Cuarentena cultural (II)

Los redactores y colaboradores de La Nueva Crónica ofrecen una serie de propuestas para cultivar el espíritu durante el tiempo que dure el confinamiento / Bruno Marcos, César Gavela y Joaquín Revuelta

L.N.C.
18/03/2020
 Actualizado a 17/04/2020
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La recomendación de Bruno Marcos


Autor: Albert Camus
Nada mejor que acudir a un gigante como Albert Camus para vivir estos días de cuarentena que pasamos. Precisamente él tomó las situaciones de emergencia como grandes alegorías que le permitieron plantear, con enorme concisión y profundidad, cuestiones cruciales de su tiempo y del nuestro: los totalitarismos, los gobiernos, la libertad, el bien y el mal o el sentido mismo de la existencia humana.

Su genial obra ‘Calígula’ nos sitúa en el momento álgido de crispación en el gobierno del loco emperador romano que pide la luna mientras mata a capricho, argumentando que asesina mucho menos que los altos ideales a lo largo de la historia. Calígula es el rebelde malo, el que al ver que los hombres no son felices y mueren cuestiona todo. Si a él se le niega la luna, la felicidad, la inmortalidad, está dispuesto a usar el poder de una forma delirante para darle una oportunidad a lo imposible. También en su novela ‘La peste’ aparece un mundo apocalíptico en la ciudad africana de Orán, azotada por una plaga qua mata igualmente a ratas y personas. El ser humano enfrentado al absurdo, sin dios, encuentra en la solidaridad y el respeto a la libertad un nuevo ideal de existencia. Por último la obra de teatro ‘Estado de sitio’ presenta como un sistema autoritario se implanta en la ciudad de Cádiz. Un personaje, la Peste, le dice al gobernador que tiene necesidad de su puesto, le sustituye y gobierna cruelmente la urbe poniendo a su servicio como funcionario al personaje Nada, un vagabundo ebrio y nihilista que disfruta administrando una burocracia absurda y deseando la muerte y la extinción de todo. El gran Camus no deja solos a sus personajes frente a sus destinos trágicos sino que los coloca al límite para que vean que con su miedo están colaborando con el mal y les dota, finalmente, de la rebeldía necesaria para hacer frente a la fatalidad. La cooperación humana restaura la felicidad y la vida, la Peste es expulsada.La recomendación de César GavelaLibro: 'El Quijote'El coronavirus puede ser un imprevisto aliado de la reflexión. Al detener el tiempo, al quebrar las rutinas y las prisas de cada día, nos lleva a un territorio que para muchos puede ser nuevo. Me referiré a la lectura. Sin ella no parece posible enriquecer nuestro espíritu en plenitud, aunque son muchos los instrumentos de la cultura. Pero leer es, muy probablemente, el mejor camino para que la cuarentena sea fecunda y diferente. Compatible, obvio es, con los bienes que como el cine, las series, los documentales, etc. provienen del mundo audiovisual. ¿Qué gran libro leer en estos días, que serán muchos? ¿Por qué no leer, ahora sí, ‘El Quijote’? Ese Quijote del que todos hablamos y que muchos aún no han leído, aunque se lo hayan propuesto en diversas ocasiones. Los que todavía no han podido descubrir su encanto infinito, su bondad y belleza que no tienen igual. Leer ‘El Quijote’ es un regalo de la luz y de la alegría. Además, hay muchas ediciones. Yo recomendaría una, la impecable versión realizada al castellano actual por un gran escritor leonés, Andrés Trapiello. Leer ‘El Quijote’ así es todavía más delicioso, más cercano. Una experiencia que a muchas personas les ha cambiado la vida. Tal cual.


La recomendación de Joaquín Revuelta


Película: 'El cochecito'
La mejor decisión que tomé en la tarde del pasado domingo fue la de buscar en la plataforma Filmin la versión íntegra sin censura de ‘El cochecito’, obra maestra digna del mismísimo Luis García Berlanga si no fuera porque esta vez viene firmada por el italiano Marco Ferreri en su segunda colaboración con el inmenso guionista Rafael Azcona tras ‘El pisito’ y siendo esta su tercera incursión en el cine español si tenemos en cuenta ‘Los chicos’, donde con un estilo neorrealista hizo una certera radiografía de la sociedad de entonces, finales de los años cincuenta. Siempre me ha llamado la atención lo bien que Ferreri hizo suyo el supuestamente inimitable estilo del director valenciano, no solo ya por su igual dominio de la coralidad sino por su manera de dirigir a esa impagable nómina de intérpretes, principales y secundarios, de la que se beneficia ‘El cochecito’, con un Pepe Isbert que a mi juicio supera su aclamada interpretación de ‘El verdugo’, dando vida aquí a don Anselmo Proharán, un jubilado que de pronto se ve desplazado del grupo de amistades que poseen un cochecito de inválido motorizado, cuya adquisición termina por convertirse para el anciano en una obsesión con consecuencias trágicas. Porque en ‘El cochecito’ asistimos a una tragicomedia repleta de personajes berlanguianos salidos de la mente de Azcona que con ligeras variaciones volveremos a ver en ‘Plácido’ o en la antes citada ‘El verdugo’, pues ese cochecito no difiere en exceso del motocarro que trae por la calle de la amargura al pobre Cassen el día de Nochebuena o ese pasante que interpreta López Vázquez que se anticipa al servilista Gabino Quintanilla ‘para servirle a usted’ de ‘Plácido’ o al infortunado José Luis (Nino Manfredi, otro excelso italiano en el planeta Berlanga) de ‘El verdugo’, cuya secuencia final, la de los funcionarios llevando a rastras al verdugo para que cumpla su cometido de aplicar garrote vil al reo, no está tan alejada de la que cierra ‘El cochecito’, con esa pareja de la guardia civil que intercepta en la carretera al bueno de don Anselmo y le escolta hasta la que será su nueva residencia por un tiempo.
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