De los tres molinos históricos situados en la margen derecha del río Esla y vinculados a Valencia de Don Juan, el único que se conserva actualmente es el Molino de Las Puentes, conocido como el Molino de Arriba, puesto que la localidad coyantina llegó a contar hasta con hasta tres moliendas siendo las otras la de Abajo y la del Medio. Tras las últimas investigaciones, Javier Revilla ha podido confirmar muchos más aspectos históricos del Molino de Las Puentes. Este ha sido capaz de documentar su autoría, hasta ahora desconocida, gracias a la localización de la escritura de construcción, fechada en el año 1797 y que menciona la realización del proyecto por parte de los arquitectos Alonso Sánchez y Fernando Sánchez Pertejo, así como quien resultó mejor postor de las obras por 64.000 reales de vellón y por tanto adjudicatario, el también arquitecto Carlos Sánchez Escandón. «Despistados por creer que la obra era del siglo XIX, por fin hemos podido documentar el protocolo notarial que nos da el origen del edificio objeto de estudio», explicó el historiador coyantino en su ponencia en el 12ª edición del Congreso Internacional de Molinología.
En 1891 el BOP publicó el extravío de una yegua ubicándola por última vez en el Molino de Las Puentes Según la documentación referida, fue Sánchez Escandón el encargado de ejecutar la obra, la cual se comprometió a tener lista en tres meses. Este se identifica en todo momento como «maestro arquitecto, vecino de la villa de Valderas». Aunque el tiempo para concluir la obra estaba claro en los documentos de la época, Revilla ha tenido conocimiento de que entonces la junta municipal de Valencia de Don Juan insistió en que de ninguna manera la construcción podría alargarse más allá «de julio del año que biene de [mil setecientos] nobenta y ocho, vajo la pena de pagar a los citados propios qualquiera perxuicio o desquento que haya en la molinada». Este empeño evidentemente quería confirmar que el molino estuviese activo tras la siguiente cosecha, pudiendo con ello el municipio ya empezar a subastar su arrendamiento en 1798. Cuándo empezó exactamente a funcionar la molienda coyantina no se sabe con exactitud, aunque en esa investigación, «todavía inconclusa», apunta a que a comienzos del siglo XIX ya estaba en marcha. «No hemos localizado por el momento nada que aluda directamente a la finalización de la obra, pero nos hemos acercado y todo parece indicar que hacia el cambio de siglo el nuevo molino estaba en funcionamiento. Por ahora hemos podido constatar una escritura de arrendamiento del Molino de Arriba fechada el 27 de diciembre de 1802», detalla Javier Revilla. «Si entonces arrendaban los molinos de 1803 a 1806 (durante 4 años), podemos interpretar que hubo un contrato precedente entre 1800 y 1803, que de momento no hemos localizado, e incluso quizás otro anterior entre 1898 y 1800. De ser así, las obras del Molino de Arriba habrían cumplido sus plazos, lo cual es probable ya que en el contrato de 1802 no se menciona que sea el primer arriendo de este molino ni se indica que sea nuevo. Pero por ahora la certeza es que su primer arriendo documentado comenzó en 1803», explica.
Los últimos estudios de Revilla ubican la construcción del Molino de Arriba a finales del siglo XVIII Ya sabemos más sobre las fechas en las que aquellos hombres y mujeres del sur de León comenzaron a acudir al Molino de Las Puentes con sus sacos llenos de trigo para salir de él con las alforjas a rebosar de harina. De aquel primer molino, Javier Revilla ha descubierto aún más datos interesantes y son los referentes a la tasación de los enseres y maquinaria que en él se encontraba. «La tasación es valiosísima ya que nos permite conocer todos los elementos que tenía entonces el molino, sus denominaciones locales e incluso su valor en aquella época, lo cual puede servir para futuros estudios comparativos», expresó Revilla en su ponencia sobre el molino coyantino en Alcalá de Henares.
El contrato
En el mismo documento de arriendo, el cual Revilla califica como «valioso» por toda la información que nos trae a estos días sobre aquellas viejas moliendas, también contemplan aspectos como las maquilas que las tasan con un límite máximo de 4 celemines por carga de harina, eso sí, para los «forasteros», puesto que los vecinos de Valencia de Don Juan y también los de la vecina localidad de San Millán de los Caballeros tendrían notablemente reducidas las maquilas a tres celemines por carga. Además de dicho beneficio, los productores de cereal de ambas localidades tendrían preferencia para moler en caso de coincidir con foráneos. El contrato también obligaba a que «todos los granos que produzcan de maquilas dichos molinos los ha de empanerar el arrendatario en una de las piezas de la panera que tienen los Propios a la calle de la Pelota» de Valencia de Don Juan. Y entre las curiosidades del arriendo, Revilla destaca una más y es «una notable ausencia en la tasación», y esto es porque en el molino no figura maquinaria alguna para el cernido de la harina. « Ni cernedores mecánicos, ni elementos manuales, ya que no aparece ningún tipo de cedazo o criba. Tampoco para limpiar el grano antes de su molienda», incide el historiador Revilla, a quien esta investigación solo le ha servido como impulso de sus ganas por seguir estudiando la molinología de León en general y la de Valencia de Don Juan en particular. Porque a pesar de las muchas respuestas que ha encontrado en sus últimos estudios, todavía quedan incógnitas por resolver.
La principal es llegar a precisar con detalle cuándo se crea el nombre ‘Molino de Las Puentes’ y por qué sustituye al anterior. «Por ahora sólo podemos indicar que a comienzos de 1891 tenemos la certeza de la denominación como Molino de Las Puentes gracias a una noticia anecdótica, el extravío de una yegua cuya descripción se publica en el Boletín Oficial de la Provincia de León dado el gran interés de su dueño, Felipe Llanes Reliegos, por recuperarla; ‘desapareció del molino titulado de las puentes’ indica la nota con toda claridad», relata Revilla, quien apunta a otro importante dato que por el momento se desconoce y que es el de la reconstrucción actual, el edificio que nos ha llegado hasta nuestros días. «Lamentablemente con el incendio que sufrió este molino en la década de 1990 se perdieron sus máquinas y mayoría de elementos. Durante las últimas obras se han podido recuperar una muela completa y también uno de los rodeznos. Este último es completamente metálico y aunque muy dañado. No se corresponde este utillaje con el que hemos indicado que tenía el molino a principios del siglo XIX, evidentemente, pues con el paso del tiempo se fueron introduciendo cambios», expuso en Alcalá de Henares este historiador volcado con su tierra, con la deuda que debemos a aquellas viejas moliendas sobre las que giraba la economía de toda una comarca y también su vida social. Siguen girando las ganas de Revilla de investigar.