Los miércoles de cada año en la semana del curso de verano en Cistierna hay una doble tradición, dedicar la jornada de la mañana a visitar lo que llaman «los lugares de la memoria» y por la tarde las ponencias se presentan en el Museo de la Siderurgia y la Minería, con sede en Sabero.
Allí presentaron su charla las historiadores Adrián Renilla y Clara Ramos, una ponencia elegida para este día pues aborda otros lugares de la meoria, concretamente los del exilio leonés que, vaya por delante, se dispersó por medio mundo, según señalan Ramos y Renilla. «, la diáspora leonesa configuró un mapa de lugares de memoria que atraviesa los rincones del mundo, pasando por algunos países como Francia, Holanda, Suiza, Cuba, México, Venezuela, Argentina, Brasil, República Dominicana, Chile, Perú o la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)».
Habían recordado previamente los sucesos que desencadenaron este exilio leonés por medio mundo. «La violencia franquista es un fenómeno histórico científicamente comprobado. En España, el golpe de Estado y la consolidación de la dictadura franquista se vertebraron en torno al afianzamiento de una serie de redes de represión. En este proceso, la violencia fue un elemento indispensable del régimen. Ello produjo depuraciones, desapariciones, persecuciones, fusilamientos, represión económica, de género y/o por cuestiones asociadas a la moral, internamiento en cárceles y campos de concentración, así como el desplazamiento forzoso de cientos de miles de personas al exilio».
Reconocen que es muy complicado, por el momento, cuantificar la presencia de leoneses en este exilio. «Por ello, abordamos la problemática de la investigación acerca de este fenómeno del pasado reciente leonés integrada en el proceso general que llevó a unos 500.000 españoles, según las últimas estimaciones, a tomar el camino del exilio».
Dedicaron un apartado especial a la memoria del exilio de aquellos que llegaron a uno de los destinos más desconocidos para el caso leonés: la URSS. «Entre 1937 y 1939 fueron evacuados y enviados a distintas localidades repartidas por la geografía soviética desde dirigentes políticos hasta militantes de base, marineros, pilotos, militares, maestros y sus familiares, así como los popularmente conocidos como ‘niños de la guerra’ o ‘niños de Rusia’». Destacan que sus vivencias quedaron «selladas por el agradecimiento al país que los acogió durante un exilio prolongado. Sin embargo, el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial y las problemáticas internas de la dictadura estalinista truncaron los anhelos de la lucha por la supervivencia de muchos. En su conjunto, estos testimonios son historias de vida que deben investigarse e incluirse en los libros de historia para que su memoria no se diluya en el olvido».