Cuarentena Cultural (V)

Los redactores y colaboradores de La Nueva Crónica ofrecen una serie de propuestas para cultivar el espíritu durante el tiempo que dure el confinamiento / Luis Grau, Pedro Lechuga y Joaquín Revuelta

L.N.C.
23/03/2020
 Actualizado a 17/04/2020
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La recomendación de Luis Grau


Serie: 'Mad men': encerrados en sí mismos
Las bibliotecas han cerrado, y las librerías. No se consideran servicios esenciales. Es más sencillo acceder a las pantallas donde hay, por supuesto, mucho y bueno. Las series, por recurrir a algo que ocupa mucho pero ordenado tiempo, copan la televisión, destinando las películas a algún domingo o troceándolas como uno hace con lo poco que alcanza a ver en el tráfago semanal. El modelo de vida, las plataformas, la fuga de guionistas o lo que sea han hecho que desde hace un par de décadas las series de gran formato y calidad, antaño excepciones, hayan alcanzado al cine y sobrepasado sus expectativas. Desde entonces, desde ‘Los Soprano’ a ‘Juego de tronos’, las series han protagonizado el cine, que ahora se hace por entregas, como la literatura de otras épocas, como publicaba Dumas. En ellas se cumple la máxima de Hitchcock: se necesitan tres cosas: guion, guion y guion (entonces con acento, ahora no).

La mía es ‘Mad Men’. En esta serie ambientada en los años sesenta no hay batallas ni heroicidades, no hay aspavientos o dramas, no hay épica y la lírica es amarga y tenue. La vida fluye en ella como suele: con la indiferente crueldad y el desconsuelo que solo alivia, a veces, un gesto inesperado. Los protagonistas comparten una oficina dedicada a la publicidad, el arte del engaño. Tal vez por eso se engañan unos a otros y, sobre todo, se engañan a sí mismos sin cesar, sin piedad, sin alternativa. Beben solos sin motivo, se acuestan entre ellos sin entusiasmo, hablan poco porque las palabras les escuecen, a ellos que tanto las usan en su profesión. Las mujeres intentan zafarse de una preponderancia masculina que se da por natural, la jerarquía profesional se respira en cada despacho: es un mundo de poderes y servidumbres. Como todos. El nombre de la serie juega con su significado literal y el apodo de los publicistas de la avenida Madison. Todo tiene un doble sentido. Todos están solos en esa gran calle neoyorquina Todos están encerrados (apenas se ven exteriores en la serie): encerrados en sí mismos. Cada uno de ellos carga su propia cuarentena.En una de las escenas más memorables su protagonista, Don Draper, da con la clave para promocionar la marca de tabaco para la que trabajan. Dice a su cliente que pondrán en la cajetilla que ese tabaco «está tostado» (It´s toasted). Todos lo están, le dice el empresario asombrado de la simpleza. Sí, pero nosotros lo diremos, responde Draper. Esa es la clave de la serie, para decirlo todo basta con decirlo. Es cine, es vida.Tienen siete temporadas, casi cien episodios, para comprobarlo. Disfruten.La recomendación de Pedro LechugaDocumental: 'American Factory'
Este documental, disponible en Netflix, gira en torno a la compra de una fábrica estadounidense de parabrisas por un millonario chino, lo que provoca un choque de culturas entre los trabajadores locales y los de origen chino. Dos maneras de ver la vida y también el trabajo. ‘American Factory’, realizado por la productora del matrimonio Obama, nos muestra un claro ejemplo de lo que podría denominarse una ‘globalización a la inversa’.

La recomendación de Joaquín Revuelta


Película: 'Los tres días del cóndor'
Soy un fan del cine norteamericano de los años setenta y no desperdicio la ocasión de revisionar aquellas películas que me marcaron en mi etapa de adolescente. La noticia reciente de la muerte de Max Von Sydow me llevó a recuperar el thriller de Sydney Pollack ‘Los tres días del Cóndor’, una intriga muy bien urdida por los guionistas Lorenzo Semple Jr. y David Rayfiel a partir de la novela de James Grady sobre un analista de la CIA que se convierte en víctima de su propia organización, un hombre más o menos corriente –en la línea del Cary Grant de ‘Con la muerte en los talones’– que se ve implicado sin pretenderlo en un juego criminal donde peligra su vida.

De los muchos aciertos técnicos y artísticos de esta película, como el trabajo de fotografía de Owen Roizman o la música ligeramente jazzística de Dave Grusin, destacan por una parte la historia de amor del protagonista con el personaje que interpreta Faye Dunaway –en las antípodas del rol que encarnaría un año más tarde para la oscarizada ‘Network’– y sobre todo el papel secundario pero de los que dejan huella en la memoria del espectador del asesino profesional que borda el actor sueco Max Von Sydow, ya plenamente integrado en el cine estadounidense tras el éxito popular logrado con ‘El exorcista’. Su temple y frialdad a la hora de ejecutar sus cometidos, donde como explica en la memorable conversación final con Redford explica que nunca se pregunta el ¿por qué? de sus acciones sino que se limita a conocer el ¿quién?, ¿dónde? y sobre todo ¿cuanto? le va a reportar ese trabajo, todo friamente, sin motivos personales, en la mejor tradición de los espías del periodo de la guerra fría. Disponible en Filmin.


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