Crónica de una noche iluminada

La joven periodista y escritora Noemí Carpintero regresa al serial de La Nueva Crónica ‘El Decaleón’ con un relato sobre el lento tránsito de la noche al día

Noemí Carpintero
21/05/2020
 Actualizado a 21/05/2020
calle-nocturna-21-05-20-web.gif
calle-nocturna-21-05-20-web.gif
[Accede aquí a todos los relatos de El Decaleón publicados en La Nueva Crónica

12.00 a. m. Cielo oscuro, calles vacías. -2ºC y en descenso. Cristales empañados y persianas levantadas testigos de la ciudad. Pese a la hora, la mitad de las ventanas continúan iluminadas y en su interior se aprecia un trasiego constante. Televisiones encendidas, lloros de bebés, ladridos de perros... No es fácil dormirse temprano.

2.00 a. m. Las luces tras las ventanas comienzan a apagarse con timidez. El asfalto de las calles descansa tras un día de pisadas, alterado únicamente por el pitido del camión de la basura. Al abrir la ventana, se respira el frío del invierno mezclado con la tranquilidad propia de la noche. El viento golpea las ramas de los árboles y se filtra entre la silicona de los cristales silbando con suavidad.

4.00 a. m. Quedan tan solo seis ventanas iluminadas en el edificio de enfrente, al fondo uno está totalmente apagado y, en el de al lado, dos habitaciones siguen aún encendidas. ¿No pueden dormir? ¿Estudian? ¿Van o vienen del trabajo? Vidas bajo bombillas que se encienden y apagan, intentando seguir el frenético ritmo de la vida contemporánea.

¿Valientes los que duermen o los que aún permanecen despiertos? ¿Son valientes por no cubrirse tras las cortinas o valientes por dejarse ver?

6.00 a. m. Una silueta se aproxima a una de las ventanas y baja lentamente la persiana. El resto de marcos iluminados se apagan y, como siguiendo un ciclo constante, los que llevaban desde el anochecer en la penumbra se comienzan a encender. Tímidamente se visten las callen y los más madrugadores se dejan ver, siendo paseados por sus canes o trotando sobre las aceras haciéndose llamar runners.

8.00 a.m. Las farolas dan por finalizada su jornada laboral y el amanecer tiñe el cielo de rojos, amarillos y naranjas. La tranquilidad se desvanece lentamente y, al abrir la ventana, se mezcla el olor de las tostadas del vecino con la hierba recién cortada del parque. Los primeros autobuses urbanos comienzan a circular y un grupo de niños se dirige hablando a gritos al colegio.

¿Tristes por tener que madrugar o felices por ver que hoy también ha amanecido?  
Archivado en
Lo más leído