David González solo tiene 20 años, pero ha marcado huella entre los aspirante, el público y el jurado. No ganó, pero llegó lejos y fue el ‘repescado’, por lo que volvió a las cocinas en la recta final después de ser expulsado. Un auténtico torbellino de Castro Urdiales (Cantabria), pero con mucho de leonés. Sus orígenes están en Villafañe, una localidad del Ayuntamiento de Villasabariego muy cerca de León de donde es toda su familia paterna y donde ha pasado todos los veranos de su infancia. Pero, además, estudia Ciencias de la ActividadFísica y el Deporte en la Universidad de León y juega al balonmano en el Cuatro Valles. Aquí también comenzó su pasión por la cocina, con el arroz con leche de su abuela Catalina, «la de Villafañe», reconoce orgulloso.
Antes de irse de vacaciones a Castro Urdiales, –ahora ha cambiado el destino de sus veranos, porque durante el curso está en León–, ha pasado unos días por aquí, donde ya se es un rostro conocido, algo que al principio le ponía más nervioso si cabe pero que está empezando a asimilar, días en los que tuvo tiempo de conceder algunas entrevistas y visitar las oficinas de este periódico, donde hizo un repasó a su experiencia en Masterchef.
Reconoció que el programa ha sido «la experiencia de mi vida», una etapa «muy intensa y que me ha aportado muchas cosas», afirmó. Está convencido de que es uno de los aspirantes que más ha aprendido del ‘reality’ de cocina, porque empezó «con un nivel bajísimo» y ahora «no es que sea un experto pero sé hacer muchas cosas que antes no sabía».Tiene claro que Masterchef le ha cambiado la vida, «antes me gustaba la cocina y ahora sé que quiero dedicarme a ella», advirtió. Es joven, pero lo tiene claro, quiere una vida entre fogones, esos en los que desde niño le encantó meterse con su abuela y con su madre y de los que empezó a disfrutar ya en su etapa universitaria. Pero dentro del mundo de la cocina la repostería es lo suyo y también con lo que empezó, «haciendo tartas para los cumpleaños de mis amigos», admitía. Luego se fue a vivir solo y acabó hartándose de comer pasta y arroz, experimentando con otras comidas «me fui enganchando» y ahí comenzó a ver vídeos de cocina y a leer sobre ella. Lo que nunca pensó fue entrar en Masterchef, de hecho, le habían dicho que se apuntara pero no lo hizo porque «no me veía capaz».
Fue su hermana la que le apuntó a los casting, y con las pruebas «te empiezas a picar», explicó, mientras recordaba el día, después de Reyes, en el que ella le pidió el DNI para apuntarle a las pruebas de selección del programa, dirigido a cocineros ‘amateur’, y David no sabía muy bien cuál era el interés.
Pero al final fue pasando pruebas y acabó siendo uno de los 16 aspirantes que lucieron delantal en La 1 de TVE en la cuarta temporada de Masterchef. Y su paso por el programa ya le ha dado las primeras ofertas laborales. La primera de Jordi Cruz, uno de jueces, junto a Pepe Rodríguez y Samantha Vallejo-Nágera, que le ofreció en la última grabación ir a su restaurante en Barcelona, algo que «estoy valorando». Además, también ha recibido la oferta de un restaurante en Alicante, aunque todavía no se ha decidido y espera que esta visita a Castro Urdiales le sirva para centrarse y pensarlo. Tiene claro que el paso por el programa «abre puertas», porque ahora «tienes un nombre para ir a un restaurante, aunque no haya estado nunca en una cocina profesional», algo que le apetece probar, «para mi casa me encanta y sé que me va a gustar, pero no lo he probado», reconoció.
Apuesta por la innovación
Quedó claro en el programa y David lo reafirma. Entre innovación y tradición en la cocina, apuesta por lo primero. En Masterchef arriesgó mucho, y no siempre ganó, pero tiene claro que se comportó como realmente es. «Soy así», reconoció, después de confesar que no cambiaría nada de su paso por las cocinas más famosas de la televisión.
Innovación que ahora está intentando llevar a cabo con la morcilla de León, uno de los alimentos que más le inspira de la gastronomía de aquí. «Tengo algo en mente», reconoció, «una especie de arroz negro pero con morcilla», que tiene pinta de moderno pero también suena bien. También destaca de la gastronomía leonesa los embutidos y todo lo que tiene que ver con el aprovechamiento, como las mollejas, ingredientes que considera «interesantes».
En la casa, diversión
Durante la estancia en el programa, los aspirantes están sin contacto con el exterior, por lo que, entre curso y curso de cocina, tratan de evadirse. Para la gran mayoría de público de Masterchef, los concursantes estaban divididos y no parecían llevarse demasiado bien, algo que David niega. «la casa es un cachondeo, estamos todo el día de buen rollo, tienes que distraerte de alguna forma», explicó. Eso sí, «estás todo el día pensando en la cocina», pero sobra tiempo, para lo que tienen piscina, billar, mesa de pin pon...
Pero entre programa y programa no todo es diversión, también reciben mucha formación. Una vez a la semana recibían una sesión del Basque Culinary Center sobre diversos conceptos, como el emplatado, la cocina de vanguardia o cómo tratar las vísceras. Además, los que ganaban algún tipo de prueba recibían diferentes ‘masterclass’ en restaurantes de prestigio. La relación entre los concursantes era buena, pero David tiene muy claro con quién quedarse: José Luis. El aspirante manchego que rozó la final y que era «un auténtico titán de paisano, muy buena persona y natural», admiró. Por eso era el que quería que ganara, aunque finalmente no fue así y Virginia (la gemela andaluza) fue la que se convirtió en la cuarta Masterchef España. Del programa también se lleva grandes amigos, como Juan, que era «como mi hermano», o ‘Salvita’, Ángel, Pablo o Reichel, aunque «me llevaba con todo el mundo».
Entre las emisiones tampoco tenían demasiado contacto con los jueces. «En las valoraciones sí, pero fuera de cámara lo mínimo», confesó, algo que achacó a la imparcialidad, «ellos están valorando y no se quiere que se influencien por la relación que tienes con ellos». De los tres, se queda con Jordi Cruz, «con el que más contacto he tenido», reconoció, sin dejar de advertir que «la gente piensa que es muy borde, pero en realidad no es así».
Su paso por las cocinas de Masterchef estuvo marcado por los nervios, a los que los jueces siempre vieron como un impedimento para que David llegase más lejos. Pero también brilló en muchas ocasiones. Él, por ejemplo, se siente satisfecho con el postre de la flor y se queda con el momento en el que anunciaron que era el repescado de la edición y que volvía a colgarse el delantal.
Su etapa televisiva ya ha pasado y, a partir de ahora, quiere cumplir su sueño de «descubrir mundo, viajar y conocer experiencias», de la mano de la cocina, lo que, desde muy joven, ve como su futuro.