Benito Huerto, vecino de Lodares: "Fue triste dejar la casa, pero estaba la ilusión de la aventura"

Natural de uno de los pueblos sumergidos bajo las aguas del embalse del Porma, presenta este lunes su primera novela, 'Los mugidos del agua', en la Sala Región del ILC

14/04/2025
 Actualizado a 14/04/2025
Benito Huerta presenta este lunes 'Los mugidos del agua' en la Sala Región del ILC.
Benito Huerta presenta este lunes 'Los mugidos del agua' en la Sala Región del ILC.

Benito Huerta nació en el desaparecido pueblo de Lodares unos años antes de la inauguración del pantano que hundió el valle donde se asentaba su casa. Aquel acontecimiento lo atesora el leonés en su memoria como si hubiera ocurrido ayer. «Esas cosas te dejan marca y es difícil que se olviden porque ver cómo ahogan tu pueblo...», comenta antes de apuntar: «Yo al mío no lo vi ahogar, marché antes, pero vi ahogar a los de al lado, tirar las casas... Todo eso impacta».

Tenía unos quince años cuando se convirtió en testigo de la destrucción de la casa de sus amigos. «Los que éramos jóvenes entonces tiramos con la mochila que nuestros mayores cargaron siempre», explica el vecino el Lodares: «Es bastante frecuente acordarte de ello». Esa memoria lúcida se transformó hace algo más de un año en el borrador de la publicación que sería ‘Los mugidos del agua’, editada por el sello leonés Lobo Sapiens; una publicación cuyo proceso de escritura se remonta a la época de la pandemia. Aquel tiempo de encierro le sirvió al autor para recurrir a unos recuerdos que acabaron plasmándose, a caballo entre realidad y ficción, sobre su novela. «Lo que no quería hacer era una autobiografía», confiesa: «Y, tirando de memoria, me salió digamos que una autobiografía pero novelada». 

Aficionado como es a la lectura, Benito Huerta es el creador de la página web ‘Amigos de la montaña del Porma’, en la que incide «con mayor profusión en los pueblos desaparecidos» bajo las aguas del embalse, «para aflorar de la memoria las gentes que los habitaron y permitir, en cierto modo, recuperarlos de la devastación y el olvido a que fueron condenados». Una premisa similar, aunque más fortuita, es la que subyace de las páginas de su primera novela. «Y la última, seguro», apostilla un autor que «lo que menos había pensado era en que iba a publicar» ‘Los mugidos del agua’. «Al final terminó gustándome», relata: «Un día se lo comenté a un amiguete que es fiólogo y que sabe bastante más que yo, que no sé nada, y me dijo que tenía que publicarlo». Después de eso y tras una sofocante vorágine editorial, el contacto de Huerta con el responsable de Lobo Sapiens dotó a la obra de un buen poso de realidad hasta que en marzo de este año saliera definitivamente a la luz.

"Los que éramos jóvenes entonces tiramos con la mochila que nuestros mayores cargaron siempre"

Ambientada en los años sesenta del pasado siglo, la novela de Huerta adquiere la mirada del niño que fue su autor para contar la historia de un grupo de escolares que se entera por su maestra de que un enorme embalse hará desaparecer su valle junto a los ocho pueblos que lo integran. Un hecho real ficcionado por un leonés que tiene su marcha de aquellos lares muy presente. «Para nosotros fue difícil, pero éramos chavales y veías la ciudad como un lugar donde había televisión, fútbol, chicos y chicas y otro ambiente que, quieras o no, con quince años te llama la atención y te gusta», cuenta Huerta sobre su salida del valle rumbo a la capital provincial: «Lo que más recuerdo es que fue triste dejar la casa, pero también estaba la ilusión de aquella especie de aventura, de irte a un mundo que no conocías». 

El vecino de Lodares no regresó a su ya desaparecido pueblo hasta unos años después. Aunque su obra saca a relucir la mirada adolescente sobre aquellos tiempos, el autor la presenta como «un canto a la memoria, a lo que fue y ya no es, pero también una dencuncia de las iniquidades que el progreso impone y un fiel reflejo de las costumbres y emociones de unos jóvenes inmersos en las pautas de la tradición vecinal y familiar de la época». Todo en una oda a los recuerdos de una tierra aminorada y desaparecida que rinde homenaje literario a sus vecinos y antepasados. «Desaparecer un valle no es ninguna tontería y eso marca, deja huella», resuelve: «Está en el recuerdo de gente mayor como le ocurrió a mi madre, que lo llevaba siempre presente y, a cualquier hora, era imposible que no se acordasen».

Esos recuerdos reflotan cada año durante la romería de la Divina Pastora que se celebra en agosto. El Gamonal de Lodares se convierte entonces en escenario para una cita de los descendientes de la localidad. Una cita en la que suelen repetirse las conversaciones. «¿Te acuerdas de aquel día? ¿Te acuerdas de tal y cual?», parafrasea Huerta, que recurre habitualmente a sus experiencias en su pueblo natal. «Yo ahora soy casi como era mi madre porque, cuando me encuentro con una amiga y empezamos a hablar, me acuerdo de cuando nos subimos a bañar y comimos allí y luego nos dimos un paseo», cuenta: «Sigue estando muy presente, no se olvida... Pero pasa en las personas de Lodares, en las de Vegamián y en todos los demás». 

Ese lunes, a las 19:00 horas, la Sala Región del ILC se convierte en escenario para una puesta de largo de ‘Los mugidos del agua’. El evento, como la publicación, se presentan como el punto de encuentro que los vecinos del anegado valle necesitan y celebran. La novela de Benito Huerta se presenta así como con la forma de unas páginas que consiguen que la memoria escape del olvido.

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