Dibujos que animan desde las pantallas hasta los muros

El bañezano Toño Prada lleva más de un mes elaborando un mural en la parte trasera del Incibe que será inaugurado durante la Nochevieja anticipada del barrio de La Lastra

Camino Díez Llamazares y Laura Pastoriza
07/11/2023
 Actualizado a 07/11/2023
7GRAFITI
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Una pareja pasea por la plaza de la Cámara de Comercio. Sus ojos se topan tranquilos con un muro de no pocas dimensiones que, pasado por la tinta del aerosol, ya puede llamarse mural. No tardan en entrar en juego un par de teléfonos móviles a modo de cámaras que capturan el desarrollo de lo que han traído hasta el barrio de La Lastra las manos de un artista bañezano.

“Muy bonito, pero no pintes calaveras”, se atreve una señora a dirigirse a Toño Prada. Pero lo que desde hace más de un mes ocupa la pared trasera del Instituto Nacional de Ciberseguridad poco tiene que ver con aquellas alegorías de muerte. Y es que alrededor de un centenar de dibujos animados cobran vida en este enclave de la capital, como resultado de una propuesta de los vecinos del barrio al Incibe.

“La otra opción era pues un poco involucrar el tema de la ciberseguridad”, explica Prada sobre la decisión final de los vecinos: “El otro boceto era sobre niños cacharreando con ordenadores, con cámaras, con chips y cosas así, pero se decantaron por este y para mi gusto, bastante mejor”.

Pedro Picapiedra, Ralph hurgando impasible en su amarillenta nariz, el emblemático tupé anaranjado de Tintín, un Mickey Mouse a medio hacer o un Snoopy que yace tumbado sobre un banco que no tardará en volverse del rojo de su casita. Todos se hacen hueco entre la trayectoria del muralista, que lleva a sus espaldas no pocas creaciones y otras hazañas como la organización del conocido Art Aero Rap de La Bañeza. El de ahora le pone fondo a un parquecillo que divide su espacio en una zona para niños y otra para mayores, como queriendo unir a unos y otros a base del animado color de los dibujos de Artes Prada.

Confesando la incorporación de algunos personajes por recomendación de las decenas de personas que, en las tardes del domingo, le observan trabajar, el muralista dilucida sus intenciones: “Es recuperar el sentido de la infancia y para todas las edades; desde las personas que ahora mismo tienen sesenta o setenta años y que también llegaron a tocar según qué dibujos animados hasta los niños de ahora”.

Una infancia aderezada con los toques de humor y sabiduría de aquellas series y películas de animación. “Algo que todos tenemos en común”, señala el artista y recuerda que, mientras pintaba, un señor pasaba con su nieto, señalando al Willy Fog, cortesía de sus sprays. “Ese dio la vuelta al mundo en ochenta días”, cuenta que le decía. Al poco, el niño regresaba y, frente al muñeco, reseñaba a sus amigos el hito como si no fuera gran cosa. Y, aun en proceso de acabado, con grúa y furgoneta para cobijar la pintura todavía a la vista, quizá este mural sirva para eso: de abuelo a nieto, de Heidi hasta ‘Hora de aventuras’, pasando por Shin Chan. Todo en un reflejo del crecimiento desde niño hasta anciano. Un retrato animado del poso común e inevitable de lo que es la vida.

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