Un ajetreo justificado adorna la Sala de Exposiciones del espacio dependiente de la Universidad de León, que ahora traslada a sus blanquecinas paredes los colores de unas figuras que, aun estáticas, dejan entrever la belleza de un movimiento capaz de inspirar al dueño de estas impresiones en papel.
«Toda la vida» es la respuesta que acontece a la consulta sobre la cantidad de tiempo que las manos de Diego Agudo Pinilla han invertido en elaborar, entre muchas otras, las más de un centenar de ilustraciones que ahora se hacen protagonistas en el Ateneo Cultural del Albéitar. «Casi todas pertenecen a películas que he ido haciendo», explica el ilustrador cántabro sobre los dibujos que componen la muestra ‘Animaciones sobre papel’. Dibujos colocados de forma estratégica para alimentar con su presencia un efecto visual lleno de movilidad, con expresiones que se deforman y varían a medida que uno pasa a su lado, casi queriendo dejar atrás el papel para presentarse, de pronto, en carne y hueso.
Lápices de colores, bolígrafos, rotuladores, acuarelas o «lo que tenga a mano» el artista sirven de pincel en una técnica que combina trazos policromáticos con otros en blanco y negro. Todo según el criterio de Agudo, que teme, si se empeña en dar color a la totalidad de su lienzo, acabar «empachándose del dibujo». Pero si de algo no se empacha el cántabro es de observar, desentrañar, admirar y plasmar concienzudo el movimiento que es la órbita de un caminar, un correr, un saltar. O la belleza del espíritu que saca a relucir un paso de baile.
"Animación y danza funcionan bien para reconocer al bailarín por los movimientos del cuerpo"
Unas cuantas siluetas danzarinas y otras tantas de trazo más deportista son buena muestra de lo que el artista está acostumbrado a llevar al papel. «Mi madre bailaba», cuenta cómodo mientras unos focos amarillentos alumbran hasta la sudoración: «Animación y danza funcionan muy bien, no por hacer los pasos de baile, sino por buscar la identidad del bailarín y que se le reconozca por los movimientos del cuerpo». Sus palabras dan cuenta de esa especie de enajenación a la que el individuo se ve sometido cuando aprecia lo bello de la cotidianidad. La admiración por la bailarina Sylvie Guillen y la transformación de su baile al interpretar un papel u otro marcaron, de alguna forma, el carácter del ilustrador: «Te empiezas a fijar en la gente, vas a comer con amigos y ves que cada cual come de forma diferente; o su manera de andar… El movimiento muestra la identidad de cada uno».
A pesar de su entusiasmo, no todo lo que se mueve es danza y el movimiento del pelotari Juan Martínez de Irujo tiene su particular retrato, fruto del examen exhaustivo de sus entrenamientos y con las anotaciones y bocetos oportunos para, «a partir de ahí, desarrollar la película». Y es que Agudo es conocido por llevar a la pantalla, fotograma a fotograma, dibujo a dibujo, las ilustraciones que él mismo consigue y produce, con ayuda, hasta hacer que cobren vida más allá del papel.
Igual que con Irujo, el salto de altura del atleta estadounidense Dick Fosbury sembró en el artista la semilla de la creación. «Él inventó una manera nueva de moverse», analiza: «Aunque es una competición, yo veo ese movimiento como una obra artística porque, de algún modo, es la manera que tiene Fosbury de expresarse». También llevado a pantalla, el ‘Fosbury Flop’ dibujado por el cántabro y la posterior materialización en formato vídeo,impresionaron incluso al atleta, con el que llegó a mensajearse.
«El movimiento como fascinación», escribe Julio Llamazares sobre la esencia de la pulsión del artista, que juega con las formas igual que el niño que pincela rostros improvisados en unas hojas que, al pasarlas, parecen modificar su expresión de la tristeza a la alegría. De la sonrisa al llanto. De unas páginas prematuras llenas de los colores de Agudo a una pantalla que destila belleza en su movimiento. Pantallas que funcionan como reflejo de una obra que, para cada minuto de resultado, tiene días, meses e, incluso, años de trabajo por detrás.
El artista dibuja sin tener claro dónde irá a parar. Cuenta que, todavía joven, quería dedicarse a la animación y, acostumbrado a cruzar las fronteras españolas, con su obra reposando en el petate y esperando a ser mostrada, ha llegado a exponer en el Lincoln Center de Nueva York, en Tokio y en Londres y a colaborar en Toy Story 3, entre otros muchos hitos que marcan la trayectoria de este cántabro humilde y risueño.
Quizá a causa de los nervios por la inminente inauguración de este jueves a las 12:00, las bromas salen casi sin cesar de la boca de Agudo, que cuenta con el apoyo de varias personas para ultimar los detalles de sus ‘Animaciones sobre papel’. Una muestra de belleza de movimientos que se completa con piezas para ilustrar ‘Fortunata y Jacinta’ de Benito Pérez Galdós con motivo de su aniversario. Todas en una sala que embriaga del perfume novelesco al visitante nada más entrar. Y, separadas por un par de tabiques, otra sala acoge lo que se presenta como la guinda del completo pastel que es esta exposición. Ilustraciones basadas en un guion inédito de Carlos Pérez Merinero, cedido al cántabro por su hermano, se presentan en la escena como las primeras pinceladas de lo que acabará convirtiéndose en un cómic por cortesía del autor.
"Te empiezas a fijar en la gente y ves que cada cual tiene una forma de comer o de caminar diferente"
Todo en una muestra que se mantendrá en el mismo espacio hasta el próximo 23 de febrero y que contará con proyecciones de las animaciones del artista «para que se entienda el movimiento del dibujo», según indica él. Una muestra que, además, tiene resueltas algunas sopresas, como la charla de Agudo que el día 20 de enero precederá a la exhibición de algunos dibujos en un folioscopio, la visita guiada a cargo del cántabro y, para finalizar, la actuación del primer bailarín del Ballet Nacional de España, Eduardo Martínez, que tendrá como compañera de baile a su propia animación.
La charla va llegando a su fin, dejando un tiempo para pasear por entre las siluetas de Diego Agudo Pinilla, que llenan de movimiento el Ateneo Cultural y saltan y bailan y caminan por entre los muros del Albéitar en la capital provincial. Mientras, el artista soluciona los últimos preparativos para dejar todo listo antes de la inauguración. Hace un esquema mental sobre sus próximos planes y ríe a cada rato, como evitando tomarse a sí mismo demasiado en serio y haciendo gala de un pensamiento que rinde homenaje a sus movimientos pictóricos por su velocidad. Por una sencillez que sólo puede ser fruto de quien mastica y retuerce la realidad hasta hacerla animada sobre la firmeza inanimada del papel.