«He dedicado mi vida al cuidado de las personas, soy enfermera de profesión y escritora de vocación». (Beatriz Abad)
Lleva recorrido un buen número de localidades grandes y pequeñas, dentro y fuera de la provincia, de la mano de la historia de su último libro, una historia muy particular porque –a diferencia de las que había escrito hasta ahora, todas ellas de ficción aunque es verdad que alguna de ellas con corte de novela histórica- es biográfica, relata la vida real de una leonesa que, desde bien joven, decidió seguir un camino muy diferente al que podía esperarse, en su tiempo para las niñas de su edad y de su entorno, un libro que, al decir de Julio Llamazares, buen conocedor del personaje y de la zona a la que pertenece, es «(...) la biografía de una niña de un pueblo de León que cada noche de Reyes soñaba que le traían un balón de fútbol, la misma niña a la que los niños del pueblo no dejaban jugar con ellos porque «el fútbol no era un juego para niñas», pero que con el tiempo acabaría por ser la primera futbolista leonesa internacional cuando el deporte rey daba sus primeros pasos entre las mujeres»; un libro que le ha traído muchas satisfacciones a su autora, enganchada desde el primer momento a la biografía que había de retratar, porque le ha permitido relacionarse con mucho público diferente, especialmente con multitud de niñas que hoy han hecho de este deporte una pasión totalmente normalizada.
Quizá ya han descubierto que, efectivamente, hablamos de Beatriz Abad (San Félix de la Vega, 1958), escritora leonesa que no hace demasiado tiempo que llegó al mundo de las publicaciones pero que, desde el momento en que lo hizo, allá por 2020, ya no ha podido parar, habiéndonos regalado desde entonces media docena de títulos publicados, el último de ellos, precisamente, ese 'Celsa García Robles, leyenda del fútbol femenino'. Una historia real, que, tras gestarse durante casi dos años, salió al público coincidiendo con la polémica suscitada por lo sucedido entre Jenny Hermoso y Luis Rubiales. Además de estas, Beatriz viene participando habitualmente en múltiples publicaciones corales (es, por ejemplo, una de las últimas escritoras que se han incorporado a ese múltiple homenaje que, cada mes de marzo, le dedicamos a una de las damas de nuestras letras), que se aproximan en número a la veintena y entre las que se encuentra también una novela coral. Eso no es todo, relatos, microrrelatos, poemas y pensamientos suyos podemos encontrarlos a menudo en sus redes y, varias veces al mes, a través de las páginas virtuales de la revista literaria masticadores.com, con la que lleva colaborando (bajo la precisa batuta de Felicitas Rebaque, que actúa como editora de la misma) ya va para dos años, y donde podemos encontrarla buscando tanto la etiqueta de su nombre como la de Masticadores LEÓN. Como este poema, muy propio de momentos como los que estamos viviendo: «Respirar./ Respirar. Vivir. Morir./ Respirar y no morir en el intento./ Duele el alma,/ y el respirar duele,/ como una madre que pierde al hijo,/ como un hijo que pierde la vida./ Respirar hasta que duela el aire/ traspasando el umbral del dolor,/ y dejarse ir./ Dejarse ir…».
Beatriz Abad se define a sí misma de la siguiente manera: «he dedicado mi vida al cuidado de las personas, soy enfermera de profesión y escritora de vocación», aunque cuando hablas con ella rápidamente te das cuenta de que esa vocación de la que habla con respecto a la escritura también ha estado siempre presente en la primera (ella dice que una enfermera lo es para siempre). Y en ese cuidado de las personas combina ambas circunstancias porque si antes se dedicaba a cuidar su salud física, de alguna manera ahora –a través de su escritura- podríamos decir que sigue contribuyendo a cuidar una salud más emocional, pues en muchos de sus escritos nos deja plasmadas, ideas, sensaciones y vivencias que le van surgiendo al paso, por ejemplo, de esos paseos de silencio y soledad con los que consigue «empaparme(se) de sonidos, colores, sensaciones. Me recreo viendo correr el agua de un río, escuchar su sonido, me encanta el agua de lluvia tras los cristales, pisar la nieve y me encanta el mar. Me relaja pasear por la arena escuchando el rumor de las olas. Me gusta el otoño con su gama infinita de colores, y esas tardes de chimenea, mantita y libro», circunstancias que a menudo contribuyen también al bienestar de quien la lee. Y reconoce que jubilarse profesionalmente de una ocupación que durante tanto tiempo la hizo feliz, le ha permitido dedicarse plenamente a esa otra faceta de su vida, a esa otra vocación que la «hace volar», una vocación que la acompaña desde niña cuando ya salía a sus paseos campestres acompañada siempre de una libreta y un lápiz donde plasmar las sensaciones que le producían el sonido de los pájaros, el rumor cantarín de un arroyuelo, el sonido del viento entre las hojas... Adormecida esta costumbre mientras duran «sus mundanas obligaciones del día a día como madre trabajadora», como ella misma las define y que sin embargo no la impiden disfrutar de cada momento de su vida, esa pasión vuelve con fuerza de la mano de un acontecimiento muy personal pero también definitivo. Corre la navidad de 2018 cuando su hija regala a Beatriz un libro en blanco. Su única pretensión: que su madre le cuente curiosidades sobre su vida. Y ese simple gesto le sirve como pistoletazo de salida para poner nuevamente en marcha su pasión latente.
Y comienza un proceso que ya no puede dejar. Mientras completa el cuaderno que más tarde dará paso a su segundo libro 'Pensamientos a la luz de la luna' (2021), un relatario intimista, muy personal, comienza a fraguarse la que será su primera novela, 'Cicatrices en el alma. Una lucha por la vida', que verá la luz en 2020. Los mimbres están definitivamente armados. El latido literario que Beatriz lleva en su interior, desde siempre, sale por fin de su adormecimiento para convertirla, al fin, en la escritora que siempre quiso ser. Y en el año 2021, con ese segundo libro y su jubilación definitiva de la que fuera la profesión que la hizo feliz, Beatriz comienza a dedicarse por completo a esa otra pasión que sigue contribuyendo a mantenerla vital y a llenarla de felicidad, a la que verdaderamente la hace volar: LA ESCRITURA.
Acercándonos al final del recorrido de hoy, diremos que, de las diferentes obras publicadas hasta ahora, dos son las que más conexión tienen con nuestra provincia; la primera, aquella con la que comenzábamos este recorrido, pues no en vano nos habla de un personaje leonés real, muy conocido en el mundo deportivo no solo de dentro sino también de fuera de León; la segunda porque, aunque novela, en realidad historia novelada, nos lleva a tierras en las que comenzó una parte de la tradición leonesa. Esa obra no es otra que 'El valle del Ornia', una novela de corte histórico, protagonizada por la tribu astur de los orniacos, donde podremos encontrarnos con la forma de vida de unas gentes que habitaron mucho antes de que llegaran los romanos, unas tierras que ella conoce muy bien y sobre las que se ha documentado adecuadamente antes de crear dicha obra, unas tierras por las que el verano pasado nos invitó a transitar en nuestro especial veraniego, a través de lugares marcados por el halo misterioso y mágico del Teleno que aún hoy, en nuestro presente, siguen mostrándonos su hechizo, donde –como nuestra autora- podemos sentir como el silencio nos habla desde las piedras y el rumor del agua, y como nuestros pasos son acariciados por el rumor del viento que, en más de una ocasión, nos permitirá evocar aquellos paisajes e historias de antaño; un recorrido al que la propia Beatriz nos incitaba de la siguiente manera: «Una suave nube de algodón se posa sobre la cima del pico más alto de los Montes de León, el Teleno. Con mi mochila a la espalda, asciendo las suaves laderas del monte con la intención de llegar al nacimiento del río Duerna, Ornia para la tribu de los orniacos, una de las veintidós tribus astures que habitaron estas tierras hace más de dos mil años. Mis antepasados eran grandes conocedores del valle, un valle fértil por sus productivas tierras, bañadas por las aguas de un río que en invierno se desborda y en verano prácticamente se seca, y que entre sus finas arenas guardaba un impresionante tesoro: oro. No hablamos del oro de los romanos, no. Los orniacos ya trabajaban la extracción de tan preciado metal antes de que ellos llegaran a sus tierras, alertados por la riqueza que se escondía entre sus piedras». (Beatriz Abad en 'Siguiendo el rastro de los orniacos'.)
Beatriz Abad sigue, en esta nueva etapa de su vida, buscando el bienestar y el cuidado de todos aquellos que se encuentran a su alrededor, ahora facilitándoles el beneficio de una medicina que no trae incluidas contraindicaciones: la palabra. Les invito a descubrir sus obras y a leerla.