'Era una chica muy mona que vivía en Barcelona (Assumpta)’, de Siniestro Total, y ‘Quiero ser una rock and roll star’, de Loquillo, son dos canciones que poco tienen que ver con el legado musical de Alejandro, y sin embargo permanecen indisolublemente asociadas a él en mi memoria. En el verano de 1985 yo era acampado en Vegaquemada y Alejandro el monitor de música. En una noche de aquel verano, alrededor de una hoguera y armado con una guitarra española, nos enseñó aquellas dos canciones a un grupo de chavales de 12 años que apenas había tenido ningún contacto con lo que estaba sucediendo en la música española en aquella época insólita, y nos hizo cantarlas con él. Muchos años después, defendiendo el formato single frente al álbum, Alejando se declaraba «del Club 45, de los de los tres minutos de magia», y cuando lo leí lo primero que me vino a la cabeza fueron aquellos primeros e inolvidables tres minutos mágicos que nos regaló en el verano de 1985, cuando ni siquiera habíamos escuchado aún una composición suya.
Poco después, en 1988, cuando Los Flechazos grabaron ‘Viviendo en la era pop’, rodaron con Florencio Aparicio ‘Flores’ y con Ursi Barrera un vídeo explosivo que nos enseñó que los sueños se hacen realidad, que un tipo de 20 años con la mente atrapada en el Londres de los 60 puede transformar realmente las calles de su ciudad si se lo propone. Desde aquel primer vídeo descubrimos que Alejandro no era sólo una fábrica de minutos mágicos, era un revulsivo, una bomba de energía musical. En los años que siguieron hizo posible que la adolescencia de toda una generación de leoneses tuviera una banda sonora propia, y se convirtió, en el panorama musical español, en un ejemplo de fidelidad a sí mismo, de cultura, de vitalidad y sobre todo, de clase. La imagen errónea que muchos leoneses tienen del Alejandro que toca en León para un público de cuarentones nostálgicos de la Tropi y deseosos de escuchar ‘El surf de la botella’, se desvaneció por completo en Madrid en el concierto de la mítica sala El Sol de 2016 en la gira del ‘Popcorner’. Allí había una multitud que destilaba agradecimiento por cada uno de los acordes que tocaba, y sobre el escenario, una leyenda.
Llegué tarde a Cooper, pero a cambio he tenido la suerte de estar muy cerca de Alejandro durante la última etapa de su carrera, de ser testigo directo de la resistencia sonora, de la gestación de ese maravilloso ‘Tiempo, temperatura, agitación’, y de hablar largo y tendido con el Álex editor, organizador de eventos literarios, escritor y, sobre todo, amigo. También he revivido en un montón de conciertos los momentos mágicos de los 80 y 90, pero esta vez ya no eran sólo para mí, sino que cargaban de alegría y a la vez formaban parte de la educación musical de mis hijas, que tienen ahora, más o menos, la edad que tenía yo cuando me encontré con Alejandro en 1985.
Muchos de mis actuales compañeros de trabajo ni siquiera habían nacido entonces. En una de las innumerables entrevistas que ha ofrecido en estos días, Álex tuvo que explicar a la joven periodista lo que quería decir ese ‘45’ que tantas veces ha utilizado como referencia, y cómo eran aquellos pequeños discos de vinilo con un enorme agujero central. Supongo que quienes vean hoy el vídeo de ‘Viviendo en la era pop’ ya no notarán el choque que a nosotros nos impactó tanto entre los jóvenes mods que lo protagonizan y los escenarios en los que transcurre. El mundo cambia, y Alejandro cree que no necesita otro disco suyo. Yo creo que lo necesita más que nunca, pero también sé que no piensa darse de baja del Club 45, no puede parar, otro motivo de agradecimiento.
Cooper dice adiós: Mucho más que magia
Por Ángel Suárez
09/11/2019
Actualizado a
09/11/2019
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