La recomendación de Óscar M. Prieto
Libros: 'La Iliada', 'La Odisea', 'La Eneida', 'Las Metamorfosis', 'La Divina Comedia'...
Caídos en el tiempo’, titula Ciorán. El tiempo como condición radical de la humanidad. Es el tiempo lo que nos hace humanos, la conciencia del tiempo, un tiempo limitado. Sin el tiempo que huye irreparablemente, no hay duda, seríamos otra especie.
Sometidos a un tiempo huidizo de ritmo vertiginoso, multiplicamos las tareas, los quehaceres, para ver si así conseguimos que dé más de sí. Es inútil, ya, pero lo intentamos. Equivocadamente, claro. No podemos ser más veloces que el tiempo y corriendo sólo lo aceleramos.
¿Cuál ha de ser entonces la estrategia para vencerlo, al menos, ralentizarlo? La calma, lo pausado, lo lento. La serenidad y lentitud desterradas de nuestros días cotidianos, por fin pueden tener ahora su oportunidad. Cuánto hemos añorado tener ese tiempo aquilatado en largas horas, largas tardes, días, días por delante. «Si tuviera tiempo para hacer esto…», nos hemos dicho mil veces, apenados por carecer de ese tiempo añorado. Cuántos placeres descartados por no tener el tiempo adecuado para disfrutarlos.
Esta cuarentena también puede tener su lado bueno: la conjunción de un tiempo que no puede escapar a ningún sitio y nosotros obligados a quedarnos. Aprovechémoslo. No sabemos cuándo volveremos a tener otra ocasión de parar por orden de la Autoridad. Podemos dejar por estos días la lectura de novelas trepidantes en las que todo sucede a toda prisa. Novelas escritas para ser leídas sin descanso, sin pérdida de instantes, sin espacios, completamente llenas, aunque sea de nada, que nos llenarían de ansiedad. Por el contrario, yo aconsejo, para esta reclusión o cuarentena, el coraje para abrir los grandes libros, esos mismos que se llenan de polvo por carecer del tiempo que exige conquistarlos. Aconsejo la Iliada y la Odisea, La Eneida y Las Metamorfosis, aconsejo La Divina Comedia, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha o Los Episodios Nacionales de Galdós. Obras maestras que, no en vano, se han convertido en mitos eternos, no por interminables, sino porque su lectura repele las prisas e incuba calma y tranquilidad y de alguna manera vence al tiempo o nos consuela de él. Atrévanse con ellas, no les tengan miedo, ahora que por fin van a tener tiempo. Es la ocasión de conocer un poco mejor la misteriosa condición de nuestra naturaleza. Les dejarán un recuerdo feliz de estos días de clausura. Se lo aseguro ¡Y no olviden lavarse!La recomendación de Vicente de BarrioPelícula: 'Uno, dos, tres'.Para no pensar: ‘Don Camilo’, de Giovanni Guareschi. La historia de dos personajes, el cura don Camilo y el alcalde comunista Pepón en la Italia de la postguerra. Muy fácil de leer, muy divertido de leer. Ideal para pasarte un buen rato sin pensar en coronavirus.Para aprender y ver todo en perspectiva: ‘Sapiens, de animales a dioses’, de Yubal Noah Harari. Historia de la evolución del hombre, desde que dejó los árboles hasta llegar a convertirse en el creador de una nueva forma de vida. Espectacular, muy fácil de leer y que te permitirá mirar la vida de otra manera.Películas: ‘Uno, dos, tres’, del director Billy Wilder, del que dijo Trueba aquello de: «Yo no creo en Dios, pero creo en Billy Wilder», y que, al oírlo, le llamó por teléfono y comenzó la conversación con «Hola, soy Dios». Ambientada en la guerra fría, justo antes de la construcción del muro de Berlín. Es la historia del director de la Coca Cola en la capital alemana y los avatares que le suceden al recibir la visita de la hija del presidente de la compañía. Merece un montón la pena verla y admirar el trabajo del eterno «malo» de las películas de gansters, James Cagney, en su única incursión en el mundo de la comedia. Espectacular.
Espero que os valgan estas humildes recomendaciones.
La recomendación de Joaquín Revuelta
Película: 'Pánico en las calles'
Recuerdo que este era el título preferido de aquel excelente programa del segundo canal de TVE titulado ‘La clave’, que conducía pipa en mano José Luis Balbín rodeado de especialistas hace ya algunas décadas, cuando se abordaba el tema de las crisis sanitarias. Y es un título un tanto atípico porque bebe de diferentes fuentes, donde cabe reconocer el género negro en su vertiente más naturalista –esa que impulsó dos años antes ‘La ciudad desnuda’, de Jules Dassin, con el rodaje en escenarios naturales– , el estudio psicológico de personajes, donde destaca la relación de sumisión existente en la pareja de villanos encarnada por Jack Palance y Zero Mostel, y un perfecto aprovechamiento de los escenarios de la ciudad de Nueva Orleans, que le otorga credibilidad a una trama cuyo rigor científico escasea en muchas de las situaciones que plantea la película de Elia Kazan. Hay detalles curiosos como la distendida conversación sobre el restaurante donde tienen pensado almorzar dos médicos forenses de la policía ante el cadáver infectado del paciente número cero de la epidemia, muerto eso sí por los disparos de Blackie (el citado Palance), o los problemas económicos del matrimonio Widmark-Bel Geddes que ponen de manifiesto que el Servicio de Salud Pública no es buen pagador ni siquiera con sus mandos militares o la defensa que la autoridad pública en la figura del alcalde de la ciudad hace de la libertad de prensa cuando el capitán de policía que encarna Paul Douglas encierra sin motivo a un plumilla que intenta hacer llegar a su periódico la noticia de la epidemia, provocando de ese modo la posible huida de la pareja de delincuentes y la más que probable propagación de la temible peste neumónica a otras ciudades y estados.