Cuarentena Cultural (XII)

Los colaboradores de La Nueva Crónica ofrecen una serie de propuestas para cultivar el espíritu durante el tiempo que dure el confinamiento / Epigmenio Rodríguez, Miguel Soto y José Álvarez Guerra

L:N.C.
06/04/2020
 Actualizado a 17/04/2020
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La recomendación de Epigmenio Rodríguez


Películas: 'Plácido', 'La balada de Buster Scruggs'...
Dos películas, una española y otra americana, un clásico y una actual:  ‘Plácido’, de Luis García Berlanga (1961). El lema de la campaña franquista «siente un pobre a su mesa por Navidad» es la idea seminal a partir de la cual el genial director valenciano construye este relato descomunal de la España más gris y miserable del siglo XX. El reparto incluye a algunos grandes del cine español, como Cassen, José Luis López Vázquez o Manuel Alexandre. La película, que estuvo nominada al Óscar, debería ser de visión obligatoria para las generaciones que no conocieron aquel tiempo. Y para las que sí, con frecuencia tan dadas a la desmemoria.

‘La balada de Buster Scruggs’, de los hermanos Coen (2018). Un conjunto de seis historias independientes, seis cortos, de duración, argumento, personajes e incluso estética diferentes, pero con un hilo conductor que dota al conjunto de coherencia y solidez: el viejo western y el espíritu de frontera. La obra supone el retorno de los Coen a su estado puro, cosa que parecían haber perdido en algunas de sus últimas obras. El extensísimo reparto incluye nombres como Tim Blake Nelson, James Franco, Liam Neeson, Brendan Gleeson o el mismísimo Tom Waits. Pese a contar con tres nominaciones a los Óscar, pasó desapercibida para el gran público al no haber llegado a las salas comerciales. Se puede ver en Netflix. Una serie: ‘La maldición de Hill House’, de Mike Flanagan. Terror para los amantes del género… y para los demás. Nada de gore, sangre, vísceras, efectos facilones ni simplezas por el estilo. En realidad no es sólo terror, sino mucho más: una obra que utiliza el género magistralmente para contar una historia. Y en la que todos los elementos (guión, elenco, fotografía, sonido, edición…) contribuyen por igual a un resultado al que no es exagerado aplicar la palabra excelencia. Disponible en Netflix.Un libro: ‘El director’, de David Jiménez (ed. Libros del K.O., 2019). El que fuera director de El Mundo durante un año expone (con la misma independencia y ausencia de sectarismo con que ejerció la dirección) los entresijos de la redacción. Con ellos, las relaciones de poder y las grandezas y miserias de la profesión. Esa posición crítica e independiente ha hecho que la obra haya sido ignorada (en el mejor de los casos) tanto por los grandes grupos de comunicación como por la mayoría de las vacas sagradas de la profesión. Sólo los medios independientes y/o alternativos y las redes sociales han dado vida a un libro imprescindible para saber quién manda en España.La recomendación de Miguel SotoUna película: '24 Hour Party People', de Micharl WinterbottomPara ir a tiro fijo, recomiendo lo que sigue. Una película:  ‘24 Hour Party People’, de Michael Winterbottom. Una obra maestra del documental musical y de la metaficción. Un rabiosa concentración de energía y provocación. Los que detestan las palomas gozarán especialmente. Un libro: ‘La aventura del tocador de señoras’, de Eduardo Mendoza. Para partirse la caja. Con la fórmula mágica del humor ha dado este máquina del lenguaje. Su personaje principal protagonizó otras novelas del autor anteriores y posteriores. Léanlas todas.

Un disco: ‘Canciones profanas’, de Alaska y Dinarama.  Divertidísmo, bailable y continente del verdadero “Rey del Glam”. Pueden tirar también de J Balvin. Algunas canciones suyas son de premio.

La recomendación de José Álvarez Guerra


Música: Beethoven
Este año se cumple el 250 aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven y no voy a descubrir nada sobre lo que supuso para la música: un renovador, por no decir revolucionario, y no solamente en lo musical sino también en lo comercial, pues él inicio la autocomercialización de sus músicas, a caballo de los entonces habituales mecenazgos y encargos.

Su influencia ha llegado hasta nuestros días mucho más allá de su propia y maravillosa música, fácilmente asumible por cualquiera, se tenga o no cultura musical. Y que conste: en este tema, me considero enteradillo y poco más.

Vale la pena oír, enteras, por partes, a trozos, como se quiera, por ejemplo, sus sinfonías, desde las primeras, en las que aún se notan las influencias de los «clásicos», hasta la 9º, plena de todos sus recursos.

Amigo lector. Si las tienes mano (se han hecho montones de ediciones buenas, baratas e incluso regaladas con periódicos y revistas), ponte a ello. Si no, entra en Google, pon sinfonías de Beethoven y en YouTube tienes todas.

Para terminar. Escribía al principio sobre la influencia del compositor hasta hoy mismo, y no me refería a que «sus» músicas están en muchísimas películas, sino a que él, sin querer evidentemente, determinó el tamaño del CD, ese disquito que está ahora en nuestras vidas.

Cuando una vez resuelta la tecnología de fabricación se planteó la sustitución del «casette» por el CD, se discutió su tamaño.

Inicialmente, por aquello de aprovechar los estantes de casettes, tanto domésticos como en tiendas, se pensó en un diámetro igual al largo de la caja de la cinta. Se consultó a los expertos musicales y decidieron que debería tener la dimensión que permitiera incluir completa la 9º sinfonía de Ludwig van Beethoven.

Según cada director había una longitud y se eligió la que Wilhem Furtwängler, según muchos el mejor director de todos los tiempos, había fijado en el Festival de Bayreuth de 1951: 74 minutos.

Y ese es el estándar de los CD (al que luego se le añadieron unos minutos más con remiendos técnico).
Beethoven eterno.
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