Cuarentena Cultural (XV)

Los colaboradores de La Nueva Crónica ofrecen una serie de propuestas para cultivar el espíritu durante el tiempo que dure el confinamiento / Álida Ares, Juan Miguel Alonso Vega y Santiago Revuelta

L.N.C.
15/04/2020
 Actualizado a 17/04/2020
cuarentena-cultural-1632020-14.jpg
cuarentena-cultural-1632020-14.jpg

La recomendación de Álida Ares


Libro: 'El fin del mundo equivocado'
He leído el artículo de César Combarros ‘Repensar  el mundo’ en LNC del 05/04/2020, donde se recoge una reflexión del poeta Antonio Gamoneda sobre la situación a la que nos está llevando la pandemia del Covid-19. Dice Gamoneda que, a pesar de que «la economía se va a erosionar de una manera realmente trágica»,  hay que  ser conscientes de que «la Tierra va a mantener sus recursos potenciales y habrá que empezar a sacarlos otra vez». Estas palabras me han hecho plantearme lo que es y lo que no es esencial, viendo cómo hasta ahora lo más importante era la constante innovación tecnológica y el campo algo que había que saquear y poco más, hundiendo los precios de los productos y haciendo que los agricultores trabajaran por debajo de los costes, y en consecuencia abandonaran los cultivos y emigraran a las ciudades.

Todo ello me ha recordado un libro, ‘El fin del mundo equivocado’, del escritor italiano Mauro Corona (Altaïr, 2013), que les recomiendo leer durante esta cuarentena. Es una distopía que recrea una situación similar a la que estamos viviendo, aunque llevada a extremos. Un día el mundo se despierta y descubre que se han agotado los combustibles fósiles, el petróleo, el carbón y la energía eléctrica. Los medios de transporte se paran. Los hombres se miran desorientados los unos a los otros. El invierno está llegando y los radiadores no calientan, los supermercados se vacían, no hay siquiera luz que ilumine las noches. Las ciudades se han vuelto un desierto silencioso, sin tráfico, sin el alboroto ni la música de los locales.Rápidamente los hombres se dan cuenta de que todo el bienestar conquistado, hecho del consumo, de objetos maravillosos, les resulta completamente inútil. En casa, rodeados de lo superfluo y privados de lo necesario, intuyen, sin embargo, que existe una salvación; pero esta se halla en un saber antiguo, que desde hace tiempo permanece olvidado. Comprenden que si quieren llegar al final de ese invierno de miedo y hambre, han de recuperar la sabiduría de sus abuelos, que eran capaces de hacer las cosas con las manos y escuchar a la naturaleza para aprender sus enseñanzas. Así, mientras el duro invierno se abate sobre el mundo entero y los más débiles comienzan a caer, el que resiste aprende de los ancianos a encender un fuego, a distinguir las hierbas comestibles y las que curan, a cazar animales en el monte. Empujados por la necesidad y el miedo, los supervivientes se vuelven más fuertes y más sabios y en primavera, los habitantes de las ciudades, ayudados y dirigidos por los campesinos, plantan huertos en azoteas y jardines, hacen cooperativas, recolectan y almacenan el grano, guardan semillas, distribuyen los alimentos, hacen trueques... y consiguen salir adelante. Hay crítica de las clases dirigentes y financieras, culpables con sus políticas, sus leyes arbitrarias y su ideología, propagada a través de la enseñanza y de los medios, de que se haya llegado a una situación donde solo cuenta la acumulación de la riqueza, la ganancia fácil, aunque sea saltando todas las reglas, exprimiendo la tierra hasta enfermarla. La naturaleza entera ha sido violada por los hombres (industria, vertidos tóxicos, desherbantes, fertilizantes, hormonas, quema de bosques, centrales y residuos nucleares, etc.) y explotada hasta lo inverosímil, solo por el afan del dinero. Para mostrar el error en el que vive el hombre y el peligro que corre, el autor lo coloca en esa situación límite, en «el invierno de la muerte blanca y negra». El hombre se da cuenta entonces de que lo único que lo puede salvar de no morir es precisamente la naturaleza, esa que ya no respeta. Los valores imperantes, que brotan en la sociedad del lujo y de lo supérfluo, se revelan falsos. Los valores de veras esenciales son los que quedan cuando al hombre se le despoja de sus oropeles, incluidos los mentales. «Solo así», dice el autor, «el hombre es capaz de agradecer una sonrisa, la ayuda de otro, y de disfrutar de las cosas buenas, que ahora no ve porque está completamente cubierto de montones y montones de trastos inútiles». El hombre ha de volver a buscar el contacto con la naturaleza, disfrutarla, aprovecharla, pero cuidándola siempre, como lo que es: una fuente de bienestar y belleza y una riqueza, un granero, una despensa que se ha de preservar para el futuro.La recomendación de Juan Miguel Alonso VegaLibros: Novelas que me hicieron feliz
Tres novelas tres que, por diferentes motivos, me hicieron feliz. La primera es ‘La maravillosa vida breve de Óscar Wao’ de Junot Díaz, un prodigio de originalidad que le dejará con la mandíbula y los ojos como platos desde la primera línea. La segunda es ‘Los asquerosos’ de Santiago Lorenzo, el descubrimiento del año. No puede usted salir de esta sin conocer el universo mochufo. Y acabo esta nómina con ‘Las Memorias de Adriano’ de la Yourcenar: un libro estupendo, lleno de sensibilidad y sabiduría, tan necesaria en estos días en los que hemos descubierto, de nuevo, nuestra gigantesca fragilidad. Animula, vagula, blandula …

La recomendación de Santiago Revuelta


Virus y VIDA
Ante la proximidad del día 23 de abril, fiesta de la Comunidad de Castilla y León, y por añadidura «el día del libro», es evidente que el estado de alarma nos obliga a compartir y sugerir nuestras preferencias lectoras por la vía virtual, dejando la presencial para un futuro más halagüeño, libre ya de la amenaza del desgraciado coronavirus.

La imagen del libro de Tolstoi, ‘Guerra y Paz’, me lleva a la antítesis que a más de uno puede que ya se le haya ocurrido, ante la crisis mundial que estamos padeciendo. Se trata de ‘Virus y VIDA’. Soy plenamente consciente de ambas palabras.

La primera alude a un ser diminuto e invisible, pero que por desgracia se ha coronado y adueñado de la salud de demasiadas personas en un tiempo relativamente corto. Algunas han sucumbido a su embate, otras, por fortuna las más numerosas, lo han superado felizmente. Para mí, está claro que la VIDA con mayúsculas, es más fuerte que cualquier virus.

Como segunda reflexión o sugerencia, invito a quien lea lo que estoy compartiendo, que vuelva a releer la interesante entrevista que la revista XL Semanal del pasado domingo 12 de abril, le hizo al prestigioso analista israelí Yuval Noah Harari. El gran titular no puede ser más sugerente: «El problema no son los virus, son las personas».  

La entrevista a Harari acaba diciendo acertadamente que el virus no tiene acepción de personas: «no hay europeos, chinos o iraníes…»

Todos somos Homo sapiens… Nuestros líderes políticos, ¿ harán gala de tal sabiduría…?
Archivado en
Lo más leído