Cuarentena Cultural (VII)

Los colaboradores de La Nueva Crónica ofrecen una serie de propuestas para cultivar el espíritu durante el tiempo que dure el confinamiento / Bruno Marcos, Miguel Paz Cabanas y Javier Callado

L.N.C.
27/03/2020
 Actualizado a 17/04/2020
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La recomendación de Bruno Marcos


'La muerte en Venecia', de Thomas Mann
Cómo no acordarse de otra gran novela que transcurre en tiempos de peste: ‘La muerte en Venecia’ (1911) de Thomas Mann. El protagonista, Gustav Aschenbach, un reconocido escritor alemán de edad ya madura, viaja en soledad y por esparcimiento a Venecia donde inesperadamente todo su mundo, organizado en torno al orden y el trabajo riguroso, empieza a tambalearse ante la belleza de un adolescente polaco llamado Tadzio, hospedado como él en un lujoso hotel del Lido, al que observa en la distancia.
Mientras tanto, en la hermosa ciudad de los canales se extiende el cólera hindú con el silencio cómplice de las autoridades y la población que lo ocultan para no dejar de lucrarse con el turismo internacional. Aschenbach tiene noticia privilegiada de la fatal epidemia que llena la urbe de olor a desinfectante y pestilencia convirtiéndola en una grandiosa ruina en descomposición.

Gustav Aschenbach toma la pérfida decisión de no informar a la familia del joven sobre el inminente mal con tal de que no se vayan, poniendo así su belleza en riesgo a cambio de disfrutarla aunque sea sólo contemplándola.La novela de Mann es un prodigio de la técnica narrativa puesta a plasmar ideas. Los encuentros simbólicos, característicos de este autor alemán premio Nobel, cobran una dimensión espléndida: El del falso joven en el barco que lleva al protagonista inicialmente a Venecia: un viejo y amanerado dandy vestido de amarillo y cubierto de alhajas que simula ser un muchacho y que, al despedirse, deja caer su dentadura postiza al fondo de la boca; o el del hosco gondolero que no obedece las indicaciones y habla solo murmurando entre la bruma de la laguna. Ambos personajes no vuelven a aparecer si no es en su consumación simbólica: el caduco caballero disfrazado de joven como el propio destino de Aschenbach y el desagradable gondolero como el quebranto de su voluntad.La aparición del adolescente polaco, Tadzio, supone también el despliegue de la vasta cultura de Thomas Mann aplicada al dilema vital que plantea la belleza. Aschenbach la produce como escritor pero Tadzio la posee. Magistralmente introduce Mann, en paralelo, el diálogo platónico al respecto que tuvieron Sócrates y Fedro en la antigua Grecia clásica.Hay que señalar también la película que rodó Luchino Visconti en 1971 y que supone una gran puesta en escena de la novela con una enorme calidad estética y literalidad rigurosa pero que se aleja algo de la obra literaria para dar una visión más emocional y plástica.La Venecia de Thomas Mann aparece así como una trampa de belleza que atrapa y embruja hasta la muerte. Quién sabe si la fascinación mundial que se siente por Italia, cuya belleza atrae a viajeros de todo el planeta, no será una de las causas de qué la pandemia que vivimos haya sido tan cruel en aquel país.La recomendación de Miguel Paz CabanasPelícula: 'El hombre tranquilo', de John FordUn libro: ‘Moby Dick’. Es el momento de leerlo, incluyendo las descripciones zoológicas del bueno de Melville. Es el libro que me llevaría a una isla.Una película: ‘El hombre tranquilo’, de John Ford. Porque es una obra homérica, una película inolvidable y un gozo puro; pero, además, porque es un canto a la fraternidad y el candor de la convivencia física, ahora que tanto la echamos de menos. Cuando me puede la melancolía, me acuerdo de ese maravilloso pedazo de Irlanda donde se desarrolla, Innisfree.

La recomendación de Javier Callado


Libro: ‘Ensayo sobre las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo Reino’, de Juan Pedro Aparicio
Es un libro luminoso. Para mí supuso un antes y un después en mi pensamiento sobre lo que es León y cuáles son sus posibilidades. Me abrió la puerta a la obra completa de Julio Caro Baroja –uno de los padres de la antropología española de siglo XX, asombrado por la personalidad de lo leonés– y a una indagación personal sobre la colectividad leonesa que aún continúa.

El libro es especial para mí por varias razones. La fecha de aparición es previa a la consumación de la autonomía de León con Castilla, coetánea con el proceso preautonómico, en consecuencia. Es, por tanto, producto de una reflexión al respecto que se desarrolló en la última etapa del franquismo y la primera de la Transición Española. Contextualizada en ese momento representa la cumbre intelectual sobre lo que es León y aún hoy contiene observaciones esenciales para saber qué es, qué representa y a qué puede aspirar el Pueblo Leonés.

El libro, siendo un ensayo, es de lectura fácil para el interesado y de presentación preciosista en lo estético, dentro de su modestia editorial. El ensayo de Aparicio hace reflexiones fundamentales que contribuyen a despejar la niebla sobre los orígenes de León como entidad antropológica; preguntas que todos nos hemos formulado y que él responde con soltura, sin prejuicios, con audacia. Eso contribuye a dotar al texto de una frescura de la que carecen muchos autores, demasiado preocupados por guardar la ropa antes de nadar.

El ‘Ensayo de las Pugnas’, de Juan Pedro Aparicio es un libro revelador y puede que catártico. Os invito a leerlo y ahondar, guiados por él, en vuestras propias conclusiones, aspecto nuclear que, para mí, da sentido a la lectura de un ensayo. Nada como el ‘Ensayo de la Pugnas’ para estimular la curiosidad y el debate.
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