Carlos Cuenllas, leonés por encima de todo

Por Gregorio Fernández Castañón

14/03/2024
 Actualizado a 14/03/2024
El artista en su ‘Coche de carreras Nº 19’. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN
El artista en su ‘Coche de carreras Nº 19’. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Alemania, Argentina, Australia, Bélgica, Brasil, Colombia, China, Ecuador, Italia, Japón, México, Panamá, Chile, Perú, Polonia, Portugal, República Checa, Uruguay, Venezuela y… (¡uf!), sin salir de la piel del toro, su obra fue vista además en Madrid, Barcelona, Santander, Santiago de Compostela, Guadalajara, Logroño, Valencia, Sevilla, Jaén, Palencia, Ciudad Real, Ávila, Murcia, Toledo, Oviedo, Huelva, Cartagena, Valladolid, Segovia, Soria, Zamora, Palencia, Salamanca, Burgos o, para no cansar en exceso, entre otras ciudades, en… León, la ciudad donde nació hace ya, de aquello, cincuenta y cinco años.


Estoy hablando de Carlos Cuenllas. Intento presentar al licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, también docente de Educación Plástica, Visual y Audiovisual y de Expresión Artística, pero sobre todo la persona amable y sonriente que llegó puntual a la cita.


–Buenas tardes, Carlos.


Y Carlos, desde el minuto ‘cero’, se dejó guiar, mientras le ‘maltrataba’ con mis exigencias… fotográficas: «ponte aquí; súbete al coche; agarra el volante; sujeta el respaldo (para que se vea bien tu firma); mete la cabeza en la ‘O’ (de LeÓn) de tu propia escultura Fisura XV, aunque… –¡cuidado!–, no tanto para evitar esos brillos…».


¿Me creéis si os digo que Carlos jamás perdió su sonrisa en las casi dos horas que anduvimos de acá para allá para conocer su obra, en León, pero sobre todo para que yo, disimuladamente, le conociera un poco más? Sonreía continuamente e incluso me pedía disculpas: «Perdona: ¿te parece bien así?». 


¡Qué grande y qué sencillo a la vez!


Empezaré destacando de él su labor como docente, porque tal vez sea ahí donde radique su genialidad, sin perder en ningún momento su condición humana. Y me explico: Carlos Cuenllas es uno de los ‘profes’ del colegio Maristas San José, cuya labor didáctica –en mi opinión– se acerca a lo divino. Y porque se lo digo, se ruboriza como un adolescente. Sus alumnos son lo primero. Y con ellos ha realizado diversas actuaciones en la ciudad dignas de ser reconocidas. La escalera de la vida, en la calle Álvaro López Núñez, es todo un ejemplo de amor hacia el arte y hacia la literatura de esta tierra nuestra (allí, para los que no la conozcan, estuvo varios días trabajando con sus alumnos para darle color y, después, dejar en los escalones el nombre de diversos escritores leoneses). Un acierto que se ha de destacar porque la unión (literaria y artística) a pie de calle o, si se prefiere, alejado de la sombría frialdad de un aula, ha de encender alguna luz, sin duda alguna, en sus educandos. Pero aún hay más, mucho más: Carlos Cuenllas, junto a sus alumnos, ha llenado la ciudad de murales para restaurar zonas vandalizadas o para abrir conciencias sociales; ha diseñado determinados regalos para ofrecer a los peregrinos que dejan huella a su paso por León o para hacer ‘bonitas’ determinadas tapas de las alcantarillas con fines –siempre– culturales o, en fin, se preocupa de organizar con ellos, con sus alumnos, exposiciones temporales de otros artistas, invitando a estos a que les expliquen, in situ, su obra. Termino: Carlos Cuenllas, profesor, ha impartido diversos talleres organizados por la Universidad, por ayuntamientos, diputaciones o por determinados museos y centros de formación del profesorado.

 

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La sonrisa del artista reflejada en una de sus obras. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

A Carlos Cuenllas se le conoce sobre todo como escultor, pero la realidad es que su obra es multidisciplinar. Trabaja la escultura, sí, pero también la pintura, la fotografía, la video-creación, el performance… Diseñador, también, de mobiliario, de logotipos, de trofeos… Y ante tanta variedad de disciplinas, como no podía ser de otra forma, utiliza toda una variedad de materias: acero inoxidable, mármol, madera, resina, cristal, espuma, arcilla, hierro, cobre y un largo etcétera. 


Su obra pública se cuenta por decenas y está repartida por medio mundo. En León, en concreto, tres de sus esculturas están relacionadas con el Camino de Santiago (en Carbajal de la Legua, en Mansilla de las Mulas y en Bercianos del Real Camino). En Carbajal de la Legua dispone de otra más; tiene dos en Valporquero y dos en la ciudad de León, de las que más tarde hablaré. Quiero destacar, por último, esa colección de siluetas (más de treinta) que, hechas en acero inoxidable y distribuidas por diversos puntos de la ciudad (calles y fuentes), pretenden de alguna manera homenajear a determinados personajes o profesiones: músicos, poetas, papones, deportistas…


A lo largo de su carrera artística, Carlos Cuenllas ha recibido diversos premios, entre los que destaco los siguientes: Premio Adquisición de Escultura C. Ciudad de Alcorcón, Primer Premio de escultura Universal Sevilla y Premio-Beca del ILC (Instituto Leonés de Cultura) de la Diputación de León. La Junta de Castilla y León le premió en tres ocasiones: dos en la modalidad de escultura y una más en la de instalación. 

Esculturas en la capital


Por problemas de espacio, he de dejar al margen las piezas escultóricas que Carlos Cuenllas tiene, en depósito, en el Centro Leonés de Arte, perteneciente al ILC., con una salvedad: todas ellas encierran una sorpresa. Las hay que pueden moverse (y por ello cambian de aspecto); las hay didácticas (como ese pedestal que lleva un ‘YO’ escrito en su ‘carne’, cuyo interior –hueco y con una escalera– se puede convertir en el archivo, por ejemplo, de una biblioteca (los alumnos pueden escribir el nombre de autores y/o títulos de libros), y las hay que parecen a simple vista una cosa (una apisonadora o un barco), cuando en realidad son «muebles» decorativos, eso sí, con otra utilidad: la de almacenamiento. Espectaculares. 

 

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Carlos Cuenllas, leonés por encima de todo. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Y espectacular y tentador es, sin duda alguna, su Coche de carreras N.º 19, ‘aparcado’ actualmente al inicio de la calle Ordoño II. Realizado en el año 2015, el espectador puede interactuar con él, formar parte de la propia escultura, entrando en su vientre y sujetando el volante, antes de tomar la decisión de recorrer el mundo sin moverse del sitio. Un gran y atractivo ‘juego de niños’, especialmente para los más peques. Una pieza futurista, sí, pero también catalogada dentro del minimalismo y del arte pop, que tiene en su nombre una peculiaridad que conviene airear (y yo aprovecho) para entender el porqué: Carlos Cuenllas ha puesto el número 19 en la carrocería (y título) de su obra/coche de carreras por un motivo muy intimista: haciendo referencia a la fecha de nacimiento de su mujer y de su hija.


Muy recientemente, también realizada en acero inoxidable y acero corten, una nueva escultura de Carlos Cuenllas, con vocación en este caso de quedarse, fue ‘plantada’ en las inmediaciones de la plaza de Guzmán, esquina con la calle Ordoño II. Al ciudadano y visitante ‘de a pie’ se le pide que la ‘riegue y cuide’ con su respeto para que el fruto/nombre de León (palabra que se puede leer, incluido el hueco de la ‘O’, en una de sus caras) pueda viajar en los álbumes fotográficos como recuerdo de una ciudad histórica y acogedora: León.


El autor, en este caso, tituló esta pieza Fisura XV (XV por ser el día en que nació su hijo). Un ‘donut’ artístico que también es conveniente, si no obligatorio, ‘degustar’: el hueco de la pieza (esa ‘O’ tan especial) está diseñado con el fin de que el espectador se lleve un grato recuerdo de León si hay alguien, al otro lado, que ‘congele’ el momento en que le ‘pilla’ metiendo la cabeza, justo, donde… debe. Los reflejos de esta pieza, tanto en las zonas curvas, como en las planas, forman parte también de la personalidad escultórica de un autor de reconocido prestigio. Reflejos tentadores, en este caso, para cualquiera, como yo, que busca y encuentra motivos para escribir, con la ayuda de la luz (y una cámara fotográfica), poemas efímeros y por lo tanto inacabados, pero siempre distintos, y tan bellos y perfectos porque están hechos con la miel que brilla con los pasos del sol y mancha la noche con su aliento rico y oscuro.
 

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