Allí donde los reyes de León y miembros de la alta burguesía de antaño se retiraban en época estival de sus tareas rutinarias. Origen espacial de una tierra percibida por muchos como imaginaria, pero ubicada realmente en la provincia. La expresión que lleva su nombre cobra especial sentido en ‘Yo, mi, me, conmigo’; un cortometraje dirigido y guionizado por Alicia Van Asshe –autora del largometraje ‘Donde la vida puede ser’, que formó parte del Festival Internacional de Cine de Ponferrada el año pasado– y ambientado en la paradigmática y encantadora comarca leonesa de Babia.
«Nemesio pastorea ovejas en Babia. Vive como hace un siglo, sin agua corriente y a ratos sin luz. Su forma de vida es hoy una posible opción para un grupo de personas que necesita calma, que busca silenciar el ruido mental». Así introduce una breve sinopsis de la cinta con fotografía de Óscar Raimóndez y Álvaro Mascarell, montaje de Marino García, sonido de Iván Belenda y producción de Álvaro Naveira y Tamara Hermo. El filme se convirtió este lunes en uno de los protagonistas de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, Seminci, de la mano de su proyección.
Consolidada como uno de los festivales más prestigiosos de Europa, la cita cinematográfica congrega en cada edición a una gran cantidad de reconocidos autores y a nuevas promesas, trazando así una panorámica del ambiente cultural del país. Este año, la provincia leonesa está presente por cortesía del corto producido por el equipo de Big Little Eyes, que tiene más de una década de experiencia en contenidos desarrollados en contextos rurales y está vinculada con la berciana Mil Ojos Producen, especializada en vino y gastronomía.
Con ‘Yo, mi, me, conmigo’, la Seminci vallisoletana se rindió ante la búsqueda de la soledad que procura apagar el ruido interno, tan común en la realidad acelerada de estos tiempos. «El documental habla de la soledad elegida, de la calma que busca un grupo de personas». Habla de la paz que reside en la tranquilidad y del retiro escogido en contacto con la naturaleza. Habla de escuchar a la montaña y convertirse en parte de ella, sin incordiar, como le ocurre a Nemesio. Él, acostumbrado a la vida austera del campo en que trabaja. Sus visitantes, al encuentro de una verdad que sólo se encuentra ahuyentando el fragor de la ciudad.
