Escribía ese hombre bueno e historiador de la Sobarriba que es Antonio Barreñada, en este mismo periódico en 2.019, hablando de las cofradías de la citada comarca: «La conocida como de ‘Las Capas Pardas’ (negras desde que en 1975 le diera a un párroco por la renovación, cosa que disgustara grandemente a doña Concha Casado, como recoge en un cuento suyo el Conde de Gaviria)...». Parece que no solo a ‘doña Concha’ disgustó aquel cambio en la cofradía con más historia de esta tierra, creada en 1.642, como dice su propio estandarte, y dedicada a Santa Eugenia.
El último día de enero celebran los hermanos de esta Noble Cofradía la festividad de su patrona, Santa Eugenia, precedido de las Vísperas a las que asisten los hermanos.
Se volvió a celebrar este año todo el rito, con una noticia feliz para los cofrades, los amantes de la tradición y, seguramente, Concha Casado, allá donde esté. Vistieron en la víspera los de las capas pardas por última vez sus capas prietas (prácticamente negras) para celebrar después el último día de enero la festividad de su patrona llevando sobre sus hombros sus capas pardas, las que les dan nombre y han sido su seña de identidad durante siglos, que pocos lo pueden decir.
No quieren estas buenas gentes de la Sobarriba ‘ajustar cuentas’ sobre estos 50 años de capas prietas pues entienden, además, que no hubo mala voluntad y tan solo una poco comprensible falta de entender el respeto a una historia tan rica.
Vuelve la Cofradía de Santa Eugenia a ser de las Capas Pardas, aunque curiosamente nunca lo dejó de ser pese a esa falta de consonancia entre nombre y color. Volverán a ser los de las capas pardas para dar esplendor al culto, «asistiendo a los actos religiosos de la comarca, incluidos los más relevantes de la propia capital de la provincia», como contemplan sus estatutos.
Y las volvieron a lucir el último día de enero de este 2.025 con los ritos tradicionales de la celebración de su patrona: la misa, la procesión por las calles con la insignia de la cofradía, los abades con sus varas y los cofrades con señorial serenidad.
Y después, que nunca falte, la tradicional comida de hermandad.