‘Don Carlo’ en la abadía del vino

El festival de Klosterneuburg, celebrado en un monasterio barroco cerca de Viena, acoge la obra maestra de Verdi, que se retransmite este jueves en los Cines Van Gogh

Javier Heras
07/11/2024
 Actualizado a 07/11/2024
Un instante de la puesta en escena de ‘Don Carlo’. LUKAS BECK
Un instante de la puesta en escena de ‘Don Carlo’. LUKAS BECK

Desde hace treinta años, un festival lírico al aire libre ha ido asentándose y ganando prestigio en Europa. Tiene lugar en Klosterneuburg, una pequeña ciudad a apenas 10 kilómetros de Viena, bañada por el Danubio. Más concretamente, se celebra en su famosa abadía, ligada a la población desde su origen en el siglo XII, y presente en su nombre mismo (‘Kloster’ significa «monasterio» en alemán). Ya en el siglo XVIII, se amplió con la construcción de una corte imperial: parece ser que Carlos VI quería convertirlo en residencia real (un Escorial a la austriaca), pero su muerte repentina en 1740 y el desinterés de la heredera María Teresa -que prefería el palacio de Schönbrunn, en Viena- detuvieron las obras.  

Así, Klosterneuburg ha pervivido gracias al turismo, a la tradición vinícola (aquí está la bodega más antigua del país, que pertenece a los monjes Agustinos) y ahora a la música. Desde 1994, acoge un certamen que cada verano convoca a unos 11.000 espectadores, muchos menos que Bregenz, St. Margarethen y otros escenarios abiertos. Pero ahí reside su ventaja: por sus dimensiones, en Klosterneuburg no hace falta amplificación. A los cantantes se les escucha perfectamente gracias a la acústica del patio barroco donde se desarrolla, con capacidad para unas 800 personas.

El jueves 7 de noviembre, Cines Van Gogh retransmite una grabación de 2023 de uno de los títulos más regios de todo el repertorio: ‘Don Carlo’, monumental drama político sobre el enfrentamiento entre Felipe II y su hijo Carlos en la España de la Inquisición. Se basa en un poema dramático del alemán Friedrich Schiller, autor favorito de Verdi (aparte de Shakespeare), y al que ya había adaptado en ‘Luisa Miller y Giovanna d’Arco’. Contenía los temas habituales de la carrera del compositor: la lucha del amor con el deber (‘Il trovatore’), con los celos (‘Otello’) o con la familia, así como la crítica a la hipocresía del clero (‘Nabucco’). El oscuro libreto de Méry y Du Locle, con la sublevación de los Países Bajos como telón de fondo, fue uno de los mejores que el genio de Busseto (1813-1901) tuvo entre manos. 

Como se trataba de un encargo de la Ópera de París, no le quedó otro remedio que adaptarse a la estructura en cinco actos (con un ballet) y al idioma francés. Estrenada en 1867, su autor la revisaría hasta ocho veces; la definitiva para La Scala en 1884, ya en cuatro actos y en italiano. Su duración, su contenido político y su música densa pueden intimidar, pero se trata de una de las cimas de la carrera del genio de Busseto, gracias a su hondura psicológica, al carnoso retrato de sus personajes, a sus dilemas morales y a sus pasajes memorables: el auto de fe, el lamento de Felipe II, el dúo con el inquisidor…

En la función que podrá verse en los cines, tomó la batuta de la Beethoven Philharmonie -antes llamada Sinfonietta Baden- el austriaco Christoph Campestrini (1968), responsable musical de Klosterneuburg desde 2015, pianista y compositor de ‘lieder’, Kapellmeister en Viena y habitual invitado en festivales como Dubrovnik. Aquí supo acentuar tanto las cuerdas como unos metales incisivos y precisos.

Cartel del evento. LNC
Cartel del evento. LNC

Si el vestuario de época recuerda a los maestros flamencos, la escenografía, funcional, diferencia los espacios de la acción (los aposentos, la cárcel, el jardín, la plaza pública). La firmaba uno de los cantantes protagonistas: Günther Groissböck, bajo austriaco (1976), discípulo de José van Dam y habitual del repertorio wagneriano, con el que ha despuntado en Bayreuth, Múnich o Berlín. Su papel -Felipe II- es el centro de la acción, tan poderoso como solitario. Bajo el caparazón de rey absolutista hay un padre y esposo frustrado: su mujer no lo ama, no domina a su hijo cuando se rebela, y se tiene que postrar ante el Inquisidor, que le pide la cabeza de su mejor amigo.

El elenco lo completaban dos solistas que ya convencieron en este mismo escenario: el filipino Arthur Espiritu, ganador del concurso Belvedere de 2007 y siempre cómodo en los agudos del bel canto y en el repertorio lírico y spinto (Romeo, Fausto, Rodolfo, Tamino), y la rusa de origen armenio Karina Flores (Tatiana, Aida, Desdémona, Norma).

 

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