"Aquí, como un mojón"

Tere pone los 110 años y Ángel el récord del hijo vivo más viejo, 91 años

06/08/2023
 Actualizado a 06/08/2023
Teresa en su cocina | MAURICIO PEÑA
Teresa en su cocina | MAURICIO PEÑA

La nieta que lleva su nombre, Tere, nos recuerda que cuando le preguntan a la abuela que cómo está suele decir «aquí puesta, como un mojón» para añadir, «pero de sus cosas preguntarle a ella, que de cabeza está bastante mejor que yo». Tal vez exagere un poco pero, pensando en los 110 años que ya ha cumplido Teresa Fernández Casado, sorprende y mucho todo en ella, su aspecto, su lucidez, su control de la situación y su desprendimiento. «Pero, sacarles chorizo y jamón y algo de beber», repite, y su hijo Amancio, explica: «Aquí todo el mundo siempre fue bien recibido, mi madre jamás torció el gesto cuando alguien venía a casa». Y Manolita, otra hija, también presente, añade otro matiz al carácter de ‘la abuela’:«Y para todos tiene palabras amables, jamás la escuché decir de nadie, por ejemplo, que lo ve muy gordo o cosas así, siempre recalca lo guapa que está la gente ».


- Está muy guapa Teresa.


- Pues claro; dice con una sonrisa mientras pide que le traigan las otras gafas.


«Es muy coqueta, siempre lo fue»; hoy, como le iban a hacer fotos, se levantó pronto, se arregló y se puso lo más guapo que tiene», porque, anda habitualmente en silla de ruedas, se arregla para todas sus necesidades, va al baño, se sienta siempre en el mismo lugar del escaño para comer, le gusta salir a la calle cuando hace bueno para estar con sus amigas —«por las tardes se junta con otra vecina que tiene 102 años, 212 entre las dos»— y llevar una vida muy tranquila, que ella define con eso de «como un mojón», recordando su vida vinculada al campo pues no debería hacer falta aclarar que los mojones son las piedras o similares que marcan las lindes del los terrenos, y deberían estar quietos, aunque a veces los mueven.


Sí tiene pasado agrario y ganadero Teresa, aunque es partidaria de ver la cara positiva. «Nosotros éramos ocho hermanos y como era la más pequeña pues ya me tocó trabajar menos». Ydespués tuvo nueve hijos, «de los que viven seis, dos de ellos murieron de niños»; con dos o tres años, nos explica Amancio, que «para septiembre hago los 90, pero no soy el mayor, es mi hermano Ángel, que está en León y ya tiene 91 años;entre él y nuestra madre suman más de 200 años».


Concretamente 201, lo que convierte a su hijo en un hombre récord pues parece ser —no hay muchas estadísticas sobre este tema—que es el hijo con el padre o la madre vivos más viejo de España. Teresa no es la más anciana de León pues vive otra mujer, Ángeles de la Fuente, que tiene 111.


Un récord, el de Ángel, que seguramente también podría ostentar Amancio, con casi 90, pues no es nada fácil la circunstancia de longevidad de dos generaciones, que les hace ser optimistas con ‘la abuela’. «La vemos tan bien, apenas toma medicamentos, que nos hacemos a la idea de tenerla todavía mucho tiempo con nosotros... y es tan fuerte», añaden recordando que superó un duro trance, en el que prácticamente la habían deshauciado, a punto de sedarla... y Tere salió adelante. «Y ahí está, recordando muchas historias, le gustan más la de antes».


No le afectó la famosa Gripe Española, ya tenía seis o siete años, y también superó el Covid, en la cercana localidad de Pobladura de Pelayo García. «Antes del Covid pasaba unos meses con cada hijo, pero entonces pensamos que era mejor que se quedara en una casa, no moverla, y lo pasó con Inma, cerca de casa», recuerda otra hija, Rosalina, que acaba de llegar. 


Teresa, también le ve la cara positiva a haber estado un tipo con cada hijo pues al recordarlo nos cuenta que «pude conocer Toledo, y Barcelona, Lloret de Mar, Madrid... mucho».


Inma (realmente se llama Felicísima pero nadie la llama así), con la que pasó la pandemia, fue recibida con mucha fiesta, pues era la primera chica después de Ángel, Amancio y Aquilino, que es el que ha fallecido (además de los dos que lo hicieron de niños).


En la casa vivieron del campo y la ganadería —«mi padre tenía buen capital»— por el Páramo, «uno en Zuares, otro en San Pedro de las Dueñas y los demás en Zambroncinos», trabajos duros pero  que les permitieron vivir con desahogo. La propia Teresa sufrió un accidente laboral con un azadón, al saltarle una esquirla, y perdió buena parte de la visión de un ojo. 


A Alberto Lozano, recogedor de historias, de Pobladura, le contó Teresa alguno de los trabajos de aquella época dura anterior a los regadíos: «Reuerda el regreso de los regadores cuando soltaban los machos de la noria y desfilaban desde las fincas hasta el pueblo por pedregosos caminos; cada uno volvía cuando agotaba la pozada; en lo  referente a la hora de salida del trabajo la falta de agua se antojaba más  certera que la alarma del mejor reloj suizo», pero también para ella había trabajos: «. Quiere recordar que, en principio llevaba a los bueyes a pastar, después los animales de tiro fueron  sustituidos por machos, de mejor rendimiento y rapidez en los trabajos. Sus  padres contaban con un buen número de ovejas que cuidaba el pastor, pero las recién paridas y sus corderos eran tarea de Teresa. Las llevaba al huerto todos los días para que pastaran a sus anchas hasta que las corderas estaban listas para aumentar el rebaño. También recuerda como su madre mezclaba los ingredientes del pan y después José y ella los removían con insistencia, hasta que la masa quedaba esponjosa y perfectamente religada. Después su madre cocía grandes hogazas en el horno de leña emplazado en la vivienda. (...) También estaba encargada de realizar algunas compras para las que necesitaba desplazarse a otra localidad. Bacalao, aceite… Una vez,  tendría sobre catorce años, se dirigía a Cebrones para realizar la compra cuando el macho se espantó con el pitido del tren que avanzaba por las vías paralelas y la arrojó al suelo. Por suerte no sufrió ninguna lesión grave».


Dura como una peña la tía Teresa, que ya lo ha visto casi todo, de la lámpara de quinqué a Internet, que se casó de negro, como mandaban los tiempos, que de las guerras recuerdan con un gesto de cierto desagrado que hubo jaleos que no fueron nada buenos, que fue una excelente cocinera e hijos y nietos dieron buena cuenta de sus dulces, que siempre tuvo la puerta abierta y una palabra amable, que bien sabían en el pueblo quién pasaba necesidades y había que ayudar, que se sigue poniendo guapa cuando van a hacerle fotos y que pronto pide que les saquen de comer. Muy grande Teresa.

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