Antonio Manilla presenta el que es su décimo libro de poemas y lo hará de la mano de dos amigos: el diarista Avelino Fierro y el músico Diego Gutiérrez, con quien tiene en cartel precisamente un espectáculo poético-musical, ‘Lírica’, en el que ponen sus voces al servicio de la difusión de los versos de autores leoneses de ayer y hoy.
A esta presentación, este miércoles a las 19.30 en la sala Región del Instituto Leonés de Cultura (ILC), junto a la Biblioteca Pública, Manilla acude con el honor de haberle sido concedido el último premio Concejo de las Letras que otorga la Diputación de León. También con la honra de que su obra 'Lo que deja de verse en el fulgor' (la que presenta) haya sido publicada en la colección La Cruz del Sur de una editorial, Pre-Textos, en la que ya ha publicado en cuatro ocasiones y de alguna manera siente como su casa. Escoltado, además, en la cubierta del libro por la viñeta de un amigo ‘romano’, el pintor Joaquín Escuder Viruete.
En este nuevo poemario, afirma, de alguna manera ha dado una vuelta de tuerca a su poesía, tras la antología 'Lenguas en los árboles', obligado por ese ejercicio de relectura propia al realizar la selección entre los libros publicados durante veinticinco años. «Ese ejercicio de antologarse creo que provocó algunas pequeñas mudanzas, así como el deseo de introducir algunos nuevos matices, que han dado lugar a cierta evolución. Pienso que, aunque una voz no cambia de un día para otro, en este libro, además de una mayor depuración verbal fruto de la veteranía y los años en el oficio, hay una clara predisposición a intentar que sea más intensa la idea que anima el poema que la emoción o las palabras con que se hace».
Dividido en cuatro secciones, aparecen varios homenajes a esos maestros que él prefiere denominar acreedores, con lo que tiene una deuda de aprendizaje literario. El título de la primera parte, ‘Cosas que no verá ningún astrónomo’ alude, por ejemplo, a unos versos entrecruzados entre Víctor Botas y Miguel d’Ors, hay un poema dedicado a Fermín Herrero, otro a Clara Janés, y uno en el que dialoga con otro de José Antonio Llamas que se titulaba ‘Soy’ y ahora se convierte en ‘Somos’. Son tributos, más que al magisterio, a la amistad. Tampoco faltan, como en libros anteriores de Manilla, los poemas que hunden su raíz en su tierra natal, en esa montaña que por ejemplo protagoniza la sección ‘Pensamientos verdes sobre el cielo azul’ o cuando fija su mirada en el recuerdo y evocación de ese personaje de inocencia eterna que se llamaba Rodolfo y conoció durante su infancia en Cármenes.
Un encuentro con la poesía y con la música, en el que, conociendo a los compañeros de viaje (Avelino Hernández y Diego Gutiérrez), no faltarán las sorpresas en forma de jugosas anécdotas y palabras encendidas, hermosas canciones y hasta podría ser que el «estreno mundial» de alguna de las composiciones que Diego Gutiérrez y Antonio Manilla están preparando en absoluto secreto para añadir a su espectáculo ‘Lírica’, un hallazgo «abierto a nuevas emociones».