El día que se abrieron las puertas de la percepción...

Se cumple este año medio siglo desde que se fundara The Doors, la banda que encumbró a Jim Morrison, icono y poeta del rock

David Acosta
06/03/2015
 Actualizado a 11/09/2019
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Holgazanear le puede cambiar a uno la vida, incluso si es durante un simple paseo por la playa. Y si la arena es la de Venice, en Los Ángeles, las posibilidades se multiplican. Por allí andaba un joven estudiante de la Facultad de Cine de la UCLA cuando fue reconocido por un compañero de clase y a la sazón teclista, fascinado cuando el espigado perezoso le cantó los primeros versos de ‘Moonlight Drive’, uno de sus poemas. ¿Acaso sería posible que aquel tipo de mirada perdida llamado James Douglas Morrison fuera una joya esperando a ser encontrada y pulida? Ray Manzarek, el teclista en cuestión, no dejó escapar la oportunidad. Unos meses más tarde, ya en 1965, los mencionados aspirantes a cineastas formaron una banda junto al guitarrista Robby Krieger y el baterista John Densmore, dos músicos que, al igual que Manzarek, no dudaron en abandonar los grupos en los que mataban el tiempo para rendirse al magnetismo que desprendía aquel loco visionario aprendiz de cantante. Sí, hablamos de Jim Morrison.

"Si las puertas de la percepción se abrieran por completo, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito". La frase corresponde a un poema de William Blake y de él se tomó el nombre definitivo para la nueva propuesta de la ya de por sí efervescente escena musical californiana. The Doors era una realidad. Tan frágil, eso sí, que a punto estuvo de romperse antes de nacer. Convivir con un genio no es fácil. Hacerlo con un genio adicto a cualquier tipo de sustancia que pudiera transportar su mente a lejanas galaxias, menos todavía. Con Morrison, hijo de militar que no volvió a tener contacto con su familia una vez alcanzado el estrellato, la paciencia era condición obligada.

Un paseo por la playa de Los Ángeles propició el nacimiento de una de las bandas más influyentes de la música moderna De club en club y de polémica en polémica, el nombre de los Doors se hizo cada vez más codiciado en los múltiples escenarios conciertiles de Los Ángeles. Todos y todas querían ver al sex symbol que daba la espalda al público mientras cantaba letras que desafiaban a la moralidad conservadora. Tres días después de que The Doors firmara por Elektra Records, la banda fue expulsada del prestigioso Whiskey A Go-Go cuando Morrison llevó hasta las últimas consecuencias el complejo de Edipo durante la interpretación de ‘The End’. "Padre, quiero matarte. Madre, quiero follarte", fueron palabras que los dueños del local no pudieron soportar. Nadie sospechaba por aquel entonces que aquella canción sería utilizada años más tarde para dar lustre a la película ‘Apocalypse Now’, obra maestra de Francis Ford Coppola.

Jim Morrison era el irresistible imán de los Doors, el principal hacedor de la música de la banda, y sin embargo el primer gran éxito del grupo no salió de su puño y letra. ‘Light My Fire’ fue compuesto por el guitarrista Robby Krieger y sonó hasta la saciedad en las radios americanas. Fue el anzuelo perfecto. Aquel single «rompelistas» sirvió para que las masas prestaran atención al álbum de debut de 1967 y por tanto al resto de canciones, «hijas» de pleno derecho de Morrison. Unas, dulces y seductoras. Otras, salvajes e inquietantes. Por no hablar de sus respuestas en las entrevistas... «Para mí, la política no es más que la constante búsqueda de poder por parte de un determinado grupo de individuos. Pueden disfrazarlo con cualquier ideología o estupidez romántica, pero, en esencia, es una búsqueda privada del poder». Lógico que el FBI acabara vigilándole como posible amenaza para el sistema.

Cinco décadas después, la figura de Jim Morrison continúa siendo fuente de inspiración para las nuevas generaciones Ahora que se cumple medio siglo desde el nacimiento de los Doors, reconforta saber que su legado permanece vigente. Y no nos referimos a la cara del icono estampada en juveniles camisetas de Zara, que también. La música de la banda sigue brillando como algo único y miles de fans visitan cada año la tumba de Jim Morrison en el cementerio parisino de Père-Lachaise. Allí, en la capital francesa, fue donde la muerte decidió dar caza al hombre que tanto la había provocado con sus excesos. Buen destino, en cualquier caso, para alguien que se jactaba de leer a clásicos y decadentes como Rimbaud o Baudelaire y que trató (sin éxito) de hacer carrera como respetable poeta más allá del rock. Un jinete en la tormenta que abrió las puertas de la percepción para no cerrarlas jamás.
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