Bajo la aurora boreal

Las auroras boreales y los paisajes árticos siempre han tenido para mí algo de mágico, e Islandia era un buen punto de partida para iniciarme en otro tipo de aventuras polares

Javier Valladares
05/09/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Los impresionantes monumentos naturales del sur merecen una visita obligada. | JAVIER VALLADARES
Los impresionantes monumentos naturales del sur merecen una visita obligada. | JAVIER VALLADARES
Islandia parece de otro mundo. Su clima gélido contrasta con el calor interno de la tierra que se asoma por todo el paisaje islandés. De esa manera Islandia es un contraste continuo entre hielo y fuego. Los glaciares y los hielos se mezclan con volcanes, fumarolas, y aguas termales. Al visitar esos parajes míticos de lo que se conoce como el «anillo de oro» del sur de Islandia, uno parece encontrarse en otro planeta. Algunos de los fenómenos geológicos más famosos del mundo se encuentran en esta zona.

Pero mi viaje soñado a Islandia tenía poco que ver con la geología. Las auroras boreales y los paisajes árticos siempre han tenido para mí algo de mágico, y este país era un buen punto de partida para iniciarme en otro tipo de aventuras más polares.

Las auroras boreales hay que verlas. No se pueden describir con palabras, ni siquiera con imágenes. La primera vez que vi una aurora fue en Diciembre de 2012. No pude por menos que echarme a llorar de la emoción. Es un fenómeno que te sobrepasa. Esa experiencia quedará grabada para siempre en mi memoria. He ido en busca de auroras en otras ocasiones pero esa fue la de mayor intensidad de todas las que he podido ver. Las auroras boreales no son sino los restos de las explosiones solares que nos llegan a la tierra en forma de lluvia de partículas. Estas partículas son atraídas por los polos magnéticos de nuestro planeta y liberan energía al contacto con la atmósfera, que es el efecto visible de la aurora. Pero estos fenómenos son de lo más caprichosos. Aparecen y desaparecen cuando quieren, y necesitan que por supuesto el cielo este despejado, e Islandia no se caracteriza precisamente por sus cielos despejados. Los inviernos Islandeses son duros, y coinciden con la época de auroras boreales. En los hoteles tienes pantallas con la predicción de auroras para los días siguientes, en función de diferentes modelos matemáticos sobre la actividad solar casi en tiempo real. También hay potentes aplicaciones para los móviles. Normalmente aciertan, así como las previsiones del tiempo. En una ocasión, después de dos días lloviendo sin cesar, las previsiones avisaban de una pequeña ventana de buen tiempo a las tres de la mañana con una actividad media de auroras boreales. Nos fuimos para la cama y pusimos el despertador. A las tres de la mañana estábamos a orillas de un fiordo con las cámaras preparadas, y allí apareció la mágica luz verde. Los compañeros que incrédulos se quedaron en el hotel, al día siguiente se arrepentían de no haberlo intentando como nosotros. Las auroras no son un fenómeno estático, se mueven y a gran velocidad sobre el cielo, apareciendo, desapareciendo, moviéndose y girando a veces sobre un centro llamado corona, o cayendo como filamentos que serpentean sin cesar.

Pero Islandia no es solo auroras boreales. Los impresionantes monumentos naturales del sur, ya por todos conocidos, y con nombres a veces impronunciables, merecen una visita obligada. En invierno las horas de luz son muy pocas, por lo que hay que aprovechar al máximo.

A parte de las enormes y archiconocidas cascadas, como Skogafoss, Gullfoss, Selfoss, Seljalandsfoss, o el impresionante Geysir, parada obligada es el lago Jökursarlón y sus icebergs, probablemente el lugar más fotogénico de Islandia. Al otro lado de la carretera en la playa, los icebergs nadan en la orilla, contrastando con gran belleza sobre la fina arena negra. Otro lugar mágico.
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