‘Los dueños de León. Centenario de la Cámara de la Propiedad Urbana de León (1923-2023)'
Javier Fernández-Llamazares
Eolas&Menoslobos
496 páginas
50 euros
Hace algunos años eran muchos los periódicos que incorporaban en su día a día información sobre lo acontecido hacía 25, 75 o 100 años antes. Tenía su gracia y su interés, aunque al lector no le proporcionase, en la mayoría de los casos, más que leves notas sobre acontecimientos cotidianos y banales que, vistos en la distancia, parecían imposibles, por no decir ridículos, en el presente. Resultaba, en fin, que eran tan banales, imposibles o ridículos como los que se recogían en el propio periódico del día. Pocas de esas noticias eran efemérides (tal vez por eso la costumbre cayó en desuso). Para serlo, les faltaba un calificativo indispensable: la notabilidad del acontecimiento. Conviene distinguir. Así, por ejemplo, el 6 de enero de 1923 el periódico La Crónica de León (periódico leonés de tirada semanal que salía los sábados, se calificaba a sí mismo de independiente y había comenzado su tercera época en abril de 1922) incorporaba por vez primera el color rojo en su cabecera. Apenas es, obviamente, una anécdota, por más que en su tiempo tal vez resultase un signo de modernidad. Al hilo de lo cual conviene recordar que los leoneses de entonces tenían mucho más donde elegir que ahora porque, si no recuerdo mal (que el profesor Santoyo me corrija si me paso o no llego), tenían a su disposición El Defensor de León, Diario de León, La Mañana, La Democracia o El Distrito Universitario.
En cambio, sí fue un acontecimiento de extraordinario interés y de grandes consecuencias el golpe de estado que el 13 de septiembre de ese mismo año protagonizó Miguel Primo de Rivera con la aquiescencia de Alfonso XIII, cuyo último gobierno estuvo por cierto, presidido por el astorgano Manuel García Prieto. Entre una cosa y otra, y de entre todas las que ese año tuvieron lugar, rescato una noticia leída el 6 de febrero de 1923 precisamente en el periódico de reciente cabecera bermellón: «Ha quedado constituida la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana de esta ciudad, eligiéndose presidente a Don Jacinto Sánchez Puelles». Eso explica sin ambages la publicación del libro ‘Los dueños de León’ (Eolas&MenosLobos) con el que la Cámara de la Propiedad Urbana de León celebra su centenario, que es un acontecimiento digno de celebrarse en el mundo actual, en el que lo único que se hace viejo son las personas. Es un libro tan voluminoso (496 páginas) como enjundioso y, desde luego, de factura hermosa y pulcra cuya portada nos devuelve una imagen hoy ya imposible. Se trata de un detalle de una fotografía de Santo Domingo y Ordoño II bajo la nieve tomada por Manuel Martín de Lamadrid en 1951, cuando la ciudad distaba tanto de aquella de 1923 como de la de hoy. ¡Lástima no haber conservado esa ciudad! De eso, y la evolución urbanística de nuestro León (con sus intervenciones razonables, sus barbaridades, sus intereses particulares y contrapuestos a los del común) da noticia la última parte del libro que firma Juan Carlos Ponga Mayo a quien, con muchísima razón, solamente le falta tirarse de los pelos ante los agravios sufridos por la urbe en el último siglo. Una urbe que se lanzaba al futuro con unas expectativas de modernidad que pronto quedaron cercenadas y que, todavía hoy, contempla impasible (entre dormida y ajena) el escenario en el que habita.
De la mayoría de esos casi cinco cientos de páginas responde Javier Fernández-Llamazares, asiduo colaborador en prensa y experto en la historia de la ciudad de León en los comienzos del siglo XX. Autor de títulos bien conocidos, de entre ellos a mí me gustaría destacar ‘Crónicas de la Burguesía Leonesa’ (Eolas, 2012) porque precisamente la palabra burguesía es la que va a definir Los dueños de León. Es, creo yo, también suficientemente conocido el hecho de que Javier es responsable y propietario por razones familiares del archivo privado de la Banca Fernández-Llamazares, al que se ha incorporado una gran parte del de la familia Pallarés. Ese ingente material, compuesto por cartas personales o profesionales, fotografías, recibos, facturas, contratos, documentos notariales y anotaciones de todo tipo y complementado con algunos otros –por ejemplo el de Juan Carlos Gómez Barthe, que firma el epílogo de este volumen y desciende de los Álvarez Carballo–, es la base fundamental que permite a su autor abordar desde un punto de vista original, novedoso y cercano (cuyos postulados se posicionan frente a lo que él denomina la «retórica universitaria») la vida de la burguesía leonesa de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Merece la pena sin duda acercarse a ese entramado de familias e intereses que Javier Fernández-Llamazares nos presenta, explica y desmenuza rescatando, lo cual resulta especialmente interesante, el importante y activo papel que las mujeres desempeñaban en él. Un papel que defiende y documenta prolijamente en contraposición a las corrientes que lo obvian o niegan. Surge así ante el lector un cuadro fidedigno y bastante concreto de esa sociedad burguesa leonesa – en la que se daban cita los dueños reales de León– que tendrá como uno de sus principales intereses la creación de la Cámara de la Propiedad Urbana. Interés principal pero no único porque página tras página uno va percibiendo muchos otros, que incluían los culturales o de beneficencia, en los que confluían siempre las mismas familias, de tendencias políticas muchas veces contrapuestas, lo cual no era por entonces ningún problema. Y en el origen de esos intereses el autor sitúa a la Real Sociedad Económica de Amigos del País que se funda en 1782. Por otra parte, que la Cámara de la Propiedad se haga realidad en 1923 probablemente tampoco es casual si se tiene en cuenta que en ese año, por ejemplo, se inauguró el ferrocarril de vía estrecha de León a Matallana, se fundaron la Sociedad Cultural y Deportiva Leonesa y la revista Vida Leonesa, se firmó el contrato de abastecimiento de aguas de la ciudad de León o se produjo el asesinato de González Regueral. Todo mientras la ciudad veía construirse algunos modernos edificios, hoy emblemáticos, o asistía al planteamiento de nuevos barrios, como el de San Claudio.
No quisiera pasar por alto de ninguna manera el capítulo con el que la obra se inicia, titulado ‘La ciudad de León en el siglo XIX’, del que es de autor José Antonio Balboa, investigador imprescindible en muchos ámbitos de estudio históricos de la provincia de León. Uno de ellos, precisamente el siglo XIX, que es el de los grandes cambios y también el de la burguesía. Resulta un telonero de excepción para una obra rigurosamente documentada, interesante, curiosa y llena de datos que rebasan el propio año de la fundación de la Cámara y se prolongan en el tiempo hasta los trágicos años posteriores.
Dicho lo cual, parece que en el fin de esta reseña, lo que procede es desearle larga vida a la Cámara de la Propiedad Urbana de León que en las últimas páginas de este volumen vuelve su vista con cariño al último cuarto del siglo XX y al primero de este. Alguien hablará de ello a la vuelta de otros cien años.