Con los ojos de la distancia
La escritora que por ahora cierra nuestro ciclo no es otra que la ponferradina Raquel Villanueva Lorca. A pesar de ser otra de tantas de las personas que ahora mismo engrosan en amplio número nuestra diáspora, en concreto hacia las hermanas tierras gallegas, ella es socia fundadora del Club Petronio, que intenta fomentar la lectura y activar la vida cultural de la ciudad de Ponferrada, en colaboración con diversos organismos públicos y privados, y en colaboración con ellos se hace presente siempre que puede. También a través de los múltiples proyectos (como este mismo) en los que León y el Bierzo se hacen presentes.
Raquel, como escritora, es, sobre todo, una excelente narradora que reconoce haber comenzado sus pasos en esta disciplina de manera tímida, plasmando en papel reflexiones, relatos cortos, e intentos de historias algo más completas y extensas (a veces también como estupendos artículos de opinión que comparte en diferentes medios). A pesar de esa timidez que la lleva por los caminos literarios poquito a poco, ha conseguido que diversos premios y menciones especiales en concursos de relatos jalonen su recorrido en el que ya encontramos varios libros publicados (‘La decisión de Elsa’, ED. Hontanar 2007; ‘La Cruz del Sur’, Editorial Fanes, 2015; ‘Relatos de una adoratriz’, 2018; ‘Relatos de mar y vida’, 2021) y diversas colaboraciones en reconocidas antologías, como en el libro de autores bercianos que se que se editó con motivo de la entrega del Premio de la Crítica Literaria 2018, que tuvo lugar en Villafranca del Bierzo a primeros del mes de abril del año 2019, o en los recientes libros homenaje a las poetas berciana Manuela López y Felisa García.Raquel Villanueva reconoce que divide su tiempo en tres facetas: lo leído, lo escrito y lo vivido, un trío de experiencias que terminan por conformar el todo que intenta ser. A través de ello, y de una forma u otra, la impronta del territorio berciano y de sus gentes (como aquellos otros en los que en algún momento ha vivido), queda aprehendida en sus muchas de sus historias y personajes, que habrán de descubrir a través de sus propias lecturas. De momento, aquí tenemos la impronta dejada por los montes Aquilianos. Raquel y los Montes Aquilianos «Nací al abrigo de sus laderas y mientras viví aquí, mientras estuve arraigada a esta tierra de carbón y pizarra, a esta ciudad de la niebla, los miraba pensando que era su inmensa sombra lo que preservaba el mágico valle berciano y todas las delicias que en el mismo se daban. Bajo esa misma sombra protectora, la ciudad y sus habitantes, dormían y vivían. Desde que mis ojos comenzaron a explorar la luz del mundo, su línea ha estado presente en el horizonte de mi mirada. Sin saber aún sus nombres, soñaba con elevarme por encima de ellos y descubrir todo el mundo existente desde allí tan lejos, desde allí tan arriba. Inmensos en su quietud, teñidos del morado del brezo y del amarillo de las escobas, del manto blanco de nieve en el invierno, contemplan el paso del tiempo desde hace milenios. Los Montes Aquilianos, desde cuyas cumbres llegué a descubrir que mi ciudad, que Ponferrada, no parece ser más que unos pequeños cuadrados que un niño travieso hubiera dejado diseminados, y yo, sintiéndome una mera hormiga, una mota de polvo comparada con su grandeza. Pronuncio sus nombres, y es como si pronunciara la palabra casa. Pico Tuerto, Cabeza de la Yegua, Pico Berdiaínas… Mágicos nombres y destacando entre ellos, soberbia y poderosa, La Aquiana, la reina indiscutible de todo el cordal y mudo testigo de leyendas y cuentos. Hoy, que tengo el corazón partido en dos, donde una parte es montañosa y la otra atlántica y marina. Hoy, que moro en un horizonte donde las elevaciones no dejan de ser pequeñas lomas de color verde intenso. Hoy, que he cambiado el morado del brezo por el amarillo del toxo. Hoy, que mis pasos transitan por los llanos y mi mirada se pierde sobre un horizonte oceánico. En este hoy, hay días en los que mi mirada se siente huérfana de su altura, días en los que mi cuerpo echa en falta su cobijo y su elevada presencia. Es entonces cuando pienso en regresar. Y cuando mis pasos me retornan al Bierzo, es su línea la que primero me asalta en la lejanía, entonces sé que estoy en mi hogar, sé que estoy en casa, en una de esas dos moradas que mi corazón dividido habita».
Y con la propuesta que nos ha dejado nuestra compañera Raquel Villanueva llegamos por fin al final de nuestro destino en este verano que hemos dedicado a recorrer León de una manera diferente, dejándonos llevar por las propuestas que las escritoras de las diferentes comarcas han querido dejarnos, propuestas que tienen que ver con sus recuerdos, con sus emociones y sentimientos, con esos lugares que han formado parte de su niñez, de su juventud, o que en el presente forman parte de su vida. Hemos ido zigzagueando de un lugar a otro conscientes de no seguir un orden lógico en nuestro recorrido, como si nos dejáramos llevar por ese impulso que a veces nos asalta en medio de un viaje emprendido y que, de repente, nos depara sorpresas maravillosas e inolvidables. Así ha sido este en el que hemos querido involucrarles. Esperamos que hayan disfrutado tanto como nosotras y que sea el comienzo de un largo y continuado camino para descubrir y disfrutar de esta maravillosa provincia que tiene tanto que depararnos. ¡Quién sabe! Tal vez volvamos en otro momento con nuevas propuestas. Mientras tanto les agradecemos su lectura y les recomendamos que disfruten del otoño de nuestras comarcas, porque en todas ellas es espectacular.