«No todos los caminos llevan a la catedral», reza el primer apartado del índice a modo de introducción, que quiere contradecir, ya desde la primera frase, al pintor leonés José Menchero y su «fuera, León es la Catedral y sus escritores». Así se fragua el punto de partida de una especie de recurso enciclopédico de historias; no para dormir, sí para pasear. Y, como zanja su contraportada, «una forma de leer la ciudad con los pies».
Se trata de eso: un paseo literario por las rutas de la historia de la literatura leonesa y sobre León. Doce caminos y trece nombres guían la pluma de David Rubio sobre el papel en ‘León al pie de la letra’, el último título en añadirse a la colección de La Nueva Crónica, editado junto al Ayuntamiento de León. «Me hubiera gustado meter más mujeres», confiesa el autor, que completa su índice con la presencia de Nativel Preciado, Noemí Sabugal e, incluso, la pícara que da nombre a una de las plazas de la capital provincial: Justina Díez. A ellas acompañan Luis Mateo Díez, Antonio Pereira, Francisco Umbral, Juan Pedro Aparicio, Antonio Gamoneda, Victoriano Crémer, José María Merino, Avelino Fierro, Francisco Pérez Herrero y Julio Llamazares.
Un conglomerado de escritores que han hecho de León una parada ineludible en el tren de la literatura. Nombres y apellidos cuentan entre estas páginas con la compañía de detalles sobre sus vidas y obras y, antes del desarrollo capitular, un fragmento muestra curioso algunos ‘puntos de interés’. Como invitando a leoneses a vestirse con sus ropas ya de invierno y salir a la calle, libro en mano, para sentarse ante la Catedral o en plena plaza del Grano -si así lo permite la lluvia mezquina- y rendir sincero homenaje a estos grandes autores; simplemente, escuchando el rumor que suelta el ejemplar -abierto o cerrado- y que siempre susurra: «Leer».
Mucho ha leído Rubio para darle forma a esta publicación, que ha sido incubada durante alrededor de seis meses hasta, por fin, materializarse en su resultado final. Un resultado de rincones «a los que amas tanto como aborreces» -parafrasea el autor a Luis Mateo Díez- en una ciudad «que disfrutamos y padecemos» -advierte en su contraportada. «Yo la disfruto mucho más de lo que la padezco, pero hay que saber ponerse un poco en guardia a veces, porque si te dejas llevar por los males de León, acabas ‘amorugao’, como miles y miles de leoneses», relata Rubio sobre ese amor-odio que ya casi se ha convertido en seña de identidad de los de aquí.
"Al final, a un escritor lo que se le pide es que tenga una forma de ver el mundo única"
El escritor pone de ejemplo a Francisco Umbral. «Él explicaba que le echaron de León porque fue un incomprendido aquí», cuenta: «Yo en el libro digo que no hay nada más de León que un renegado de León: a los de León siempre nos gusta hablar mal de lo nuestro, por lo general, más que hablar bien y venderlo; nos gusta señalar los errores y, muchas veces, el principal de ellos es creer que el mundo empieza y termina en León». La anécdota es buena carta de presentación de la identidad de los pobladores de esta tierra; una cuestión que sale a la luz desde el principio de la publicación, calificando a la literatura leonesa como «elemento diferenciador» de por aquí. «Este libro se mueve a medio camino de la realidad y la ficción, más en el lado de la ficción que en el de la realidad», reflexiona su autor: «A veces, lo que termina pasando es menos importante que por qué pasa, por qué se ha creado esa situación, por qué la gente es así, por qué la gente actúa de una determinada manera». Y, como conducido por una epifanía, continúa: «Por eso, creo que desde la ficción se pueden encontrar mejores explicaciones para entendernos a nosotros mismos que desde la realidad, que es más caprichosa».
Algunos de sus caprichos quedan bien reflejados entre las rutas de Rubio. Quizá por gajes del oficio, pues de su faceta como periodista no puede desprenderse con demasiada facilidad. «El periodismo que más me gusta es el periodismo de autor, por así decirlo, en el que yo veo cuál es la opinión y la forma de ver y de enfocar del periodista sobre una determinada realidad», relata: «Pero siempre tiene que ser sobre una realidad; sin embargo, la ficción puede ser ciencia ficción». Entremezclando su experiencia en el mundillo periodístico con una afición por la literatura, demostrada con una mirada intensa que no quiere olvidar detalle y un tono que se torna entusiasta al hablar de la obra de los autores recogidos en ‘León al pie de la letra’, el director de La Nueva Crónica declara sentencia: «Al final, a un escritor lo que siempre se le pide es que tenga una forma de ver el mundo única».
Lo cierto es que en esta tierra no faltan perspectivas únicas de la realidad. «Yo me siento muy privilegiado por haberme criado entre todos estos escritores», cuenta el autor sobre unos personajes a los que ha entrevistado, a los que ha conocido, de los que ha visto «cómo han ido creciendo sus trayectorias». «El hecho de sentirme muy privilegiado por estar cerca de ellos, ahora me hace sentir una gran responsabilidad», dice y no pierde la oportunidad de destacar la labor de aquellos transmisores de cultura; ese punto intermedio entre el escritor y el lector, entre la obra y lo que la rodea. «Se lo dedico a todos los periodistas de las secciones de cultura de todos los medios de comunicación de León». Y la extensa dedicatoria en los primeros restos de tinta de la publicación dan cuenta de sus palabras: «Si no fuera por ellos, no se hubiera dado la importancia que al final han adquirido los escritores leoneses y, con este libro, intento que no se diluya y que se transmita de generación en generación».
De ellos ha aprendido Rubio, igual que de todos los libros leídos que hoy lleva consigo entre los recuerdos que ocupan su memoria. Y habla de ‘Las estaciones provinciales’, su «libro de cabecera», como si un niño hablara de su juguete predilecto. «Es sobre la vida de un periodista en León en los años cincuenta o sesenta», reseña: «Aprendo muchísimo porque veo que los males de la ciudad siguen siendo los mismos, que los caciques siguen siendo los mismos, que las miserias siguen siendo las mismas y que el periodismo ha cambiado desde el punto de vista de la tecnología, pero, en el fondo, no mucho más».
El autor, acostumbrado como está a fijarse más en la literatura de los lugares a los que viaja que en sus recorridos turísticos, pretende -y consigue- con esta obra dotar a la ciudad de una especie de guía de literatos para un turismo de tipo literario, ofreciendo al lector una posibilidad de aprendizaje que va más allá de las superficies, de los edificios y sus estilos arquitectónicos, metiéndose de lleno en su profundidad emocional.
«El León soñado que no pudo ser, el León temido y destruido que nos brinda la ciencia ficción de algunos relatos»; aquella «fuente inagotable para los escritores» de la que muchos hubieron de huir. «Cada uno ha ido desarrollando su León imaginario; no su León idílico, pero sí el que se queda ahí fermentando en la memoria», explica Rubio: «Coincide que, salvo Gamoneda, todos viven fuera, porque hoy en día un escritor puede vivir aquí y triunfar o no triunfar o fracasar y, si va a triunfar o fracasar, lo va a hacer igual desde Madrid que desde León, pero antes no».
"El León soñado sería un León en el que básicamente los jóvenes se pudiesen quedar"
Menciona a Llamazares, Aparicio y Merino, pero su lista parece no querer terminar y declara: «Todos tienen una visión igual de la actualidad leonesa, todos lo ven como el reino perdido; después de casi cuarenta años, están todos de acuerdo en que esta Comunidad Autónoma ha perjudicado a León, probablemente, no tanto como diga la UPL ni como digan los que afirman que toda la culpa es de Valladolid». Y, a la consulta sobre esa tierra definida y añorada, responde con firmeza: «Cada uno tendría el suyo, supongo, pero el León soñado sería un León en el que básicamente los jóvenes se pudiesen quedar».
Entre saltos temporales y auspiciado por una mayoría de autores nacidos en la segunda mitad del siglo pasado, el libro de Rubio podría parecer un canto nostálgico a épocas remotas. Una balada teñida de la morriña por echar de menos a aquel viejo León. «No es un canto al León antiguo; para eso están los libros de historia», señala el autor: «Esto trata de poner en valor el León literario, ese León imaginario que no es ni mejor ni peor, ni soñado, ni idílico, ni catastrófico». Y, de nuevo, bajo el filtro de la actualidad leonesa y con el foco puesto en su arte, añade: «Lo que me gusta de la literatura, del periodismo y de la música es que consiga emocionarte, porque si no te emociona, te resbala. Ese León imaginario a mí me emociona y ese es el objetivo de este libro; poner en valor el León imaginario, del que yo creo que se pueden sacar mejores conclusiones que del Instituto Nacional de Estadística, por evidentes que sean».
Así, con la intención de transformar en folios todo un arte que tiene por cuna esta ciudad. Con reflejos del León imaginario de tantos y tantos autores, ‘León al pie de la letra’ ve por fin la luz. Lo hace a partir del 5 de noviembre, disponible con la compra de La Nueva Crónica. Lo hace desde las ficciones que empapan la obra de los grandes escritores de esta tierra. Escritores que, de un modo u otro, han marcado para siempre la historia del arte y la literatura de esta región. Y -¿por qué no?- también de todas las demás.