Han sido la rectitud en el flujo de la corriente de agua que atraviesa León y la magia de sus vegas y orillas escarchadas en una bienvenida al otoño, los latidos impulsores para que el artista retrate una parte del curso que avanza desde el Puerto de Pajares hasta el río Esla. El pintor, sometido al hechizo de sus aguas, le ha puesto imagen -sin saberlo- a ‘El río de los amigos’ por el que declamó unos versos Gamoneda.
«Últimamente paso mucho por los puentes del Bernesga y me llama el río», cuenta Lolo Serantes, que achaca su interés por registrar las bellezas acuosas a unos orígenes asturianos. Su cuadro, ‘El Bernesga es León’, que ahora se expone en la galería del Camarote Madrid, da cuenta de tal interés. Y es que el artista, con paisajes urbanos en su cartilla de pintor y confeso apasionado de las zonas verdosas cortesía de la Naturaleza, describe con esta obra y de forma pictórica los encantos a los que le somete este ruadal leonés.
«Todos los ríos tienen su esencia, tienen su atracción», opina solemne: «Depende de quien la capte o de quien la quiera captar, salen Bernesgas de una manera o salen de otra». Escribe del suyo, estampado más allá del puente que va a dar a la estación, que si el curioso se acerca y fija una «mirada atemporal» sobre las pinceladas, puede «ver al cuélebre y las brujas que sembraron de leyendas sus aguas y orillas». De brujas no anda escaso el agua que inunda las cuencas de su afluente; igual que de mitología, parece no hacer oídos sordos Serantes para su creación.
"Si te retrotraes, puedes ver el cuélebre, las brujas y muchas cosas que ocurrieron a las orillas de este río"
«Hubo un cuélebre en el Bernesga que, según dice la leyenda sus huesos se pueden ver en una parroquia de por aquí», de cuyo nombre el pintor no puede acordarse. Y, siguiendo el trance del hecho legendario, se refiere sin duda a la ermita de San Lorenzo. «¿Pero qué pasa?», se pregunta el berciano adoptivo, entre enajenado y socarrón, antes de responder: «Que si ves los huesos, te arriesgas a quedarte ciego; entonces, claro, la leyenda continúa». Como él mismo continúa con su reflexión: «Cuando miras un río, en este caso el Bernesga, si te abstraes, estás en cualquier tiempo de la historia; si te retrotraes, puedes ver el cuélebre, puedes ver las brujas, puedes ver aquelarres y muchas cosas que trascurrieron a las orillas de este río».
Enamorado como está de las afluencias y los paisajes naturales; observador como es de los tiempos que recorren y fluyen, como el curso del río, por las aguas y orillas de su entorno, su obra se presenta como un reclamo de admiración y un encuentro con la huída del olvido. «El Bernesga ofrece un espectáculo visual que muy poca gente admira y creo que la gente debería pasarse más a observar a su río en esta ciudad», acaba por decir.
Con un local repleto y melodías suaves de fondo, queda Lolo Serantes observando la pintura que colgará bajo su nombre durante unos quince días. Admirando -como gusta- la obra pictórica y todos los entresijos, mitologías y relatos mágicos que el agua del Bernesga todavía hoy esconde.