No incluir a Pedro Carrera entre los inolvidables de las comarcas leonesas sería una doble injusticia; primero porque era de León (de Oliegos, en La Cepeda) y después por ser el «alma fundamental» de mantener el espíritu, las tradiciones y hasta las palabras de su tierra natal en la provincia de Valladolid, en Foncastín, donde fueron expulsados él y todos sus vecinos para hacer el pantano de Villameca. Ahora hace justo 79 años, el 30 de noviembre de 1.945, aunque Pedro había ido unos días antes para preparar el desembarco de sus vecinos —de los que muchos años fue alcalde— en un pueblo que ni siquiera era pueblo, sino los terrenos del Marqués de la Conquista, que encontró en venderle al Instituto Nacional de Colonización una ocasión única de hacer rentables unas tierras que no lo eran, lo que siempre se ha llamado un pelotazo en toda regla.
Lo que no lograron con Pedro fue hacerle olvidar a su tierra, a su Cepeda, a su pueblo, sus costumbres. De hecho, «por menos de nada cogía la moto y nos acercábamos, me llevaba de paquete, hasta Oliegos, solo a verlo, se sentaba en lo alto de las tierras del pantano y regresábamos»; recuerda su hijo Carlos.
Con unas hogazas de pan, eso sí, que seguir comiendo pan de León fue una de las formas de resistencia de Pedro Carrera. Y que su hijo mantiene viva: «Cada primer domingo de mes viajo a Astorga, compro 15 hogazas de pan de dos kilos, las congelo y las voy sacando cada día. En esta casa se come pan de León...». Y hasta hace se hacía la matanza, cuando su padre vivía, y se celebraban las fiestas y tradiciones de la Cepeda. «Mi padre fue, además, uno de los habituales en la jornada de los Versos a Oliegos, con una visita a la orilla del pantano para ir recordando cada calle, cada casa del pueblo, quién vivía en ellas, qué fue de ellos».
A Pedro Carrera le define bien el título que le puso a su libro de memorias, ‘De cobardes no hay nada escrito’, cuya historia y contenido explicaba en una especie de dedicatoria inicial: «Esta es la historia de un soñador campesino que quiere recordar su niñez a sus 82 años. Esperamos que sea capaz de ello. En Foncastín 15 de octubre de 2.008. Animado por su nieto Bruno Carrera que como historiador hará el resto». Pero aclaraba que él, Pedro Carrera, era «el dueño de la autobiografía si la termina». Que la terminó y vio la luz unos años más tarde con unas primeras palabras de declaración de amor a su tierra: «En la provincia de León del partido de Astorga y ayuntamiento de Quintana del Castillo, existió el pueblo Oliegos, el más bonito de España. Allí se formó la familia Carrera Mayo, dando cuenta de toda su genealogía, su vida en el pueblo... hasta aquel año 1.945.
Pedro cuenta con absoluta sinceridad aquel éxodo y el engaño que encontraron al llegar a Foncastín. Él ya lo había visto antes: «No había casas para todos y había que arreglarse como podíamos. (...) Nos enrolamos como colonos y parecía que todos eran amos menos nosotros. (...) Esos señores estaban acostumbrados a que nos quitásemos la boina para saludarlos. (...) Seríamos pobres pero obedecíamos como personas, no como esclavos» son solamente algunas de las frases de aquel paisano que también recuerda cómo nadie les regaló nada, en contra de lo que se suele decir, y su hijo Carlos siempre cuenta que «la única vez que ví contento a mi padre, que era muy sobrio, no bebía, fue un día que llegó comer tarde y feliz... pronto nos aclaró que había motivos, regresaba de Rueda de pagar la última letra del préstamo que nos habían concedido para levantar la casa, a cuarenta años, y las tierras a veinte.
Y, curiosamente, gente como Pedro y algún vecino más hicieron de Foncastín un reducto de lo leonés, de lo cepedano, en Valladolid. Tanto que aún hoy en la puerta de muchas casas hay palabras de La Cepeda, algunos murales recuerdan a su comarca de origen con versos de un cepedano, Eugenio de Nora, y, sobre todo, se recuerda un hecho ocurrido cuando se conmemoraba el 50 aniversario del éxodo, al descubrir, ante las autoridades vallisoletanos, una placa que lo decía todo: «Cincuenta años en Valladolid. Cincuenta años con León». Alguno de los presentes «torció el morro», dicen ellos, que tienen una espina clavada como leoneses en Castilla, tan solo una autoridad de su tierra les visitó una vez. Fue el fallecido diputado provincial Cipriano Elías Martínez, Pano.
Lo que no quita para que Pedro Carrera haya dejado allí la semilla de su postura de mantener alta la bandera de León en Valladolid, de ser un remero leonés en el Zapardiel de Castilla, que diría su hijo Carlos, líder de un grupo folk llamaddo ‘Los remeros del Zapardiel’.