Hace pocos años, los del grupo literario de los ultramarinos tuvimos la humorada de escribir una colección de obituarios en vida de nosotros mismos, como respuesta a la extraña petición que hizo Juan Carlos Carbajo «Larsen» de redactar la suya. Contestamos entonces en broma, pero aún dudo si lo diría en serio, pensando que los obituarios de uno mismo nunca se podrán leer.
No sospechábamos en aquellos días, que fueron precisamente previos a la ola mortal del virus salido de Wuhan, que muy pronto habría que empezar a escribir los de verdad. La dura realidad se va imponiendo como un conocido guion inexorable de cuyo cumplimiento algunas máscaras, como la risa, nos distraen momentáneamente.
Lleva unos meses la guadaña de la muerte siendo especialmente cruel con las gentes de la cultura de Astorga, Eloy Rubio, Paz Martínez y, ahora, ‘Jajus’, José Antonio Juárez Seoane, con quien coincidí mucho en la escena artística de los años 90.

Su actividad, asociada durante dieciocho años a la de Jesús Palmero en el equipo denominado Juárez & Palmero, estuvo a lo largo de casi dos décadas en la vanguardia, actualizando las prácticas artísticas a la contemporaneidad global, dejando atrás una escena local y regional paralizada en el expresionismo epigonal y la abstracción tardía, tendencias que habían sido superadas hacía años en todos sitios.
Varios de sus proyectos, en colaboración con la ya legendaria galería leonesa Tráfico de Arte, destacaron por fabricar comunidad diluyendo el excesivo individualismo social y el concepto narcisista de autoría y de genialidad artística. Acciones como ‘Atrapar el Paisaje’, en la que hubo cien participantes en un paraje natural, creó una jornada irrepetible y memorable en torno a una experiencia colectiva de la naturaleza, la cultura, la imagen y el arte.
‘Jajus’ pertenece a una generación privilegiada cuyos componentes pudieron disfrutar, desde muy jóvenes, de la cultura, el arte y la amistad como de una fiesta, teniendo la oportunidad de ser creativos, comunicar y avanzar en compañía, en un tiempo y un espacio en el que parecía que todo estaba por inaugurar.