Y, bajo su máscara y su peluca, el enredabailes de casi todo, Gari Ferrero, atento a que el rito camine por los cauces de la vieja costumbre de la boda antruejera: "En época de carnaval cambiaba el rito de las bodas, se hacía la carnavalada, con el carro tirado por cuatro o cinco burros engalanados , los novios subidos a él, y se los paseaba por el pueblo". Y eso es lo que hoy recuperamos.


Y salió la primera, Marta (a la que espera Miguel), y la segunda, Irene (a la que espera Raúl) para que se celebren las dos bodas que Celadilla rememora en esta jornada. "Son novios de verdad", repiten en los grupos las gentes del lugar.
El cardenal primado entiende del asunto y levanta su voz: "Aquí sale la novia que entró suelta y salió presa. Dios quiera que de hoy en un año tengáis un niño en la cuna"; explicó, para rematar: "Vamos a la plaza. Rápido que no se arrepienta".
La comitiva, extensa —siguen teniendo las bodas gran capacidad de convocatoria— llegó a la puerta de la iglesia. No se sabe si no dejan o no quieren entrar, el cardenal primado no debe estar homologado pues hace preguntas que no se escuchan en otras bodas: "Es obligado preguntar si os animan a la boda motivos embarazosos o de juntamientos de tierras".
Declaran su amor puro y sigue con la petición de un sorprendente certificado de virginidad al que el pueblo exige: "Pero a los dos", lo que hace que el rito siga su curso hasta el famoso momento de "y quien tenga algo alegar que hable ahora o calle para siempre".
- Me ha dejado embarazada; grita una.
- Algo de culpa también será tuya; replica el cardenal antes de empezar unos cantos que podrían ser en latín, aunque no está muy claro, "un latín de Benavides", dicen, por lo que el coro local se arranca con las tradicionales coplillas de boda: "Levántese la madrina / de agua bendita a la niña / casadina por tu vida / que recibiste en la Iglesia. // Esta calle está enramada / con hojas de perejil / que la enramó el señor novio / cuando la vino a pedir. // Con el sí que dio la niña / en el portal de la iglesia / entró libre y salió presa", que es lo que ya había advertido el primado, quien al pronunciar el eterno «os podéis besar» dio paso al alboroto, el alborozo, los caramelos al viento, los niños cogiendo en el suelo, los mayores al vuelo.
Y entre los asistentes un comentario repetido. "Estos de Celadilla, qué unidos son para estas cosas".
Y para la comida, que pasaban de 150 en el bodorrio, por lo que a la entrada era obligatoria la pregunta de las sospechas: "¿Tú, qué vienes, de parte del novio o de la novia?".
- Ome coño, de los dos.