mayores obras de ingeniería en España, en el siglo XIX), puesto que es Alsina quien diez años después, en 1902, figuraba empadronado en Gijón y acabó siendo considerado uno de los mayores contratistas de Asturias en la década de los «Felices años 20», capaz de llevar a cabo complejas edificaciones, como la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Gijón [ver artículo publicado en LNC: ‘La iglesiona de Gijón’ (22-01-19)].
Para este trayecto la inicial Compañía del Noroeste había adquirido, en 1865, catorce locomotoras: siete tipo 1-2-0 y siete de tipo 0-3-0. Una forma de denominar las locomotoras es hacer referencia a su elemento más visible: las ruedas. Así una máquina de vapor tipo 030, implica que tiene 0 ejes libres delanteros, 3 de tracción central y 0 ejes libres traseros. Las primeras se utilizaron hasta los años 30 del siglo XX y las segundas llegaron a ser utilizadas por Renfe (Renfe nace en 1941, agrupando todas las antiguas compañías del territorio nacional).
Para terminar este maridaje entre Gaudí y el ferrocarril diré que cuando la Casa Botines se inauguró, con la colocación de la escultura de San Jorge y el dragón en la fachada principal, el 15 de septiembre de 1893, no contó con la presencia del arquitecto director de las obras, ya que este se hallaba camino de Zamora. La razón no es otra que «en una vista pastoral por el arciprestazgo de Tábara, el obispo Juan Bautista Grau se rasgó la pierna con la rama de un árbol; herida que luego se gangrenó. Gaudí raudo acudió a su encuentro y comprendió enseguida que su «amigo y protector» estaba para morirse. Decía: «Lo hallé tan hermosamente transformado que me vino la idea de que ya no podía vivir. Era hermoso, demasiado hermoso… ¡Todo lo personal le había desaparecido! Las líneas de la cara, el color, la voz…». El cadáver fue embalsamado y llegó a Astorga pasados tres días, el jueves 21 de septiembre, en viaje por tren hasta la Estación del Oeste». [ver artículo publicado en LNC: ‘Reflexiones sobre la estancia de Gaudí en Astorga’ (27-08-19)]
En febrero de 1889 se formalizaba la línea Plasencia – Astorga, de ancho ibérico, que comunicó a la ciudad con Extremadura y el sur; siendo explotada por la nueva compañía creada al efecto con el nombre de ‘Ferrocarriles del Oeste de España’ [autorizada por la R.O. de 26 de junio de 1888 (Gaceta de Madrid, 29-06-1888)]. En un principio se proyectó la construcción de diferentes tramos, siendo uno de los primeros entre Zamora y Astorga vía Benavente. La inauguración oficial de todos los tramos tuvo lugar el 21 de junio de 1896 (ROP nº 25 de 1896), contemplando la totalidad de 347 kms, en presencia del ministro de Fomento. Pero Gaudí no tuvo la oportunidad de asistir a tan importante evento, dado que, en octubre de 1893 partió de la estación del Norte de León hacia Barcelona, en un viaje que ya no volvería a recorrer el resto de sus días, llevándose un recuerdo agridulce de sus largas estancias en la provincia leonesa…, mas, cómo para el resto de los que disponían de un billete, tras ocupar su compartimento con otros dos pasajeros: «Isócrono, maquinal, el tren corría insensible a las inquietudes de los tres viajeros». (‘La esfinge maragata’ / Concha Espina).
Antonio Gaudí y el ferrocarril (1889/1893)
"En 1889 aún no existía la ‘Guía de Ferrocarril Continental Bradshaw’ (1891) —se había publicado un ‘Manual Bradshaw’ para turistas de Gran Bretaña e Irlanda, en 1882— que pudiera servir de ayuda y consejera a un joven arquitecto catalán, Antonio Gaudí, cuando se dispuso a partir en tren desde la Estación del Norte de Barcelona en dirección a Astorga"
31/12/2022
Actualizado a
31/12/2022
Lo más leído