"¡Ay Guzmán, cómo te han puesto!"

Por José María Fernández Chimeno

01/12/2020
 Actualizado a 01/12/2020
Estación del Norte de León (donde, entre el 8 y 9 de noviembre de 1899 llegó la estatua).
Estación del Norte de León (donde, entre el 8 y 9 de noviembre de 1899 llegó la estatua).
Durante años ha existido la sospecha, entre los leoneses, de que la inauguración de la estatua de Guzmán (el Bueno) tuvo todos los ingredientes de un vodevil, una comedia ligera y desenfadada tan apreciada en aquella época. ¿Cómo pudo suceder, que un insigne hijo de esta provincia tuviera que estar cubierto por un saco de arpillera durante cinco o seis meses? Como suele acontecer en estos casos, son más de una razón las que motivaron las críticas acervadas de la prensa local (La Montaña y El Campeón) y la rechifla –protesta de fina ironía- que tuvo en la peña de Los Bernesgos su más ruidoso exponente. Dicen las crónicas de la época que, con el más armonioso de los acompañamientos musicales, se oyó cantar, en tono de murga, la copla:
«¡Ay Guzmán, cómo te han puesto!
¡Hay que ver!, que capisayo.
Mucho mejor estarías
Con levita de don Cayo».

Para desentrañar los misterios de tanta espera no es necesario recurrir al más famoso de los detectives de ficción de aquella época, Sherlock Holmes, sino que basta con recurrir a las Actas de la Diputación provincial. En las mismas se constata que luego de seis años de espera (la reina regente, madre de Alfonso XIII, firmó el decreto real el 18 de julio de 1894 en San Sebastián, en pleno veraneo, en el palacio de Miramar; y el 15 de julio de 1900 se procedería a su inauguración), el proyecto que nació de una propuesta del periódico El Campeón y de las élites locales, fue recogido por el senador Gabriel Fernández de Cadórniga, quien promovió la iniciativa parlamentaria en abril de 1894, presentando una proposición de ley en el Senado que fue respaldada por todos senadores sagastinos, entre ellos don Pío Gullón Iglesias, y tuvo que pasar por una serie de vicisitudes azarosas, de las cuales la última sería su inauguración.Desde que la estatua de Guzmán (el Bueno) llegó a la Estación de Ferrocarril del Norte de León, entre el 8 y el 9 de noviembre de 1899, la Comisión provincial (de la Diputación) puso en marcha un plan específico, a cuyo frente estaba el arquitecto provincial Francisco Blanch i Pons (1887-1914). La recepción de la escultura conmemorativa tuvo lugar el 14 de noviembre del año en curso y al frente de la comitiva figuraba el presidente de la Diputación, D. Modesto Hidalgo Pérez. Todo hacía suponer que los hechos discurrirían con absoluta normalidad, cuando, en el Consistorio leonés –sesión ordinaria de 15 de noviembre-, fue leído un extenso informe técnico del arquitecto municipal Manuel del Busto «haciendo un juicio crítico del zócalo que se estaba construyendo para la verja que ha de circundar la glorieta de Guzmán el Bueno», y propone a los señores concejales que por razones de estética, economía y urgencia se suspendan las obras.Ajena a esta situación, la Comisión provincial había acordado encargar el contraproyecto del castillejo (para la elevación de la estatua sobre el pedestal) al experto arquitecto provincial y, posteriormente, previa declaración de urgencia, continuó pagando con cargo al «crédito general», consignado en el presupuesto para la estatua y pedestal, los gastos del traslado en camión desde la estación de ferrocarril hasta la glorieta. El 28 de noviembre del vigente, la escultura está ya a los pies del pedestal. Al día siguiente, el cantero y constructor D. Julio del Campo formaliza «por escrito acompañando el croquis del aparato para la elevación al pedestal de la Estatua de Guzmán el Bueno» los derechos de la subasta pública. [ADPL. Libro de Actas L-105, CD9]

Por contra, el proyecto pergeñado por el que fuera arquitecto municipal, D. Luis Domingo de Rute (1897-1899) –y modificado posteriormente por el arquitecto Blanch y Pons–, quedó inconcluso. Ante la penuria económica que arrastraba la alcaldía del Sr. D. Perfecto Sánchez Puelles, en sesión ordinaria del 4 de enero de 1900, se consumó el abandono definitivo de las obras del zócalo y verja, tras informar a los Señores Concejales que «vista la liquidación de las obras que se han ejecutado en la glorieta de Guzman el Bueno, para el zócalo de la verja que habría de circundar la glorieta, liquidación que asciende á la cantidad de 2.968,84 pesetas, y está suscrita por el Presidente de la Comisión de Policía, por el contratista y por el arquitecto, se aprueba por unanimidad y se acuerda que se pague un importe con cargo á su propio capítulo». El contratista presentó una instancia reclamando daños y perjuicios, por haberse ordenado la suspensión de las obras y por desistir en su terminación; pero la Comisión opta por indemnizarle con 182 pesetas. La causa de estas estrecheces económicas tenía su origen en una proposición suscrita por los Sres. Barthe, Sangrador, San Blas y Llamas, pidiendo «en atención á lo avanzado de las obras de San Marcos» con vistas a la llegada del 4º Depósito de Caballos Sementales, se aprobasen las bases de la subasta para adquirir recursos por una cantidad de 350.000 pesetas, con interés del seis por ciento anual.

La confirmación de que la escultura monumental está colocada sobre el citado pedestal, parte de la sesión ordinaria de 24 de febrero de 1900, cuando la Comisión provincial formaliza «el pago hecho á D. Julio del Campo por la elevación sobre el pedestal de la estatua de Guzmán el Bueno por mil pesetas», siendo cubierta hasta su inauguración con un saco de arpillera a la espera de que las obras de acondicionamiento del jardín se concluyeran. En esta ignominiosa situación se halla la escultura del héroe leonés, el 4 de mayo del corriente, cuando en sesión ordinaria, y a raíz de la impugnación que hace el Diputado Sr. Moran para que no se abone «la partida de veintidós pesetas, doce céntimos por la envoltura y cubierta de dicha estatua, cantidad que le parece excesiva por ser de arpillera y estar hecha en malas condiciones, hasta el punto que hoy se halla completamente destruida», otro Diputado, Epigmenio Bustamante, que preside la Comisión provincial, defiende el acuerdo que se tomó, porque «la cual si se hizo de arpillera fue en la creencia de que el descubrimiento habría de hacerse al poco tiempo, pero las obras que ha habido necesidad de practicar lo han demorado [tanto] dando lugar esto a los malos temporales á la destrucción de la cubierta». Este es el testimonio más revelador de por qué se demoró tanto la fecha de la inauguración de la Estatua de Guzmán el Bueno.Tal fue así, que surgió la inquietud en la sociedad leonesa de que la inauguración de la estatua no se hiciera con la solemnidad requerida y cabe aventurar, a tenor de lo expuesto, que la Excma. Diputación provincial estuvo esperando cerca de seis meses a que el Ayuntamiento de León colaborara en la medida de sus posibilidades. Mas, la postura de los Sres. Concejales del Consistorio leonés no había variado un ápice, hasta que el arquitecto municipal Manuel del Busto Delgado, uno de los principales detractores del proyecto del zócalo y la verja (por considerar que «se está haciendo un abrevadero» y estima suficiente rodear el monumento con un jardín y una acera), dimitió por razones desconocidas. Entonces, sin el respaldo del facultativo, y teniendo en cuenta que la estatua se iba a inaugurar, con o sin la colaboración del Ayto., en sesión ordinaria del 7 de junio del vigente, admitiendo su error inicial, fue leída una proposición del Comisario de paseos, Sr. Julián de León «proponiendo que se acuerde la colocación de una verja, ligera y sencilla, en la glorieta de Guzmán el Bueno, con el exclusivo objeto de evitar los perjuicios que los ganados causen en el jardín»; y defiende su más que justa proposición «por propia conveniencia y que reconoce todo el vecindario» [AML. Serie: Actas del Pleno 1900. Libro-P1].

El resto de la historia es de sobra conocida por los lectores de La Nueva Crónica [ver artículo publicado con el título Estatua de Guzmán el Bueno (y IV) (26-06-19)]: la inauguración, prevista para las siete de la mañana se adelantó a las cinco, pero sin la presencia de ilustres personajes, como el insigne mentor de la idea (el Senador Cadórniga), el arquitecto que diseñó el pedestal (Gabriel Abreu) y el escultor de la misma (Aniceto Marinas). Este hecho desató las críticas más ácidas del periódico El Porvenir de León (órgano del Partido Republicano), que calificó la inauguración de «burla sangrienta al pueblo leonés».

José María Fernández Chimeno es Doctor en Historia y experto en arquitectura.
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