«Una ciudad sin arte es una ciudad que se muere lentamente (...). El arte es vida». (Marian de la Puente. Artista plástica).
Recuerdo algunos años: frente al bloque de mármol que acabó dando lugar a la ‘Maternidad’ que Castorina diseñó para Astorga, yo me asombraba intentando ver –donde me indicaba claramente la pierna de la madre, o la espalda del niño– algo más que un anodino bloque de piedra. A lo largo del proceso la vi marcar en fragmentos pétreos, totalmente informes, diversas figuras que ella señalaba con los trazos precisos de una tiza. Su habilidad para descubrir lo que allí escondían me asombraba tanto como las imágenes que tallaba sobre cantos de río, algo –a mí me parecía– más increíble aún que el labrado de cualquier otra piedra. Siempre le oí decir que el artista no inventa nada, que sólo saca a la luz la belleza que la naturaleza nos regala a cada paso que damos. Pero hay que tener un talento especial para descubrir esa belleza escondida, para despertarla, para darle vida y mostrársela a los demás provocando en quien la mira un mundo de sensaciones y sentimientos. Eso mismo es lo que hace nuestra protagonista de hoy, Marian de la Puente (León, 1967) que transita por el mundo del arte interpretando lo que naturaleza ha escondido en materiales como los troncos de los árboles, una corteza, un tocón, una piedra… rescatándolo y resaltándolo a través, fundamentalmente, del tratamiento del color.
Esta leonesa del barrio de Pinilla creció en un clima familiar muy relacionado con el arte y la cultura; era normal pintar o dibujar porque «los colores, las pinturas, la imaginación formaban parte de nuestras vidas», dice. Pero no es hasta 1999 que decide dedicarle a ello, más continuada y metódicamente, para lo que pasará por diversas academias de pintura con intención de adquirir la técnica y de empaparse de todo lo que rodea al mundo del arte (en este proceso destaca la presencia de Rosi Martínez, su principal maestra). Y desde 2010 mayor dedicación y experimentación: primero utilizando de base pizarras y piedras rescatadas de casas o pueblos abandonados; luego, maderas trabajadas directamente por ella o modeladas por los arrastres de ríos y torrentes. Esa experimental faceta artística comenzaría en el Bierzo Alto, lugar del que obtiene sus piezas de trabajo a las que va incorporando «colores e incrustaciones de otros materiales generando un arte totémico y poético que en algún momento se ha vinculado con el de los aborígenes australianos».Marian utiliza como nombre artístico ‘La Lagartija Australiana’ «debido a mi fijación obsesiva por ellas desde muy niña, australiana en recuerdo de los aborígenes y las pinturas de estos»; dice tener una «vocación artística artesanal» que le permite ser feliz pintando y confiesa haber escrito algún poema (influida por su padre, que también escribía poesía). «Cualquier forma artística siempre aporta algo. Enriquece mi mente y mi corazón. Amo la belleza, el arte y la cultura son algo esencial y más en estos momentos que estamos viviendo», cuenta; pero lo que más le llena es pintar «pintar sola (…) en un encuentro conmigo misma (que) me llena de tal forma, que desconecto de esta realidad que vivimos y paso a conectar con la creatividad pura»; pintar sobre todo para ella, aunque reconozca lo satisfactorio de mostrar su obra al público y sentir que le gusta lo que hace. Desde 2010 en que comenzó con su proceso de visibilización no ha dejado de participar en proyectos, algunos personales, otros colectivos, y muchos de ellos relacionados con lo solidario. Con todos señala haberse «enriquecido y aprendido un montón de cosas» y destaca haberse apasionado recientemente con la exposición ‘Del Reciclaje al Arte Público’: «Me encantó poder pintar en un formato de grandes dimensiones, como hacía Van Gogh, a una velocidad y tiempo increíble. Disfruté muchísimo. Y después la experiencia de llevar el arte a la calle, de la ciudad a los pueblos. Y conocer a artistas estupendos del panorama leonés». Y de ‘Naturaleza mágica’, exposición retrospectiva en Santa Colomba de Somoza destaca la ilusión concretada en una explosión de color y alegría en días tan grises como los de 2020: “Un regalo de la vida. Estoy muy agradecida…».
Aprendiz constante, enamorada del color, se siente muy reflejada en la ‘Escuela impresionista’, muy influenciada por Vincent Van Gogh del que le apasiona «su obsesión por captar el movimiento y por plasmar de inmediato y con toda rapidez lo que acontecía en su día a día. También su amor por la naturaleza». También siente el influjo indirecto, incluso inconsciente (pues las desconocía) de las pinturas de los aborígenes australianos, con las que mucha gente ha comparado su obra. Y en la línea de ambos influjos Marian se ha propuesto para este año 2021 un reto: «un día a la semana, salir a la naturaleza. La vitamina N que tanto necesitamos».
Admiradora de muchas otras compañeras en el mundo del arte siente que «la mujer le aporta a este un punto de vista diferente: frescura, sensibilidad, espontaneidad y una plasmación de la energía femenina en su estado más puro»; y cree fundamental poder contar cada vez con más referentes y espacios a través de los cuales conocer la realidad presente y futura de las mismas, tarea a la que pueden contribuir las «jóvenes valientes que se atrevan a soñar el porvenir».
Marian, que es una con el arte, considera que éste, junto a la cultura en general, es «el alimento primordial para llevar esta situación tan distópica con un cierto equilibrio y armonía» porque «el arte es el bálsamo para curar las heridas y llenar los espacios de esperanza, belleza y amor del bueno. Es muy importante, ahora más que nunca, que (…) tengan más visibilidad».
Y su ilusión en el horizonte más próximo, su proyecto Tótem. Presten atención.
El arte tótem de Marian de la Puente
Enamorada del color, se siente muy reflejada en la ‘Escuela impresionista’, muy influenciada por Van Gogh
26/01/2021
Actualizado a
26/01/2021
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