Los adolescentes españoles ven pornografía por primera vez a los 12 años y casi 7 de cada 10 (el 68,2%) consumen contenidos sexuales de forma frecuente. Esto es lo que se desprende del último estudio realizado por Save the Children y cuyos resultados conocíamos esta misma semana. El informe llama la atención también sobre el hecho de que más de la mitad (el 54,1%) reconoce que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales y al 54,9% le gustaría poner en práctica lo que ha visto.
A estas alturas de la película resultaría absurdo negar que realmente tienen la pornografía al alcance de su mano, sobre todo teniendo en cuenta que las pantallas, y su correspondiente acceso a internet, son el hábitat natural de niños y adolescentes. El camino es sencillo, el acceso es ilimitado, anónimo y gratuito.
Tampoco es que haga falta que yo les explique hoy aquí que el porno no está hecho para educar a nadie, que les traslada una idea de relación sin afecto, muchas veces violenta, con la mujer cosificada y con prácticas extremas que se toman como normales. Y que tengan ese modelo de sexualidad en la cabeza es terrible.
Somos una generación de madres y padres modernos (o eso es lo que nos creemos), les sobrevolamos todo el tiempo, pendientes de las notas de cada parcial, preocupados porque sigan una alimentación equilibrada, organizamos sus agendas (y las nuestras) para que lleguen siempre a tiempo a sus 25 actividades extraescolares, idiomas, un par de deportes, música… un universo entero girando en torno a ellos. Es evidente que nosotros ya no educamos como nos educaron, ahora todo es diferente. Todo, salvo una cosa: ¿ustedes hablan de sexo con sus hijos?
Sólo el 32% de los y las adolescentes se informa sobre sexualidad en su casa, y casi la mitad de las personas encuestadas echa en falta tener más información sobre cuestiones afectivo-sexuales.
Pero nosotros seguimos cambiando de canal a la velocidad del rayo cuando en la tele del salón aparece alguna escena subida de tono y hay niños (y no tan niños) delante, algo que ya hacían nuestros padres 40 años atrás. Como ven, hay cosas que nunca cambian.
Desde que son pequeños desaprovechamos oportunidades para explicarles las cosas de forma clara pero adaptada a su edad, cuando preguntan a bocajarro aquello de “¿y cómo se hacen los niños?”, o el clásico “¿por qué las chicas no tienen pito?” Les contamos milongas o no contestamos, nos da pereza o no sabemos cómo explicarlo, a veces no tenemos recursos para hacerlo o creemos que no lo van a entender. Y seguimos pasando de puntillas por el tema para que el apuro pase cuanto antes y alguien haga el trabajo por nosotros. Y lo hacen, vaya si lo hacen. El 30% de los jóvenes reconoce que la pornografía es su principal fuente de aprendizaje, porque al final, hacen lo que hacemos todos cuando tenemos dudas, buscar en internet.
Y con semejante panorama por delante, yo tengo claro que la única salida digna es la de recibir una educación sexual integral en las aulas, y pelearlo frente a quienes hablan de adoctrinamiento y libertinaje, frente a quienes se rasgan las vestiduras porque siguen agarrados a la idea casposa de que educar sexualmente a los chavales es lo mismo que incitarles y animarles, y frente a quienes lo quieren convertir en un tema polémico y político.
Yo les hablo de garantizar una formación seria impartida por profesionales de la salud, no se trata de ideologías, de creencias subjetivas o de los testimonios de experimentados gurús de la sexualidad.
Se trata de que nuestros hijos conozcan conceptos como el consentimiento, la intimidad, el amor propio, que aprendan a gestionar su deseo, el desarrollo de emociones y el respeto por el otro, que puedan resolver sus dudas y desterrar los mitos. ¿En serio creen que es mucho pedir?
Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
(Des) información sexual: mucho porno, poca educación
Por Sofía Morán
27/09/2020
Actualizado a
27/09/2020
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