Si a alguien le incomoda que un montaje de ópera se adentre en la violencia o el erotismo, Calixto Bieito responde: que lean el libreto. En ‘Giulio Cesare’, quizá el título más popular de Händel después del ‘Mesías’, el argumento recrea el afán de poder de distintos personajes (el emperador de Roma, la reina de Egipto, el hermano de ésta), que recurren sin dudarlo a la seducción, las manipulaciones, la mentira y el acoso. ¡Si hasta Ptolomeo corta la cabeza a Pompeyo y se la envía de regalo a su rival, César! En enero de 2023, el director de escena de Miranda de Ebro (1963) presentó un nuevo montaje en Ámsterdam, coproducido por el Liceu de Barcelona. Con un tono lleno de ironía, lanzaba una crítica a las élites y su amoralidad.
Meses después de otra obra barroca -el ‘Eliogabalo’ de Cavalli en Zúrich-, situó esta ópera de 1724 en el presente, en un país desértico y petrolífero (¿Qatar?). El decorado de alta tecnología lo concibió la alemana Rebecca Ringst, su colaboradora desde 2008 y ganadora del Max de escenografía. En medio de un escenario vacío vemos una inmensa caja transparente y giratoria, muy inquietante; se inspira en el futurista pabellón de Arabia Saudí para la Expo 2020. En ella se proyectan imágenes del subconsciente de los personajes. Bieito, siempre provocador, subraya cuán lejos pueden llegar algunos por su sed de riqueza, y se pregunta si César y Cleopatra están juntos por amor o por interés.
Este jueves Cines Van Gogh retransmite –grabada– una producción que reunió a un elenco de verdaderos especialistas. Como Cleopatra, la soprano francesa Julie Fuchs (1984) domina el vibrato, tiene un timbre cristalino y hace creíble tanto la faceta vulnerable como la seductora. Su compatriota el contratenor Christophe Dumaux (1979) apabulla, en la piel de César, con su ‘fiato’, su agilidad y precisión en las florituras. El joven canadiense Cameron Shahbazi (1992), un ciclón de energía, encarna al malvado Ptolomeo con perfecta dicción.
A los mandos de la orquesta, una experta: la francesa Emmanuelle Haïm (París, 1962) y su conjunto Le Concert d’Astrée, que fundó en Lille en el año 2000. Sentada en el clavecín, insufla vida y énfasis a los recitativos, siempre con el tempo adecuado y con un sonido cálido y variado, lleno de juegos de acentuación. Ya había participado en cuatro producciones de esta obra, incluida una con Natalie Dessay en París.
‘Giulio Cesare’ se estrenó con éxito el 20 de febrero de 1724 en la Royal Academy of Music de Londres, compañía creada por un grupo de aristócratas y por el rey Jorge I para representar óperas italianas. En sus nueve años de existencia (de 1719 a 1728), su responsable artístico fue el alemán Georg Friedrich Händel (1685-1759), instalado en Gran Bretaña desde 1712 (y nacionalizado inglés más adelante). Entre sus funciones, escogía el repertorio, contrataba a los cantantes, comandaba la orquesta y, por supuesto, componía obras propias.
Esta fue la quinta de las trece óperas que presentó allí. La escribió con 38 años, en colaboración con el dramaturgo Nicola Francesco Haym, que adaptó un libreto previo del italiano Bussani para otra ópera de Antonio Sartorio. Narra el romance entre Julio César y Cleopatra en Alejandría en el año 48 a.C. Su combinación de intriga política y enredo amoroso y la caracterización psicológica de sus protagonistas convencieron al público. También su virtuosismo vocal: contó con la soprano Francesca Cuzzoni y el castrato Senesino, ambos estrellas mundiales.
Durante las siguientes décadas, se extendió por Europa. Tras caer en el olvido durante el siglo XIX, ha ido regresando progresivamente, como el resto del repertorio barroco. Hoy quizá resulte algo rígida su estructura de números cerrados (recitativos y arias), propia de la opera seria napolitana, dominante en la primera mitad del siglo XVIII. Pero deslumbran las exquisitas melodías de un Händel en estado de gloria que aquel año firmó también ‘Tamerlano y Rodelinda’. No solo en arias inolvidables como ‘Piangerò’ o ‘Se pietà’, sino también en pasajes instrumentales, como el solo (‘obbligato’) de violín de ‘Se in fiorito’ o el de trompa de ‘Va tacito’, que además ilustra las intenciones del villano: es un instrumento asociado a la caza, y en esa escena Ptolomeo pretende tender una trampa a César. Genio de la orquestación, evitó la monotonía del recitativo barroco -’secco’, solo con clavecín- al introducir otros instrumentos –‘accompagnato’–. No hay mejor ejemplo que el célebre ‘Alma del gran Pompeo’, uno de los más profundos jamás escritos.