La recomendación de José Antonio Llamas
Libros: ‘Parnasillo provincial’ (Apócrifo)
Una de las joyas de la literatura leonesa es para este cronista: ‘Parnasillo provincial de poetas apócrifos’ apareció en 1975 en Papalaguinda poética, impreso en Madrid, en Gráficas Alonso, C/Pacorro 14, y que lleva la firma de Agustín Delgado, Luis Mateo Díez y José María Merino. ¿Y, quiénes eran estos tres sujetos entonces? Pues eran tres «veinteañeros» unidos por la afición desmedida hacia la literatura en cualquiera de sus formas y con una preparación y un ansia inquebrantable de dedicarle casi todas sus fuerzas y su vida. Agustín y Luis Mateo se habían curtido en la revista Claraboya, (1963-1968) anulada por la censura franquista (Fraga ministro) con la disculpa del penúltimo número, el 18, dedicado todo él a la poesía original de un tal José Antonio Llamas, que firmaba un poema titulado ‘No amanece’ cuando todo el mundo estaba obligado a cantar el himno oficial aquel que decía. «Arriba escuadras, a vencer, que en España empieza a amanecer». Y José María, un poco más joven, con el que el grupo de los claraboyos había conectado ya, y lo habían admitido al proyecto, también traía ínfulas de poeta. Y la triada falsaria, en las muchas tardes leonesas de desocupado rumbo por las tabernas del Húmedo, mientras los otros miembros del grupo andaban lejos, decidieron dar a la luz sus ensoñaciones en bocas ajenas, esquivando así el furor de los censores que permanecían al acecho.
Y el resultado fue ese prodigio de imaginación, inventando 25 poetastros provinciales y un prologuista y un epiloguista geniales, en los que lograron incardinar su visión de lo que había de ser la literatura española en unos tiempos en los que eso significaba lanzarse a la piscina sin bañador y bajo la luz difusa de una estética entre valleinclanesca y quevediana, completamente adecuada para decir aquello que nadie, y menos que nadie la censura oficial del régimen y el gusto de la crítica mezquina, se atrevían a manifestar en público.La explosión poética que subyace en este libro es evidente, aunque nunca podrá ser completamente descifrada la autoría de cada uno por los lectores, ni por los estudiosos, ni siquiera por aquellos que fuimos sus compañeros de correrías y compartimos con ellos tantas horas de discusiones y de asuetos hasta hacernos cómplices de sus secretos más íntimos. Difícil tarea puesto que la ironía a veces es tan íntima que podría dar pie a lecturas contrapuestas y que tampoco servirían para mucho.El prólogo-exordio, lleva la firma de un tal Antimio Rabanal Regalado y no es casual que uno de los maestros leoneses más reconocido por los autores fuera Don Antonio González de Lama, que había sudo cura de Antimio. Y el Epílogo didascálico está suscrito por un tal Solutor García de Polvazares que rezuma la dicción de Agustín Delgado. De los 25 poetas, todos tres autores se hacen responsables de la disparatada estética que comparten. Y para, finalizar, cataremos al epiloguista: «Te imagino, precioso lector, con la lengua afuera después de tan pedregoso recorrido. Más quién sabe si no hay en ti ya un converso, un espíritu no mediatizado por las sirenas del caos, que vuelve sus ojos a la antigüedad y en ella se deleita como en un lago de aguas quietas».La recomendación de David RubioSerie. 'Match': el riesgo de futbolizar la vidaEntre los muchos géneros que uno puede encontrar en el periodismo, el deportivo es sin duda uno de los que tiene mejor definidas sus características. Hay gestas que no lo parecerían si no fuera por quiénes las cuentan y cómo las cuentan. Muchos de los mejores periodistas practican este género deportivo porque en él se encierran muchas de las mejoras claves de este oficio, pero el creciente protagonismo del deporte en los medios de comunicación, hasta el punto de que copa casi la mitad de los telediarios, engloba también muchos otros peligros. No se trata precisamente de un género que apueste, por lo general, por la mesura, y lo más peligroso de todo es que el periodismo generalista se empieza a parecer demasiado al periodismo deportivo, donde el lector o el espectador no quiere que le cuenten los datos con objetividad, de hecho a menudo la objetividad y la pluralidad de opiniones ofenden, sino todo lo contrario. De hecho, en una situación de pandemia como la actual ejercer ese tipo de periodismo puede resultar especialmente delicado.Parodiando ese periodismo apasionado, que empuja al espectador a sentir cada lance como si fuera el último, como si le fuera la vida en ello, nace ‘Match’, una serie noruega que resulta absolutamente desternillante. Dos periodistas deportivos comentan cada pasaje de la vida del protagonismo, un treinteañero noruego que tiene los mismos problemas y las mismas obsesiones que todos los treinteañeros de todos los países. Los capítulos, que se pueden ver en Filmin, duran a penas un cuarto de hora, y los retos a los que se enfrenta Stian, el personaje que da sentido al conjunto, son tan variados como conseguir caer bien a los amigos de la chica que le gusta o, más tarde, defecar sin que nadie lo note en su primera visita a casa de sus suegros. Cada uno de sus pasos es comentado por los comentaristas, que dan al relato un inconfundible aire de retransmisión deportiva, llegando a recurrir a la repetición de las imágenes sobre los momentos que pueden dejar dudas y polémicas en el espectador y a los inconfundibles analistas que pueden estar especializados desde el lenguaje no verbal para juzgar el gesto de la chica que es objeto del deseo a un topógrafo que, con la ayuda de un gráfico tridimensional animado, estudia los caminos más cortos hasta el cuarto de baño en una situación de extrema necesidad como la que pasa el protagonista.
En tiempos de pandemia, con el vómito de cifras que cada día se vierten en los medios de comunicación, son muchos los espectadores que no están para más dramas cuando se sientan delante del televisor, por eso resulta especialmente recomendable esta original serie de humor noruego que, al menos a mí, me ha hecho reír más que ninguna otra ficción.