Con Jonas Kaufmann hay Otello para rato

Cines Van Gogh retransmite este jueves desde Viena la tragedia de Verdi a partir de William Shakespeare, protagonizada por el gran tenor de Múnich y el barítono francés Ludovic Tézier

Javier Heras
13/02/2025
 Actualizado a 13/02/2025
Rachel Willis-Sørensen y Jonas Kaufmann en una escena del ‘Otello’ de Giuseppe Verdi. | WIENER STAATSOPER
Rachel Willis-Sørensen y Jonas Kaufmann en una escena del ‘Otello’ de Giuseppe Verdi. | WIENER STAATSOPER

Durante muchos años, Jonas Kaufmann declinó una y otra vez el rol de Otello. No se sentía preparado «ni en lo técnico ni en lo psicológico: introducirte en la locura del personaje puede dañarte la voz», explicaba en una entrevista. Los tenores siempre han temido ese papel por su rango vocal, lirismo, potencia y exigencias dramáticas. Hasta que, por fin, en 2017 el alemán se lanzaba a la piscina en Londres, donde demostró que su timbre oscuro, su impecable fraseo, su dicción italiana, su legato y su sensibilidad le van como anillo al dedo al «moro de Venecia». Desde entonces, ha triunfado en templos como Múnich (2018) o el San Carlo de Nápoles (2021), y recibió elogios en la excelente grabación de directo en Roma, publicada en 2020 por Sony, a las órdenes de Antonio Pappano. Así, parece lógico que en octubre de 2023 se agotasen las entradas de todas las funciones de la Ópera de Viena para este ‘Otello’.

Más allá de la voz -sin la potencia de Mario del Monaco, pero flexible, llena de pasión y a la vez de control-, lo que sobresale de Kaufmann es la presencia escénica. Logra transmitir esa mezcla de dignidad y fragilidad (de amor y violencia, de dudas y culpa) de uno de los protagonistas más complejos del repertorio, un héroe de guerra a quien los celos llevan a asesinar a su amada esposa. Junto a él, la soprano Willis-Sorensen (1984) volvía al teatro donde debutó como Desdémona. Si las óperas de Los Ángeles o Múnich se han puesto en pie ante la estadounidense se debe a la madurez de su voz, clara, grande y carnosa. Por su parte, como el siniestro Yago, el francés Ludovic Tézier (1968). Elegante, autoritario y robusto, es el mejor barítono posible para Verdi, después de décadas en la piel de Macbeth, Rigoletto, Posa o Boccanegra. Además, empasta a la perfección con su buen amigo Kaufmann, con quien ha compartido cientos de veladas.

Este jueves a las 20:00 horas Cines Van Gogh retransmite esta ópera, grabada en Viena en 2023. 

 

La producción, situada en torno a 1900 y centrada en el mundo interior del torturado protagonista (casi como un ‘thriller’ psicológico), viene firmada por Adrian Noble. El inglés (1950) es una autoridad en el material original: a lo largo de los años 90 y parte de los 2000 dirigió la Royal Shakespeare Company, una de las compañías de teatro más prestigiosas del mundo. Los decorados, paneles móviles muy abiertos que sugieren distintos escenarios (el puerto, los aposentos, el jardín), permiten una acción muy ágil y sin interrupciones, a lo que ayuda una iluminación inteligente y atmosférica. A la batuta de la Sinfónica de Viena, el también británico Alexander Soddy (1982). Titular de la ópera de Mannheim y reputado wagneriano, aportó energía y juventud. Este curso regresará a Covent Garden, el MET y Hamburgo.

‘Otello’ (La Scala, 1887) supuso el retorno de Verdi después de tres lustros de silencio, los que siguieron a ‘Aida’ (1871), la cumbre de su popularidad. Su editor, Giulio Ricordi, no podía convencerlo con dinero (porque el compositor era millonario), así que atrajo su interés con Shakespeare, su ídolo, de quien solo había adaptado ‘Macbeth’ (1847). Sabía que el septuagenario genio de Busseto (1813-1901) tenía una deuda pendiente con el bardo, porque nunca había logrado sacar adelante su ‘Rey Lear’. Sin embargo, ahora contaba con el mejor aliado posible: Arrigo Boito. Con el joven poeta y músico, creador de ‘Mefistofele’, no siempre había tenido buena relación, pero a Verdi le agradó su libreto, centrado en la enajenación del protagonista y en el choque entre el bien y el mal puro, Desdémona y Yago. 

Tras superar con nota la prueba de reelaborar ‘Simon Boccanegra’ (1881), Boito entregó el mejor texto de toda la carrera del autor de ‘La traviata’. Un drama profundo, condensado (de 3.500 líneas a 800) y poético, que asombra por la altura literaria de sus versos. Por su parte, la partitura funde con naturalidad la palabra y la melodía: ya no hay números cerrados, sino un movimiento continuo. La escritura, moderna y expresiva, culmina lo que siempre había buscado Verdi: una nueva forma de drama. Todo se ajusta al argumento: desde la tempestad, que describe la orquesta (con cromatismos que emulan las olas y la niebla, y relámpagos en forma de vientos madera), hasta el sereno dúo de amor o el terror de Desdémona cuando se despide de su doncella. Las líneas vocales memorables siguen presentes, pero carecen de florituras y apenas se repiten, porque siempre están al servicio de la acción. Nunca la caracterización de los personajes resultó tan creíble: Yago, pérfido, solo declama, acompañado de acordes impresionistas, disonancias y arriesgadas modulaciones. Mientras, Otelo, que parece de piedra al principio, se va resquebrajando también en sus melodías. 

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