"Con el sí que dio la niña entró libre y salió presa"

Celadilla del Páramo recreó este sábado una tradicional boda antruejera, un viejo rito para las bodas que se celebran entre el Carnaval y la Cuaresma, a medio camino entre boda y antruejo, que se había perdido hace décadas y han recuperado con excelente acogida de vecinos y comarcanos

Fulgencio Fernández
05/03/2023
 Actualizado a 06/03/2023
La boda antruejera de Celadilla del Páramo, un viaje al pasado. | REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS F. SALVADORES
La boda antruejera de Celadilla del Páramo, un viaje al pasado. | REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS F. SALVADORES
Celadilla sonaba en la mañana del sábado a cencerros y carracas, a dulzaina y tamboril, a coros de coplas de baile y boda. Por las calles del pueblo guirrios y toros, trajes regionales, vecinos de punta en blanco como se iba a las bodas, otros con sacos como en los históricos antruejos, madreñas y pelucas, los dos burros de Lupi con el carro engalanado, un coleccionista convertido en Cardenal primado del Páramo, dos parejas de novios, orujos y moscatel con pastas para todo el mundo, las gentes de los antruejos de Velilla de la Reina, un sí quiero que son dos, tantos como parejas que se casan,y caramelos al viento para que los coja quien más atento esté.

Y, bajo su máscara y su peluca, el enredabailes de casi todo, Gari Ferrero, atento a que el rito camine por los cauces de la vieja costumbre de la boda antruejera: "En época de carnaval cambiaba el rito de las bodas, se hacía la carnavalada, con el carro tirado por cuatro o cinco burros engalanados , los novios subidos a él, y se los paseaba por el pueblo". Y eso es lo que hoy recuperamos.

Cuando Lupi Prieto, el dueño de los burros, lo escucha y protesta: "No me habíais dicho lo de los cuatro o cinco burros, si no los traigo, es más para el año que viene aquí me presento con cinco. Iba a traer uno y ya traje dos por si acaso, yo para estas cosas tradicionales lo que haga falta", explica el entrañable Lupi.Celadilla del Páramo viajó en la mañana de este sábado más de medio siglo en una mañana de sol para ¿recrear? –más bien celebrar- una boda como la que en sus tiempos habían visto algunos vecinos, como Marucha la de Villadangos, que con 92 lúcidos años reconocía: "Claro que he visto bodas así, y así eran". Los cazadores de nostalgias y viejos ritos (Miguel Ángel Badeso, Joaquín Alonso o Goyo Castañón, por citar algunos) disparaban a diestro y siniestro sus cámaras, como hacían los fotógrafos de los periódicos y las cámaras de decenas de móviles, que ponen el contrapunto de la actualidad al viejo rito.Todos ellos, la inmensa comitiva, echan a andar siguiendo al cardenal primado del Páramo bajo palio rural. Monseñor Aureliano Alegre, coleccionista de todo y cantante en cuanto tiene ocasión, dirige sus pasos hacia la casa de la primera de las novias. Se hace la remolona, tarda un poco en salir no vaya a parecer que está ansiosa por casarse y cuando se abre la puerta suena el grito: "Ahí sale, ahí sale la novia ¡¡¡Viva la novia!!!".

Y salió la primera, Marta (a la que espera Miguel), y la segunda, Irene (a la que espera Raúl) para que se celebren las dos bodas que Celadilla rememora en esta jornada. "Son novios de verdad", repiten en los grupos las gentes del lugar.

El cardenal primado entiende del asunto y levanta su voz: "Aquí sale la novia que entró suelta y salió presa. Dios quiera que de hoy en un año tengáis un niño en la cuna"; explicó, para rematar: "Vamos a la plaza. Rápido que no se arrepienta".

La comitiva, extensa —siguen teniendo las bodas gran capacidad de convocatoria— llegó a la puerta de la iglesia. No se sabe si no dejan o no quieren entrar, el cardenal primado no debe estar homologado pues hace preguntas que no se escuchan en otras bodas: "Es obligado preguntar si os animan a la boda motivos embarazosos o de juntamientos de tierras".

Declaran su amor puro y sigue con la petición de un sorprendente certificado de virginidad al que el pueblo exige: "Pero a los dos", lo que hace que el rito siga su curso hasta el famoso momento de "y quien tenga algo alegar que hable ahora o calle para siempre".
- Me ha dejado embarazada; grita una.
- Algo de culpa también será tuya; replica el cardenal antes de empezar unos cantos que podrían ser en latín, aunque no está muy claro, "un latín de Benavides", dicen, por lo que el coro local se arranca con las tradicionales coplillas de boda: "Levántese la madrina / de agua bendita a la niña / casadina por tu vida / que recibiste en la Iglesia. // Esta calle está enramada / con hojas de perejil / que la enramó el señor novio / cuando la vino a pedir. // Con el sí que dio la niña / en el portal de la iglesia / entró libre y salió presa", que es lo que ya había advertido el primado, quien al pronunciar el eterno «os podéis besar» dio paso al alboroto, el alborozo, los caramelos al viento, los niños cogiendo en el suelo, los mayores al vuelo.

Y entre los asistentes un comentario repetido. "Estos de Celadilla, qué unidos son para estas cosas".

Y para la comida, que pasaban de 150 en el bodorrio, por lo que a la entrada era obligatoria la pregunta de las sospechas: "¿Tú, qué vienes, de parte del novio o de la novia?".
- Ome coño, de los dos.
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