El León de los artistas

Lo que surge de la ciudad es un mundo de dibujos y juegos, de palabras y de ideas que, a pesar de lo que despliegan, pueden cambiar el mundo

Stefania Zanetti
19/07/2016
 Actualizado a 17/09/2019
Es habitual que haya exposiciones en la Facultad de Filosofía y Letras. | MAURICIO PEÑA
Es habitual que haya exposiciones en la Facultad de Filosofía y Letras. | MAURICIO PEÑA
"Acérquense, [...] la medicina, el derecho, el comercio y la ingeniería son carreras nobles, necesarias para dignificar la vida, pero la poesía, la belleza, el romanticismo y el amor son las cosas que nos mantienen vivos". ‘El club de los poetas muertos’.

Desde hace dos años, en Italia se está recortando en historia del arte y en su enseñanza. Lo vi tristemente cuando estudiaba en Verona, sí, la Arena y el castillo de Romeo y Julieta, en la que miles de estudiantes fueron desincentivados para seguir adelante en la histórica academia de las bellas artes.

"Acabo la carrera solo porque creo en lo que hago, me gusta rascar esta roja hasta que no me muestre lo que les pintaron o la forma que le dieron siete siglos atrás". Son las palabras de una restauradora veronesa, una paisana y compañera de viajes en la búsqueda de bienes culturales para sacar a la luz.

Cuando paro a contemplar la Catedral desde mi terraza, en el decimotercer piso de un edificio del centro, pienso en cuántas ocasiones de aprender y de alimentar su pasión artística abría podido tener en León, una ciudad en la cual no hay ni un agujero en el que no se expongan dibujos, fotografías o esculturas. Y los leoneses los aprecian.
Los ojos de un extranjero ven siempre más bien lo positivo de los lugares que lo acogen, esto hay que admitirlo.

De todas maneras, que en la planta baja de la Facultad de Filosofía y Letras se puedan exponer obras y se pueden estrenar ensayos es un hecho y no debería pasar como rutina diaria, sino como un regalo, un marco que aumenta la calidad de vida para artistas y estudiantes. El negocio surge como consecuencia.

Marina Morla, artista y dibujante, expuso sus diseños en la Universidad, fue así como la conocí y le di un boceto del tatuaje que estaba pensando en hacerme.

"No me inspiro en nada particular, solo en aquello que me llama la atención o que, de alguna forma, establece un diálogo conmigo que me lleva a representarlo como yo lo siento". Me dice, un poco deprisa, rodeada de gente que le pregunta por sus dibujos y de fotógrafos. Sonríe, satisfecha de su exposición. "La verdad es que no le dedico apenas tiempo, porque la carrera que estoy estudiando, Derecho, me ocupa mucho, pero me he acostumbrado a esta habilidad y disfruto con ella desde que nací".  

Disfrutar, es lo que se hace en León con el espacio, el tiempo y las figuras que lo rodean.

"No corren buenos tiempos para el arte en general, y menos para la escultura, que siempre ha sido más complicado vivir con ella", confiesa Begoña Rodríguez, escultora que lleva años de experiencia y de exposiciones en la ciudad. "León es además una ciudad pequeña en la que somos más los escultores que los aficionados que nos sustentan, de todas formas, casi ninguno de los escultores de aquí vive solo de este oficio, que requiere tiempo y dedicación", añade.

No podemos casi acabar la conversación, porque siempre encuentra alguien que le pregunta acerca de sus proyectos o que le comisiona un escultura que vio por un taller o otro.

Ella contesta pronto a todos, manifestando su natura amigable. Para mí, también, es todo un honor poder charlar tranquilamente con una artista de su tamaño,  frente a un cafetín, y pedirle por qué sigue con su carrera si no es para conseguir un éxito, también, en la cartera. "Aun así", me explica, "yo no puedo quejarme, ya que hago trabajos relacionados. Otra consecuencia buena de no vivir del arte es que, cuando haces una obra no estás condicionado por uno u otro requerimiento externo, lo que se traduce en libertad creativa".

Parece que el poeta y cantante italiano Giorgio Gaber haya pasado por aquí cuando escribió que la libertad no era otra sino participación, la que se respira en los talleres de arte de Begoña.

Lo que surge de esta ciudad es un mundo de dibujos y juegos, de palabras y de ideas que, a pesar de lo que despliegan, pueden cambiar el mundo.
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