El Colón del Torío

David Flecha, Flechina de Robledo de Torío, es un singular trotamundos; internacional en judo, seleccionador de este deporte en Colombia o Perú... o recorre medio mundo de Argentina a Alaska por una causa solidaria

Fulgencio Fernández
11/11/2019
 Actualizado a 11/11/2019
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Cuando Nacho el de Matadeón, recordado luchador y buen amigo de David Flecha, llega a un corro y le preguntan por Flechina hace un gesto muycaracterístico de pregunta sin respuesta y te dice. «Pues lo mismo aparece aquí para luchar que te manda un wasap desde Alaska; ¿quién sabe dónde está Flecha?».

Quizás exagere algo pues él sí suele conocer el paradero de Flechina pero éste puede ser cualquier parte del mundo. Igual anda por España, que recorriendo medio mundo desde la Tierra del Fuego hispana hasta Alaska, que ejerciendo de seleccionador de judo en Colombia o entrenando un equipo en Perú... o aparece en el corro de Renedo de Valderaduey con un amigo judoka que pesa 170 kilos y es olímpico en no sé qué país.

Pero siempre con una sonrisa seria muy suya, una palabra amable, un proyecto en la mochila, ganas de aventura y espíritu solidario, ése que le atrapó en Colombia para entrenar a chavales que le necesitaban tanto en lo humano como en lo deportivo o le llevó a recorrer miles de kilómetros con destino a Alaska para una fundación de lucha contra el cáncer infantil.

Recuerdo sus palabras cuando explicaba qué hacía en Colombia: « Vivir allí, compartir su vida, me marcó. Entrenabas a judokas pero sabía que uno venía de la famosa Comuna 13 de Medellín, otro había vivido aquella masacre que fue la Operación Orión, uno había estado un año cortando plátanos y eso comía, plátanos... Era ese mundo del realismo mágico, en el que es muy complicado saber lo que es real. Es muy duro, pero fue la experiencia más bella y fascinante de mi vida».

Ése es David Flecha. El que ya tenía otra aventura en la cabeza, pero el mismo que cuando su padre enfermó detuvo todas las aventuras y proyectos para acompañarle en su enfermedad terminal. Su padre, un recordado luchador de Robledo de Torío, que llevó a David por el camino de la lucha leonesa, donde siempre es recordado tanto por lo que hace en los corros como por su espíritu deportivo y correoso, inasequible al desaliento, combativo... y sabiendo caer con una sonrisa.

Saltó al judo. Fue internacional muchas veces aunque le quedó la espina de no poder acudir a una Olimpiada, que tocó con los dedos. Entrenó en Colombia, también en Perú, recorrió como mochilero Tailandia o la Selva Negra... y como mochilero emprendió aquella odisea desde la Tierra de Fuego Argentina hasta Alaska, una vez más como mochilero.

Y siempre acompañado de su cámara, para que sus amigos viajen a su lado con sus fotos y porque se va convirtiendo en un apasionado de este arte. Con ella fotografió tantas cosas que vio y vivió en esos 25.000 kilómetros de un mochilero, kilómetros de fotos porque «Sudamérica es una especie de museo al aire libre y merece la pena conocer, todos sus países, todos sus rincones, sus gentes».

Y que ahora está al alcance d todos en un libro: ‘América fotografiada’, que el viernes presentó en León.

- ¿Cuándo marchas a la aventura a qué filosofía te aferras?

- A que no tengo nada que perder y mucho que ganar y aprender.
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