El reloj de Vegas vuelve a sonar

El 14 de agosto de 1899 sonó por primera vez el reloj de la torre de Vegas del Condado. Había costado 1615 y era obra de uno de los grandes, el relojero Canseco. Estos días vuelve a romper el silencio y los vecinos lo celebran

Fulgencio Fernández
03/11/2015
 Actualizado a 12/09/2019
El reloj de la torre de la iglesia de Vegas del Condado volverá a sonar esta mañana para todos los vecinos.
El reloj de la torre de la iglesia de Vegas del Condado volverá a sonar esta mañana para todos los vecinos.
La vida de los pueblos la marcan sus sonidos. En la mayoría de ellos son las campanas de la iglesia, el claxon del panadero... Yen Vegas del Condado las campanadas del reloj de la torre. Está en la memoria de todos pues sonó, por primera vez, el 14 de agosto de 1899, hace 116 años. «Un reloj salido de las manos de Antonio Canseco, adquirido por el presidente de la Junta Vecinal, Saturnino González, y que costó un total de 1.712,60 pesetas, fruto de la facendera de carbón vegetal del Concejo». El precio del reloj había sido de 1615 pesetas, el resto fueron gastos de instalación», según nos recuerda Ignacio Boixo, uno de los vecinos que mejor conoce la historia de este reloj.

El reloj ha estado marcando el ritmo de la vida en Vegas del Condado, excepto en las últimas semanas pues ha estado en manos del relojero Joan Pedrals (relojero de la Catedral de Santiago de Compostela), en su taller de Moiá, donde ha reacondicionado completamente el reloj, y le ha dotado de un automatismo auxiliar para que las pesas remonten solas, si n necesidad de subir cada dos día al campanario. No es un cambio menor pues esa faena de subir día a día a la torre la realizó de manera absolutamente altruista, durante 70 años, un vecino de la localidad: Augusto Muñiz Bayón, Gusto, del que significativamente escribían cada año en el programa de fiestas:«Repique de campanas a cargo de Gusto, el amigo de todos». No hace falta decir más.

Y este domingo, por la mañana, el reloj de la torre volverá a sonar después de la reparación. Ya no hace falta que Gusto suba cada día, que ya tiene más de 90 años y bien se ha ganado un descanso. Ysi algún día quiere hacerlo por nostalgia puede, ya que se mantiene el viejo mecanismo.

El reloj costó 1.712pesetas y se pagó conhacendera de carbón vegetal  También la Junta Vecinal se ha preocupado de reparar torre y reacondicionarla para acoger el reloj en su nueva etapa. Los vecinos están convocados a mediodía de hoy a la sombra de la torre, justo en el momento que suenen las doce campanadas para escucharlas juntos, pero se les pide que acudan media hora antes para en un sencillo acto escuchar unas palabras de los protagonistas de la jornada: Augusto Muñiz Bayón, al que más que jubilar se le agradece la entrega de 70 años; el citado relojero Joan Pedrals, y algunas personas mayores del Concejo... «y todo el que crea que tiene algo que decir». Presidirá, como corresponde, el pedáneo Ceferino Llamazares.Hasta las 12, que suenan las esperadas campanadas.

No es tema menor recordar a quién le compraron el reloj hace 116 años aquellos vecinos de Vegas, a Antonio Canseco y Escudero, leonés también de Rabanal del Camino pero que ya gozaba de merecido prestigio en la capital de España. Con 20 años ya había construido un reloj sin pesas y patentado con el nombre de ‘sistema Canseco’, y es el ‘constructor’ de famosos relojes, citados por Pérez Galdós o el pintor Solana. Sólo hay otros tres relojes suyos en la provincia de León:uno que él mismo regaló a su pueblo (Rabanal del Camino), otro en Santa Colomba de Somoza y otro en la antigua cárcel, hoy Archivo Histórico Provincial.

Los ‘relojeros’


Claro que en Vegas del Condado son conscientes del valor del reloj, del nombre de su constructor, de que fue uno de los grandes de este oficio que tuvo en León a otro ilustre, Losada. Lo saben todos, pero los vecinos de este lugar del Condado en cuanto surge el tema sacan a relucir, al lado del de Canseco, el de Augusto Muñiz, aunque sus paisanos siempre hablan de Gusto, y de ponerle apellidos lo hacen con uno que deja bien a las claras la ‘catalogación’ que hacen del personaje:«El amigo de todos». Así lo escribían cada año en el programa de fiestas cuando se anunciaba el repique de campanas que abría los festejos.

Ya está más cerca de los cien años que de los noventa y hasta hoy, cuando se estrené el nuevo mecanismo del reloj, siempre fue él quien se encargó de subir para remontar las pesas, aunque suele comentar «que la escalera tiene bastante pendiente». También ha sido el campanero, con una pena en este menester, que no le salen alumnos yse puede perder ese ritual del programa de fiestas, de abrirlo con el repique de campanas.

Gusto está en las conversaciones de todos los vecinos, por el reloj, por esos noventa y muchos (97 creo)años tan bien llevados, por ese afán de echar una mano allí donde ve que puede hacerlo, por su reconocida bonhomía...

- Si estás pintando una pared y pasa él lo más fácil es que acabe con otra brocha en la mano.

- Si suena el picaporte y cuando sales no hay nadie mira por allí que posiblemente haya dejado una bolsa con una lechuga o algo así, de su huerto; explican vecinos como David. Es fácil hacerse una idea de qué tipo de vecino estamos hablando, aunque es mucho más complicado tenerlo.

Camina hacia los cien y sin embargo cuando a él se lo comentan ironiza con que poca gente habrá viva que haya visto la cara de la muerte más cerca que él, la terrible guerra, en uno de cuyos episodios le dieron por muerto. «Estuve a punto de ir a mi entierro», bromea ahora pero cuentan que se le rompe ese gesto de tranquilidad cuando recuerda aquellos momentos terribles, en Sigüenza. Estaba en un grupo de seis soldados y sólo sobrevivió él, aunque herido;después huyó con otro y a su compañero le dieron un tiro en la cabeza y, finalmente, acabó preso y pasó un año en trabajos forzados. Pero vivo. Cuando regresó se enteró de que se había debatido si hacerle el funeral pues nadie daba un duro por él.

Tal vez por eso para él la ganadería, la vida del campo, fue una bendición. Tal vez por eso a Gusto le encanta que los ruidos que rompen el silencio sean los de las campanas que anuncian la llegada de las fiestas o los sonidos del reloj que informan de las horas, tal vez por eso le gusta tocar a Concejo para que los vecinos hablen y decidan comprar un reloj, no meterse unos tiros.

Tal vez por eso, seguro, sea muy justo que Augusto Muñiz comparta esta mañana el protagonismo con el histórico y gran relojero Antonio Canseco, con su colega y reparador Joan Pedrals... porque si tocó durante 70 años fue por Gusto.
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