
«Antonio Pereira fue el primer escritor de carne y hueso que yo conocí. Fue en el año 1972 o 1973, recién llegado a León de un internado madrileño», recordó el guionista, novelista, narrador y poeta Julio Llamazares, que hizo hincapié en el impacto que el escritor leonés tuvo en su vocación literaria. «De repente aparecía Antonio Pereira en la oficina de Plaza&Janés de León donde yo trabajaba con apenas 17 años (…) Aparecía muy ceremonioso, como era él, pero lo que más me impactaba, y yo creo que tuvo que ver algo en mi vocación era la admiración que su sola presencia despertaba en las mujeres de la oficina», narró entre risas Llamazares.
Más allá de la broma, el literato lamentó que «el talento y la obra» de Pereira han estado siempre muy por encima de «su éxito, su fortuna y su reconocimiento». «Para mí es el mayor cuentista que he conocido y uno de los mejores narradores del siglo XX. Me da pena que gente con menos talento tenga mayor reconocimiento», enfatizó en este sentido antes de apuntar que, en su opinión, los dos grandes méritos de Pereira fueron «inventarse un territorio». «Él no era berciano, ni leonés ni gallego, sino que habitaba en el noroeste, su propio territorio literario», con lo que se convirtió «en el mejor protagonista de sus obras».
«Yo fui jefe de oposición de Zapatero, y hablábamos mucho de literatura. Y él hablaba mucho de Antonio Pereira y siempre me contaba que su madre le decía que cuando su padre llegaba tarde a cenar era porque se había encontrado por ahí con Antonio Pereira», desveló el presidente de Acción Cultural Española, José Andrés Torres Mora.
Como colofón al acto, su «hijo literario» Juan Carlos Mestre evitó ahondar en sus recuerdos sobre el escritor para ceder el protagonismo, precisamente, a la voz de Pereira. Así, acompañado del acordeonista Cuco Pérez fue desgranando textos de Antonio Pereira. Con el sonido de los pájaros y los ferrocarriles de fondo ambos trasladaron al público que abarrotó el auditorio de la Biblioteca Nacional a las tierras bercianas de Pereira, pero también sonaron compases de música francesa para acompañar a los personajes de Pereira por París, incluso el fado tuvo su hueco como banda sonora para los textos del escritor berciano sobre Portugal.