Históricamente ha ocurrido que los bautizados como bandoleros acaban teniendo un componente romántico en sus vidas, bohemio a veces... y resulta que quienes debían ser rechazados acaban siendo unos tipos entrañables.
En León ha ocurrido, con Salvador Cañueto Cañueto, un cabreirés de Marrubio que era noticia frecuente en los periódicos por ir sumando robos de pueblo en pueblo, primero por la zona de Astorga, La Bañeza, Carrizo y varios pueblos de Omaña, que al sucederse y repetirse la comarca propician el inicio de su leyenda al ser bautizado popularmente como El Bandolero de Omaña; lo que lleva a sus defensores a decir que «ni bandolero ni de Omaña». Las cifras crecen, primero andaban por los treinta robos, después por los cincuenta...
Incluso en las paredes de León y otros puntos de la provincia aparecen pintadas en las que se puede leer: «¡Viva el bandolero de Omaña!».
¿A qué se debe el cambio? ¿Dónde está el romanticismo de ir robando de pueblo en pueblo? por más que sea una realidad que no tiene ningún delito de sangre, ni agresiones, ni grandes robos más allá de unas vueltas de chorizo o similares, salvo que encuentre latas de conserva, que son su debilidad y propician el segundo de sus apodos, El Latillas.
No regresó en 2010 de un permiso cuando ya iba a cumplir el total de la pena y nada se sabe de élEl cambio radica en que poco a poco se va conociendo su biografía, dura biografía, y no son pocos los que van sintiendo compasión por aquel niño nacido en Marrubio en 1946 y «ya con problemas» pues hay que pensar en lo que supone nacer en este tiempo en un pequeño pueblo «sin padre conocido», lo que se traduce en otra expresión maldita entonces, «de madre soltera». Y la realidad no mejoró, ni mucho menos, la complicada vida que se le auguraba al niño.
Se cría Salvador en casa de los abuelos —su madre y su padrastro emigran a Inglaterra y él queda en Marrubio— donde pronto se convierte en pastor de ovejas, con apenas diez años, y conoce esos montes que con el tiempo serían su casa, pues el secreto de la dificultad para detenerlo era su conocimiento del monte, donde llegó a hacerse una ‘habitación’ en un árbol hueco.
Un día, sin explicar nada, abandonó su pueblo. Empezaba una nueva vida y lo cierto es que comenzó trabajando. Fue pastor durante varios años en Secarejo, un oficio que conocía, y sus ‘patronos’ le recuerdan con cariño y como un buen trabajador y un hombre pacífico, sin ningún problema ni un carácter difícil, aunque sí reservado.
Pero, nuevamente, un día se fue. Curiosamente ya tenía un rebaño propio, fruto de su trabajo, y lo dejó allí... Se fue al monte
Y comenzaron los primeros hurtos, las primeras noticias de robos de este antiguo pastor que aún no tenía 30 años. Pasaron otros diez años, su leyenda de hombre muy astuto y escurridizo crecía tanto como incomodaba a sus perseguidores... Y fue detenido en Cádiz, por similares delitos a los de León. En 1999 sale de permiso y no regresa, vuelve a León. La leyenda dice que subió desde el sur andando, sin coger trenes ni autobuses, pero él algunas veces lo negaba cuando la preguntaban en la cárcel, pero sin excesiva contundencia.
En esta segunda etapa en León (a principios del 2000) es cuando intensifica su presencia en Omaña, es bautizado con el apellido de la comarca y crece su «popularidad» hasta que es detenido de forma casual , siendo fundamental la presencia de una perra, Chispina, que iba con su amo, un guardia civil fuera de servicio, y descubre a Cañueto escondido. Dice ser «un pastor buscando trabajo» pero al guardia le extraña su gran macuto y repara en que le faltan tres dedos, algo que figuraba en las órdenes de detención. Y le detiene.
Y llegan los juicios, su defensa es siempre la misma, «robo nada más para comer», llegan las condenas, se suman y es uno de los tipos más queridos en Villahierro.
En 2010 está a punto de cumplir la pena para salir en libertad. Disfruta de un permiso penitenciario y no regresa... Una vez más, se fue. Hasta hoy. No ha habido más noticias, no se han denunciado robos, ni de latillas ni de dulces o farias —sus otros vicios—. ¿Alguien cree que existe alguien interesado en detenerlo?
El bandolero, un prófugo al que nadie quiere detener
El Bandolero de Omaña protagonizó una noticia tras otra de pequeños robos para comer. Su detención fue muy celebrada, pero cuando se fue conociendo su dura biografía creció una ola de simpatía hacia este cabreirés sin padre conocido, pastor desde niño, superviviente... Ya hace nueve años que se fugó de la cárcel
27/01/2019
Actualizado a
18/09/2019
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