Un documento excepcional

Por Isidro González García

23/10/2024
 Actualizado a 23/10/2024
El autor de ‘La verdad sea dicha’ y columnista en La Nueva Crónica, Santiago Trancón. | DANIEL MARTÍN
El autor de ‘La verdad sea dicha’ y columnista en La Nueva Crónica, Santiago Trancón. | DANIEL MARTÍN

‘La verdad sea dicha’
Santiago Trancón
Editorial Círculo Rojo
Ensayo
502 páginas
22,00 euros

Ante tantas novedades editoriales, me atrevo a destacar este libro del leonés Santiago Trancón, que no debiera pasar desapercibido. Su autor recoge en él una selección rigurosa de sus mejores artículos, muchos de ellos publicados en La Nueva Crónica.

Decía el presidente norteamericano Thomas Jefferson que «el precio de la libertad es la eterna vigilancia». Es decir, que la prensa, y en general todos los medios de comunicación, debieran ejercer un control sobre los abusos del poder. Dicho así es muy sencillo; sin embargo, sobrevuelan grandes y peligrosos intereses que en nombre de la libertad hacen lo contrario y sirven bajo ese nombre a los más oscuros propósitos. 

He seguido con regularidad la obra de Santiago Trancón, sobre todo a partir de 2015, lo que me ha permitido construir su perfil a lo largo de estos años a través de sus libros y sus artículos. En todos ellos se proyectan -en este caso como articulista, aparte de su faceta profesional como filólogo- unas características bien definidas: la primera es esa eterna vigilancia que desde siempre ha mantenido en su trayectoria contra los abusos del poder y la defensa de la libertad, rememorando la cita de Jefferson. Sus artículos siempre son oportunos y proyectan sobre la palpitante realidad de nuestro país la crítica pertinente y directa, sustentada en una excelente pluma, precisa, lejos de la prosa plúmbea y aburrida que llena a veces muchas crónicas de nuestros  periódicos. 

Nuestro autor se ha enfrentado al problema del idioma español en Cataluña, especialmente a partir del Manifiesto de los 2300, así conocido por el número de firmantes iniciales y que él redactó, y desde entonces (1981) ha mantenido una coherencia muy difícil de encontrar hoy en una prensa y unos intelectuales y periodistas, muchos de ellos orgánicos, defensores de los intereses de sus patrocinadores. Su pluma afilada y valiente es de las pocas que aún quedan en nuestro país. 

Los artículos recogidos en este libro han sido publicados en La Nueva Crónica,  El País, Libertad Digital, Crónica Global, El Catalán o El Mundo. Uno de los aspectos que mejor define estos artículos es su permanencia; cuando, pasado el tiempo, se quiera saber qué estamos viviendo hoy, habrá que recurrir a estos testimonios de la prensa escrita. La obra que nuestro autor recoge en su libro es como un caleidoscopio que nos traslada al tiempo que ahora mismo vivimos, aunque recoja referencias del pasado. 

Otra característica de este libro es que su elenco de artículos supone la recuperación de aquel gran periodismo español que no solo describía lo que ocurría en su momento, sino que trasladaba al lector un análisis de la causas de los hechos y sucesos a los que se referían.

 

Por razones profesionales, quien esto escribe, debido a su investigación histórica, ha tenido que leer mucha prensa del XIX y gran parte del XX. Ya desde Larra, pero sobre todo a final del XIX, que es cuando aparece ese ramillete de escritores del mejor periodismo español (Mariano de Cavia, Luis Bonafous, Gómez Carrillo, Fernández Flórez, Calvo Asensio y en pleno siglo XX  Chaves Nogales o el mismo Umbral), este periodismo ha tenido siempre una vocación literaria y crítica. Estos autores escribían a pie de obra cuando la pluma era la única arma que podían utilizar contra los abusos del poder. No existían los elementos técnicos de los que hoy disponemos, como la televisión, la radio o internet. El periodista se fajaba en su trabajo dejándonos unas excelentes crónicas de aquel tiempo que nos han servido muchas veces a los historiadores, utilizándolas como fuentes primarias. Con el paso del tiempo los historiadores investigadores describen los hechos con informaciones enlatadas, utilizando documentos, libros o imágenes que solo reflejan un análisis frío y aséptico incardinado en la historia, pero no describen la vida diaria transversalizada por los fracasos, las inseguridades o los sufrimientos. La historia capta el hecho, pero no la vivencia que le rodea. 

Pues bien, nuestro autor nos describe la sociedad en que vivimos al estilo de lo que hacían aquellos grandes periodistas, que nos han dejado unos testimonios tan reales, escritos bajo el impacto inmediato de lo que estaba ocurriendo, y que trasladan al lector a las pulsiones de la época de una manera directa.

Como reflejo de la sociedad, el conjunto de temas tratados por Santiago Trancón en su libro pareciera a simple vista que no tiene conexión; sin embargo, nada más lejos de la realidad: nos describe a una sociedad poliédrica y compleja donde existen, aparte de los grandes temas, infinidad de problemas a ras de suelo que Trancón aborda de una manera directa utilizando un vocabulario muy expresivo, dotado de una fluidez que atrapa al lector de una manera sencilla y comprensiva. A esto hay que añadir otra característica, y es la impregnación de muchos de sus artículos de lo que el autor lleva dentro: su conocimiento e interiorización de los clásicos, que tan bien conoce, como demostró en su libro Sabiduría de los clásicos.

Cuando uno lee sus artículos casi siempre aparece alguna cita o frase de Quevedo, Cervantes o su admirado Gracián y que nos revela el sentido universal que dimana de los clásicos. Quizás por eso me recuerda bastante al famoso libro de Isaiah Berlin, El fuste torcido de la Humanidad, en que el famoso filósofo e historiador británico viene a decir que así como la tecnología o la investigación científica han hecho avanzar a la humanidad a unos grados de confort inimaginables hasta ahora, sin embargo no hay una equivalencia en este extraordinario progreso con los valores humanos; es decir, que la parte más indeseable de la condición humana (la envidia, el rencor, la traición, la ambición, el deseo de eliminación del contrario y todo tipo de  miserias y perversidades), no solo no han evolucionado en paralelo a la tecnología para erradicar esos males, sino que incluso han aumentado.

Destaquemos, para no alargarnos, la sagaz ironía con que trata a muchos de los personajes públicos,  así como la admirada lucidez, por contraste, con que habla de escritores como Luis Mateo Díez, Antonio Colinas, Juan Carlos Mestre o Carlos Sahagún. Todo ello enmarcado en un tema central del libro, el tema de España, la situación por la que está atravesando esta España tan contradictoria y sin rumbo que nos recuerda la famosa expresión de Shakespeare de que «nunca hay viento favorable para aquel que no sabe a dónde va». Su preocupación por el devenir de España, basada en sus conocimientos y en su propia peripecia personal, no cae, sin embargo, en la tentación del pesimismo. 
No nos queda más que felicitar al autor por este documento excepcional de nuestra historia contemporánea.

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