Acabamos de finalizar el mes de marzo, un mes que se ha convertido en núcleo de homenajes para algunas mujeres que están y otras que han sido, así que qué mejor que hoy, apenas a tres días del homenaje que familiares, amigos y compañeros le han tributado, el sábado 30, a la gran Carmen Busmayor en su querido pueblo, a pesar del mal tiempo y las inclemencias con que terminaba marzo. Busmayor, el nombre de un pueblo cuyo topónimo acabó tomando prestado como apellido literario, para el resto de su vida, a instancias de otro berciano importante en su vida como fue el propio Antonio Pereira y que la define hasta tal punto que pocas son las personas, fuera de su ámbito más cercano, que saben que en realidad el nombre de Carmen Busmayor no es otro que el de Mª del Carmen López.
Circunstancias personales me impidieron acudir hasta allí en persona este sábado, pero lo que sí tenía claro es que Carmen no podía quedarse en estos día sin mi apoyo incondicional, y qué mejor que hacerlo a través de esta sección en la que durante años llevo dando voz y presencia a tantas mujeres. Ella fue una de las primeras protagonistas a las que volví mi vista (no podía ser de otra manera porque hablar de Carmen Busmayor en León es hablar de todo un referente literario); ahora se daban las circunstancia para volverla a traer de nuevo buscando en su perfil un aspecto del que habitualmente no se hable, por no redundar en lo que sin duda otros dirán de ella.
Y lo encontré, un muy particular homenaje en el que unir a Carmen Busmayor y a Manuela López Gª, dos escritoras bercianas de dos generaciones diferentes entre las que creció una profunda y sincera amistad basada en el respeto, el cariño y la admiración mutua entre sus respectivas obras. Y es que, en los trasiegos en los que me encuentro día a día, especialmente dándole a Manuela López la voz de la que durante tanto tiempo se la privó, se estrechan entre ellas los lazos que las unieron mientras comparto versos de ambas en todo un encuentro poético que transita en torno a un siglo de poesía escrita por mujeres, con el que pretendo dar a conocer a la una sin olvidar los versos de otras de ahora.
Mas, centrémonos en ellas. Se conocieron ambas hace ya varias décadas, cuando Manuela ya tenía una edad y Carmen era apenas una joven que comenzaba a despuntar con fuerza en el universo de las letras poéticas. Compartieron versos y amistad, una amistad que duró hasta que un 2 de enero de 2005 la Parca se llevó consigo a una Manuela ya cansada de vivir, y de sufrir.
Carmen la visitaba siempre que podía y, cuando no, mantenía conversaciones telefónicas con ella. Le dedicó artículos y palabras. Primero había sido Manuela la que le regaló sus versos, como tenía por costumbre con aquellas personas que le tocaban el corazón; más adelante vendrían los versos, las palabras en forma de artículos, con los que Carmen trató de descubrirnos a la gran poeta que Manolita (como siempre le ha gustado llamarla, en respuesta a los propios deseos de la cacabelense) fue y sigue siendo. De aquellos primeros tiempos de su amistad surgieron, por ejemplo, los versos de este ‘Poeta’ que a continuación transcribimos y que le dedica a la ya amiga, en un tiempo en el que Carmen aún no había optado por el nombre, el literario, con el que hoy ya todos la conocemos. Este es el poema y su dedicatoria:
‘Poeta’
(A mi querida amiga la poeta Mary Carmen López)
Te has erigido sobre la faz del alba
con el pulso en vanguardia
para precipitarte anhelante en el poema,
y te has hecho costumbre,
cosecha de trigo y de tormenta
con las manos reptantes
en la carne del verso
para morir en el éxtasis
de la emoción más honda.
La luz te conmociona
dilatándote el pecho,
acariciando tu voz, tu risa, tu palabra
por exhalar alondras
que cruzan el azul de parte a parte,
y labrar parcelas de amor
en tierras de bonanza.
Y la mano se desmaya de temblores
cuando apuña el dolor que brota
de las negras entrañas de la tierra,
cada vez que abre sus fauces
el terrible Minotauro de la muerte.
Entonces, la sangre del verso
se va deshojando lentamente
por la vertiente del llanto.
Parpadea la juventud
en órbitas de ilusión
para vivirte en risa caliente, crujiente,
en una consagración de miel y beso
cuando abres tu corola hacia la primavera
y diluye el latido las puertas de tu alma
que brota a borbotones
limpia y en transparencia
como un gran manantial
donde la luna sueña,
donde la luna muere en un suspiro...
En el mismo se deja traslucir sin duda la emoción y admiración que la gran poeta berciana (a quien poco a poco intentamos sacar del ostracismo en el que el tiempo la sumergió) sintió desde el comienzo por la poesía de Carmen. No fue el único. Tengo uno más localizado, ‘Me nazco contigo’ (dedicado a su amiga Mary) que su receptora guarda entre sus recuerdos como oro en paño. Seguramente habrá más, al igual que alguno habrá, tal vez, dedicado a la propia madre de Carmen, tal como parece indicar el hecho de que se pasaran notas, algunas de las cuales aún guarda Carmen. Sin más referencia que un nombre bastante genérico, es bastante comprometido aventurar –sin duda- cuáles sí y cuáles no le estaban dedicados.
Se habrían conocido, a decir de Carmen –aunque no lo recuerda con precisión– en la década de los setenta, seguramente en la Fiesta de la Poesía, en la que posteriormente tantas veces coincidirían, como lo harían también en más de una ocasión en la Fiesta de la Exaltación del Botillo que se llevaba a cabo (aún se hace) en tierras bembibrenses, visitándola ella a menudo cuando pasaba cerca de su casa de Cacabelos entre el 76 y el 78, camino de Toral de los Vados, primero, de Fabero después, donde Carmen ejercía de profesora, una casa donde –recuerda- era cálidamente recibida por Manolita y por Enrique, su segundo marido, vaso de leche y dulce incluido. Después, ya residiendo Manolita en Astorga, viuda por segunda vez, fueron también frecuentes las visitas, las comidas -solas o con otros compañeros del mundo de las letras- en lugares emblemáticos como la Pensión García, los cafés con merles en la vecina cafetería de La Goleta, sita justo enfrente de la residencia donde ella se encontraba (establecimientos hoy ya desaparecidos). El vínculo que siguió estrechándose desde Astorga entre ambas dio lugar a otra serie de casualidades, como el hecho de que las dos recibieran en algún momento uno de los más prestigiosos premios poéticos que la ciudad ha tenido nunca, el Premio Nacional de Poesía ‘Ciudad de Astorga’, convocado por el hoy también desaparecido Centro de Iniciativas Turísticas (CIT). Carmen lo haría en la edición de 1990, Manolita en 1994; la primera en plena ebullición literaria, la segunda ya en el cénit de su carrera poética, pero no por ello de menos calidad poética.
Carmen estaría presente también en los diferentes homenajes que en el último trayecto de su vida (incluso de manera póstuma) se le realizaron tanto en Cacabelos como en Astorga. Y, una curiosidad más, el segundo año de convocatoria del Premio de Poesía ‘Manuela López’, instituido –aún en vida de ella– por el Ayuntamiento de Cacabelos, fue para el poemario de Carmen, Inventario del silencio. Era el año 2005 (se lo entregarían en las fiestas de Pascua de 2006) y su gran amiga, Manolita López, ya no estaba con ella para disfrutarlo juntas.
El camino de generosidad tanto poética como de amistad que Manuela iniciara para con Carmen, en aquella década de los setenta (recordemos que mientras Manuela –1910/2005– ya peinaba los sesenta y avanzaba en ella su enfermedad ocular, Carmen –1952–, con casi cuarenta años menos e iniciando su carrera como profesora de Lengua y Literatura, comenzaba a dar sus primeros pasos poéticos con una cierta timidez y prudencia, pasos que no se hicieron firmes hasta la siguiente década en la que comenzaron a llegar los premios y las publicaciones) no cayó en saco roto por parte de esta última que, a lo largo de su trayectoria tanto de poeta como de articulista, le dedicó algunos textos, aquí y allá, en diferentes medios y publicaciones. No sé si me equivoque al decir que, tal vez, entre los últimos estarían las palabras que le dedicara en la publicación que en 2021 le ofrecimos a Manuela López, como homenaje del 8 de marzo, un buen número de escritoras leonesas y otras gentes que quisieron acompañarnos, entre ellas Carmen: ‘Manuela López García. Una vida, una obra’ (León, 2021. Ediciones del Lobo Sapiens).
Con ellos, de alguna forma, se cerraba el ciclo entre ambas aún cuando soy consciente de que Carmen la lleva siempre presente en su memoria. En tal publicación C. Busmayor no solo le dedica unas páginas de emocionada remembranza («Desde la quietud sepia de una fotografía») y nos presta algunos testimonios en papel de sus más íntimos recuerdos, también participa en la parte de homenaje más literario con un hermosísimo poema en dos partes que titula ‘Ella’ y del que extraemos unos versos de su segunda parte, inspirado por el momento de su muerte (Manuela López moría en su Cacabelos natal un frío 2 de enero; Carmen asistiría a su sepelio):
(...) Ella,
admiradora de la arquitectura gótica de hayas
y castaños desde la eterna soledad detestaba a quienes
horadaban con acerados disparos
cuerpos inocentes.
Inocentes
Ella y un día frío.
Ella y un día invernal
se fue.
Se fue
envuelta
en bondad.
Bendita sea la bondad
porque la bondad nunca pasa de largo.
(Carmen Busmayor)
Carmen aceptaba participar generosamente en ese libro homenaje con la siguiente justificación: "He decidido adherirme a este proyecto literario sobre Manolita López porque no hay nada más seductor y justo que prestar atención a una escritora injustamente atendida, porque es mi amiga y porque a menudo me entregaba un puñado de hermosas palabras para mi madre".
Hoy es Carmen Busmayor la protagonista de esa atención que ella reclamaba para su amiga Manuela, Manolita López. Afortunadamente, Carmen si puede vivir aún la emoción de este reconocimiento ahora propuesto para ella y del cariño que lo mueve. Ambas son para mí una referencia clave de la poesía leonesa que parece estar más dominada por la narrativa, y por los hombres, una injusticia que yo espero que poco a poco se vaya solventando hasta conseguir poner sus nombres en el lugar que verdaderamente les corresponde.
Manuela y Carmen son dos pilares fundamentales de la poesía más exquisita del panorama leonés que se ha ido abriendo camino desde un Bierzo que, sin duda, debe tener algo especial que incita a ella. Manuela ya no está pero Carmen ha puesto los mimbres, a través de la donación de su casa en Busmayor, para la creación de la Biblioteca de Poesía de Busmayor, un proyecto que se pone en marcha a través de la relativamente reciente creación de la Asociación A plena cultura, en la que juega un papel importante Santiago Asenjo, apoyo incondicional de Carmen en las últimas ediciones de ‘Versos en el hayedo’, propuesta poética que con tanto mimo ha creado y llevado a cabo la propia Carmen durante más de dos décadas. Dicho espacio acogerá la biblioteca personal de la escritora y libros de poesía y sobre poetas de distintos puntos del mundo. A esos ya más de 1.500 ejemplares con los que ya cuenta, se unirán muy pronto aquellos que desde 2021 vengo sacando a la luz sobre Manuela López y otras poetas, también del Bierzo. Es una forma de contribuir a un homenaje que vuelva a unir la palabra poética de ambas que se volverán a dar una vez más la mano, esta vez ya para siempre, convirtiendo a Manolita y su obra en patrimonio de la misma, custodiada por el retrato permanente de Carmen que acogerá a los visitantes que a la misma se acerquen.
Felicidades, Carmen. El reconocimiento en más que merecido y Manolita lo estará disfrutando desde el paraíso poético en el que ahora reside sin duda.