Enrolla las camisetas y las coloca en el fondo de la mochila. Encima pone el hervidor de agua y la caja de cartón con las bolsitas de infusiones que prepararon el otoño pasado. Es lo único que se llevará del jardín. Cuando las tome se acordará de cómo le gustaba regar las plantas de hierbabuena por las mañanas, porque el olor le subía hasta la nariz y era la mejor forma de empezar el día antes de ponerse a soldar una nueva escultura de hierro.
De la treintena que llegó a tener, ya no queda ninguna en el patio. Algunas ha logrado venderlas, otras las ha regalado a los amigos. Sólo ha dejado, a propósito, la serie ‘Ideas salvajes’ que creó hace dos años. Son cuatro esculturas hechas sólo con tornillos, que ha puesto en espiral. Las abandona allí para que las roben los atrevidos, para que acaben en algún lugar que ella desconoce.
Le gusta esa idea.
«Esos tornillos son los que se te han caído a ti durante toda la vida», le habría dicho su padre, si su padre tuviera el suficiente sentido del humor como para decirle algo así. La tarde anterior le había llamado para anunciarle que Hans y ella no volverían a Múnich, donde le habían encontrado a él un trabajo en un taller, sino que se irían hacia el sur, tal vez a Italia o a Grecia, tal vez a ninguna de las dos, no lo sabían bien, ya lo irían decidiendo por el camino, dijo.
Su padre enmudeció. Estaba enfadado, no hacía falta que dijese nada. Le pasó a su madre. «Hija, ¿pero por qué? Con lo contenta que estaba de que volviérais después de cerrar ese sitio horrible. Ya has perdido mucho tiempo de tu vida ahí, ¿no te parece? Y ya tienes una edad, tendrás que ir pensando en tener niños en algún momento, en asentaros. ¿Qué tontería es esa de volver a la carretera?». Ella tampoco había contestado. En el fondo es más parecida a su padre de lo que le gustaría.
Ahora se le ha pasado el cabreo, pero le queda esa sensación que siempre tiene tras hablar con sus padres: ¿no estará retrasando lo inevitable? Prefiere no pensar en eso. Cierra la mochila y sale del jardín. Antes, acaricia una de sus esculturas. «Auf wiedersehen», murmura.
Auf wiedersehen, Tacheles
"Esos tornillos son los que se te han caído a ti durante toda la vida, le habría dicho su padre, si su padre tuviera el suficiente sentido del humor como para decirle algo así"
13/07/2016
Actualizado a
30/08/2019
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